LAS DENTELLADAS

Por El Tiburón
Se fue sin conocer la verdad
Esta colaboración la envía íntegra el camarada Elpidio Ordóñez, así que no hago otra cosa que transcribirla tal cual agrfegándole sólo algunas faltas de ortografía, pues el original no traía ninguna y eso es de muy mal gusto en nuestros días. Dice así: El pasado 6 de febrero de 2010, murió Don Luis Colosio Fernández, padre de Luis Donaldo Colosio Murrieta, asesinado el 23 de marzo de 1994, en la ciudad de Tijuana, Baja California, siendo candidato del PRI a la presidencia de la república. Se fue sin conocer una verdad que muy probablemente tampoco nosotros conoceremos: ¿Quién ordenó el asesinato de su hijo?
El esclarecimiento del artero crimen es una deuda que el estado mexicano tiene pendiente con el pueblo de México y también con Luis Colosio Fernández a quien ya no podrán pagarle lo que le deben, pues abandonó este mundo, pero el pueblo de México no ha estirado la pata, así que bien pueden rendir cuentas ante él en ausencia de Don Luis.
Desde la muerte de Colosio y hasta la fecha -dice Elpidio-, ocurrieron los siguientes hechos: Concluyó el gobierno de Salinas de Gortari, a quien le faltaban todavía 9 meses de su mandato cuando se perpetró el homicidio del entonces candidato priísta; transcurrieron los gobiernos sexenales de Ernesto Zedillo y Vicente Fox y hemos vivido ya la mitad del trienio de Felipe Calderón y nada se considera aclarado sobre este asesinato. Las verdades oficiales no han convencido a nadie y hoy sólo la muerte de Luis Colosio Fernández ha traído de nuevo a la mente la muerte de Luis Donaldo ocurrida hace ya casi 16 años y nunca plenamente clarificada para vergüenza de este país.
Hay quienes dicen que el gobierno de Salinas atrajo de manera indebida -para controlarla, aseguran- la investigación del asesinato que correspondía a la justicia de Chihuahua. Bajo su gobierno (el de Salinas, no el de usted), hubo dos subprocuradores especiales que se encargaron de la investigación del caso: Miguel Montes y Olga Islas. Una vez que tomó posesión Zedillo nombró en lugar de la doctora Islas a Pablo Chapa Bezanilla quien fungió como tal de diciembre de 1994 a agosto de 1996. Oficialmente el caso está cerrado desde el año 2000, cuando desapareció la Fiscalía Especial y el expediente fue enviado a la “reserva provisional” por 35 años. El último fiscal especial fue Luis Raúl González Pérez. Mario Aburto, declarado oficialmente el asesino material de Colosio, fue sentenciado a 45 años de prisión, pero la raza sigue pensando que muchos que tuvieron que ver con este crimen andan muy tranquilos por las calles de este país.
Los disparos contra Luis Donaldo Colosio también mataron de alguna manera a su esposa, Diana Laura Riojas, quien en ese mismo año dejó de existir quizás por la pena que le ocasionó el asesinato de su marido y la certeza de que el cortísimo, y artrítico brazo de la justicia nunca alcanzaría a los verdaderos culpables del homicidio. Ahí andan todavía Ernesto Zedillo, Carlos Salinas, Manlio Fabio Beltrones y muchos políticos más del PRI (y otros que ya chaquetearon, como Manuel Camacho Solís) los cuales tuvieron en sus manos la posibilidad de entregar al pueblo de México cuentas claras sobre este crimen que hasta hoy sigue llenando de oprobio a México y nomás se hicieron los occisos.
Luis Colosio, el padre de Luis Donaldo, nunca dejó de exigir el total esclarecimiento del crimen, pero nunca logró tal objetivo. Los poderosos de este país trataron de callarlo otorgándole cargos públicos. Quizás por ello en el año 2000 lo hicieron senador de la república por el PRI.
Unos subprocuradores se inclinaron por la tesis del asesino solitario que nomás de repente se le metió en la cabeza quebrarse al candidato; otros hablaron del crimen concertado, pero la justicia se inclinó por la primera tesis. Sólo El búho, Eduardo Valle Espinoza, un periodista que corrió a refugiarse a los Estados Unidos, dijo al consulado mexicano en Washington que el asesinato había sido obra de los “narcopolíticos”. Pero como esa especie ni existe en México nadie le hizo caso. Esto dice Elpidio, ilustre licenciado en historia reciente de México por la Universidad de La Calle, campus Barrio Viejo.

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