LOS FIELES DIFUNTOS

Por Amador Sánchez Maciel

Como dice el dicho, “las costumbres de hacen leyes, y así el pueblo de México, festeja cada primero de Noviembre a todos los Santos o los difuntos grandes, la tradición se ha hecho en el caso una obligación cuando los deudos concurren a los panteones a depositar sus ofrendas florales a la tumba de sus seres queridos; a rezar una oración en la cual recuerdan los días o años pasados en la convivencia de la familia, el cariño de la madre, del hijo, del padre, de la esposa y acaso de la novia querida cuando llegaba el momento de unir sus destinos para lograr la felicidad deseada, cuando aún en el beso anterior se había sellado el cariño eterno, el destino marcó su final y ahora el abandonado por la suerte va a recordar ante la tumba la nostalgia de lo que fue ayer y no pudo haber sido hoy.
Como que hay contradicción entre los hombres, en esas fechas. Cuando en largas peregrinaciones ancianos, jóvenes, mujeres y niños, con devoción llevando coronas y flores perfumadas a quienes los vieron nacer, o solo llevan en sus mentes lo que les contaron de sus seres queridos, porque no los conocieron y sin embargo, van recordando en la fantasía una realidad como si sintieran en sus rostros las manos en la suave caricia que no sintieron en la realidad, pero viven el momento indescriptible del recuerdo.
Todos sin excepción visitan las tumbas de los seres queridos, algunos por falta de recursos económicos sólo adornan las tumbas de sus muertos con flores silvestres, con ramas verdes, lo interesante es que se distinga esa fecha de las demás y permanecen varias horas del día junto a las lápidas frías que llevan en sus entrañas marcadas las letras de quien fue depositado en el seno de la madre tierra, cumpliéndose lo que bíblicamente se escribió una vez: “acuérdate hombre que polvo eres y en polvo de has de convertir”, sabias palabras que son realidad, no somos más que tierra que nos envuelve y si acaso nos acaricia en la ficticia vida que llevamos, para qué ufanarnos, sentirnos superiores a los demás, si al fin y al cabo no somos nada, somos el fantasma de una existencia.

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