EL JUEGO DEL PODER EN LAS CORRIENTES DEL PRD

Antes de desarrollar este artículo, quiero pedir disculpas a mis amables lectores porque me retiré por más de dos meses, debido a mis múltiples actividades y a la necesidad de seguir preparándome y actualizándome profesionalmente para informar a mis lectores y televidentes con más preparación, como ustedes merecen.

En esta ocasión comentaré acerca de las corrientes políticas que gobiernan y deciden dentro del PRD. La corriente que lidera David Jimenez Rumbo –quizá el más vociferoso de los precandidatos de ese partido a la alcaldía de Acapulco– la heredó de Armando Chavarría Barrera, quien la construyó con gran sensibilidad y acercamiento a la gente, lo cual permitió a aquél conseguir un escaño en la más alta tribuna de la nación, el Senado de la República, y luego ser secretario de Desarrollo Social en el gobierno de Guerrero; pero ese logro fue debido a la plataforma política que construyó su maestro.
Hoy día las cosas han cambiado y se le está desmoronando su corriente, tanto que hasta el nombre le cambió: de Polo Guerrerense de Izquierda a Grupo Guerrero. A diferencia de Jiménez Rumbo, Evodio Velázquez –el precandidato con más tablas y posibilidades para la alcaldía porteña–, construyó él mismo su corriente, Nueva Mayoría, con mucho acercamiento a los liderazgos del PRD y a todos los militantes de su partido. Ambos, Jiménez Rumbo y Velázquez Aguirre, están inmersos en una gran competencia por la candidatura a la presidencia municipal de Acapulco, y comentaremos algunos aspectos:
¿Qué pretende David Jiménez al lisonjear repentinamente a Luis Walton, cuando hace apenas unos días lo atacaba con fiereza? Éste es uno de los grandes misterios que los analistas –o quizá los historiadores– tendrán que develar para aquilatar en su justa dimensión los incidentes del proceso electoral que vive Guerrero. Cuando el heredero político de Armando Chavarría Barrera denostaba al senador, dirigente y aspirante del Movimiento Ciudadano se podía entender fácilmente que lo que buscaba era que el candidato de la izquierda unida fuera un militante del PRD, el más grande de los tres partidos de esa corriente (el otro es el PT). Si así fuera, él tendría menos lejana la posibilidad de ser postulado por el partido del sol azteca y, en automático, por los otros institutos políticos de la izquierda mexicana. Por supuesto, eso implicaba tener que vencer a los otros aspirantes perredistas, nada menos que cinco. Pero con Walton fuera de su camino, la cosa le debía parecer menos difícil, o menos imposible, si es que cabe la expresión. Hasta ahí todos lo habíamos entendido. Pero, de buenas a primeras, tan pronto se aplicaron las encuestas ordenadas por el PRD para definir su candidato a la alcaldía de Acapulco, el huérfano de Chavarría dio un viraje que ni a su jefe político se le hubiera ocurrido: empezó a elogiar a quien había tratado peor que adversario. Y no sólo éso: se reunió con él, y con él llegó a la misma conclusión: que sería deseable que los aspirantes de los tres partidos de izquierda a la presidencia municipal, todos, se sometieran a una misma encuesta que definiera quién es el más popular, el más querido por la gente, y que ése fuera el abanderado de la coalición. ¿Es acaso que, como dice la canción, está tratando de vender caro su amor? ¿Es que descubrió lo que todo el mundo sabe, excepto él –según parece–: que no tiene ni la más remota posibilidad de ganar tal encuesta? ¿Se ha acercado obsequioso a Waltón para que éste, por simpatía, compromiso o compasión, le ofrezca algún cargo en el gobierno de Acapulco, en caso de ganar? Hay que ver de lo que es capaz el pupilo de Armando Chavarría, que por lo visto nunca ha de superar a su maestro. Para muchos perredistas –y para muchos otros que no lo son–, la demanda de que el candidato de la coalición de izquierda sea un militante del PRD suena lógica, pues es el partido más grande de los tres, el que puede aportar los votos que hagan la diferencia, el que tiene más tradición de lucha en esa trinchera. Pero ése no debe ser Jiménez Rumbo, por lo que es y por lo que representa. En primer lugar, porque el ex secretario de Desarrollo Social y aún senador con licencia no es de Acapulco y nunca ha vivido formalmente en el puerto, sino de Zihuatanejo. Y en su pasado –reciente, muy reciente y no tan reciente– tiene algunas manchas. Solo hay que recordar la denuncia que hicieron el año pasado los dirigentes de los Clubes Unidos Guerrerenses del Medio Oeste de Estados Unidos, Erasmo Salgado, y de la Federación de Guerrerenses Radicados en Chicago, Fabián Morales, de que el entonces titular de Desarrollo Social de Guerrero pretendía aplicar con fines político-electorales los recursos del programa de Atención a Migrantes 3x1, además de que en la última reunión que sostuvieron los desdeñó, maltrató, denigró y humilló. ¿Cómo olvidar que, siendo senador en funciones, tuvo la ocurrencia de componer y corear aquella desafortunada consigna: “Maestros, huevones, por eso están panzones”, como para que no nos quedara duda de su pobreza intelectual y de su simpleza? Tras el asesinato de Chavarría, David Jiménez Rumbo no se cansó de señalar al entonces gobernador Zeferino Torreblanca Galindo como el autor intelectual del crimen, aunque no tuviera una sola prueba. Cualquier observador podría pensar que eso era lo menos que podía hacer un hombre leal para honrar la memoria de su mentor político. Pero al senador se le “olvidó” mencionar que él sería el principal beneficiario de la desaparición del presidente de la Comisión de Gobierno del Congreso local, pues como su más cercano seguidor heredaría su organización, el Polo Guerrerense de Izquierda –que se desharía en sus manos torpes– y sus posibilidades. Así, pues, si Chavarría era el lógico aspirante del PRD a la gubernatura, ¿por qué no podría serlo su pupilo? Y en esas estaba David, dispuesto incluso a torpedear la unidad del PRD con tal de ser su candidato, cuando el ventarrón llamado Ángel Aguirre Rivero se llevó por el aire sus pretensiones, que, por lo demás, eran irrealizables, porque entre sus características está el hecho de no haber ganado nunca una sola elección, sino alcanzar posiciones a partir de la componenda, la negociación y la concertacesión. Y cuando eso falla, a punta de fuerza bruta. De modo que nadie sabe cuánto daño pudo haber hecho Jiménez Rumbo al partido del sol azteca si no hubiera sido por que Aguirre aceptó ser el candidato de la izquierda. ¿No será que ahora está tramando algo similar?
Lic. Yeshica Esmeralda Melo Sánchez
enlaceconjessy@hotmail.com

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