ENTRE LA VERDAD Y LA FICCIÓN

Por Jorge Luis Falcón Arévalo*
Acerca de la izquierda y la mutabilidad del ser humano.

Se nace hombre o mujer. Te gestas y en tus condiciones biológicas te defines en esos géneros. El ser humano es un ser social por naturaleza, trascendente e irrepetible, se diferencia de los animales por su inteligencia y razón, como decía Aristóteles “El hombre es un animal político”.
Puedes cambiar de idea. Puedes cambiar de sexo, puedes incluso permanecer inamovible y dejar que el mundo sea cual es, según la propia filosofía de Diógenes.
Si eres hombre y las hormonas te “fallan” te conviertes en otro género, con tus mismas cualidades; y, tal vez principios. Lo mismo una mujer. La existencia, en parte de tu formación intelectual,  consiste en leer libros que  explican cosas que difícilmente llegan a los medios de masas. Son alternancias de la biología y del cerebro. ¿En esos cambios de sexo, se modifican no tan solo hormonas, sino neuronas y la visión  cognoscitiva se altera?
Si se forma uno dentro de cualquier organismo político, el trasladar o cambiar a otro ¿cambia en ti la percepción o ante los demás congéneres de tu actitud? De entrada en nuestro país, no existe un partido de izquierda, existen  dificultades de apreciación en la forma y el fondo de hacer una praxis de sobrevivencia y convivencia en el sistema social.
El caso de “bote pronto” la ex jefa de gobierno del D.F. Rosario Robles, que militó en un organismo político de “izquierda”, lo contrario de derecha. Hoy se muestra en la pasarela de un instituto que ante los ojos de los seres pensantes ha estado bajo las críticas por su totalitaria indicación y forma de someter al conglomerado; por sus prácticas dentro de la polaca, incluyendo en ello  a sus simpatizantes, acarreados o manipuladores; para no confundir el real término de la política, con “monárquicas” condiciones.
La novela “El gatopardo”, del escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa.Se cita originalmente la frasede contradicción aparente: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. “¿Y ahora qué sucederá? ¡Bah! Tratativas pespunteadas de tiroteos inocuos, y, después, todo será igual pese a que todo habrá cambiado” “…una de esas batallas que se libran para que todo siga como está”.Desde entonces, en ciencias políticas se suele llamar “gatopardista” o “lampedusiano” al político, reformista o revolucionario que cede o reforma una parte de las estructuras para conservar el todo sin que nada cambie realmente.
¿Qué hombre del poder podría estar preocupado por el avance de una clase social destinada a remplazar a la que él pertenece? Ya no hay remplazo, ya no hay progreso histórico.
El ambiente de la grilla mexicana, de indicaciones bastardas y sometimiento, salvo excepciones ha tornado a sus “actores” además  de cínicos, sinvergüenzas, impúdicos, redomados pillos y sanguijuelas, algunos; otros simple bufones de esa práctica o modo del quehacer de la política. Queda en la moral y ética de cada integrante de esos partidos, en los articulistas, en los opinadores y público en general asignarle es calificativo que se merecen, de acuerdo a cada visión y personaje que haya hecho esa transmutación.
La jodida política, los jodidos polacos y las jodidas bondades, han hecho de esto un  país de desertores.
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