MEMORÁNDUM

Por Gerardo Ruano Cástulo

*** Mario Moreno y el aplausímetro.

No necesitó de pronunciar discurso alguno. El público, congregado en el salón de recepciones y el vestíbulo del Ayuntamiento de Chilpancingo, al escuchar mencionar su nombre se desbordó en júbilo. El aplausímetro llegó al máximo de su capacidad, y los gritos: “Mario, Mario, Mario”, fueron la expresión elocuente de que ahí estaba el político más querido por la gente que habita en la capital del estado.
Así es. El marco fue el evento preparado para el informe del regidor de planeación del ayuntamiento capitalino, Noé Carachure Giles, quien llegó al recinto acompañado del alcalde Héctor Astudillo Flores y el diputado federal Mario Moreno Arcos. La presencia de éste último fue una gratísima sorpresa para los invitados al evento, quienes de inmediato se apresuraron a saludar al legislador federal.
Ya instalados en el presídium, comenzó el acto protocolario con el pase de lista de las personalidades, lo que puso al aplausímetro a trabajar. Cuando se nombró al regidor Noé Carachure éste alcanzó niveles aceptables. No era para menos. Fungía como anfitrión de la fiesta. En el caso del presidente municipal, el aplusímetro se movió lo suficiente para indicar que se ganó un buen aplauso de la concurrencia.
El momento estelar llegó cuando se nombró al diputado federal. El aplausímetro llegó hasta el máximo de su capacidad. Y acompañando el movimiento de las manos, se escucharon con fuerza también los gritos de: “Mario, Mario, Mario”. Una manifestación elocuente del reconocimiento que existe a los resultados que ha entregado durante su carrera política.
Los aplausos datan desde la época antigua. Los griegos y romanos durante sus eventos reconocían el talento mediante ese movimiento de las manos. Aunque no faltó un vivillo que quiso sacar beneficio de esa actitud de aceptación. El emperador Nerón en el fondo sabía del repudio que le tenía su pueblo, y luego entonces, para impresionar a sus invitados, durante sus eventos solía contratar a una muchedumbre para que le rindiera tributo por medio de los aplausos. Amigo lector, ¿Habrá algunos Nerones dentro de nuestra política?
En el caso que nos ocupa, tenemos entendido que la gente ni siquiera sabía que el diputado federal iba a estar presente. Se había comentado que en esa fecha tomaría un curso, sin embargo, un problema de salud de su señor padre le hizo cambiar de rumbo a la agenda, ahora tenía como prioridad estar con quien no solamente le ha dado la vida, sino que le ha alimentado de voluntad y valores para trabajar a favor de los demás.   
Afortunadamente, su señor padre mejoró de manera importante y tuvo la oportunidad de acompañar a su amigo Noé Carachure, quien horas antes había estado con él en la sala de conocido hospital de Chilpancingo. Por eso su llegada al Ayuntamiento causó una grata sorpresa para los ahí congregados. Lo que se vio al final del evento, cuando un remolino de gente rodeo al diputado federal. La inmensa mayoría quería saludar y abrazar a Mario Moreno Arcos. Y por supuesto, no faltaron los que deseaban tener la foto del recuerdo.
Es curioso, pero días antes, en el Consejo Político Estatal del PRI sucedió algo similar, puesto que cuando se anunció su presencia, de inmediato la gente le reconoció con las palmas.
El reconocimiento que existe a un activo político de la estatura de Mario Moreno Arcos es palpable en los eventos de la vida pública. Y esto va más allá de los partidos políticos. El aplausímetro tiene mucha chamba cuando el diputado federal acude a un evento. Esa es la cuestión.
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