PRD, obligado a transformarse para enfrentar regresión autoritaria priista

Tras los resultados de la pasada jornada electoral del 1 de julio, los integrantes del Partido de la Revolución Democrática tenemos la obligación de hacer un análisis profundo sobre los elementos que contribuyeron a que nuestro partido se quedara en la antesala del triunfo.
Dicho ejercicio nos debe encaminar a sostener un debate abierto sobre el camino que la izquierda deberá seguir a partir de los próximos meses rumbo a los procesos electorales que enfrentaremos el próximo año, cuyo objetivo no debe ser la simple posibilidad de ganar elecciones, sino transformar al país por la vía institucional y de forma pacífica y alcanzar en 2018 la Presidencia de la República para ponerla al servicio de todos los mexicanos y todas las mexicanas.
Para lograr dichas metas, el PRD deberá concretar las reformas necesarias en la ley electoral para que el voto libre y secreto de los mexicanos y las mexicanas sea respetado, y no sean la influencia de los poderes fácticos y la presencia de recursos de dudosa procedencia los que determinen quién ocupa los cargos de elección popular en nuestro país.
Este plan debe correr en paralelo con las modificaciones que se necesitan concretar en materia de seguridad y revisión de instituciones financieras, pues mientras no se ataquen de tajo las ganancias económicas de los cárteles de la droga y se siga simulando que se lleva a cabo un combate al lavado de dinero, el crimen organizado seguirá incidiendo en el curso natural que debe tener la actividad política, influencia que de no frenarse podría acarrear nefastas consecuencias para la sociedad mexicana en su conjunto.
Internamente, el Partido de la Revolución Democrática está obligado a transformarse para enfrentar la regresión autoritaria que representa la llegada del PRI al poder.
Ello pasa por revisar a profundidad la política de alianzas que actualmente sostenemos con otras fuerzas políticas y diversos movimientos sociales como parte de un proceso que nos debe encaminar a la conformación de un partido con un claro sentido democrático y con mayor fortaleza y organización que con la que actualmente cuenta.
Dichas alianzas deben adecuarse a las necesidades y a los tiempos propios de cada una de las entidades del país en tiempos electorales, pues un partido que hace alianzas sin consultar a las dirigencias de sus estados y municipios y que impone desde su dirección nacional a candidatos sin respaldo ciudadano está condenado a reproducir los fracasos.
Para evitarlo es necesario revisar nuestros métodos internos de selección de candidaturas, reforzar las estructuras electorales en todo el país, llevar a cabo un efectivo trabajo de organización interna que detecte las debilidades que seguimos teniendo en el territorio, con un plan de acción que nos acerque con la militancia en cada una de las secciones electorales en que se divide el país.
Ello nos permitirá salir de la marginalidad en la que nos encontramos en gran parte del territorio nacional, avanzar más allá del 15 por ciento de la votación en las elecciones intermedias, ganar estados en los que históricamente hemos sido oposición y hacerle frente con efectividad al trabajo territorial que por años han venido realizado otros.
El próximo año nuestro partido enfrentará 14 procesos locales que pondrán a prueba nuestra capacidad de organización, en los que se medirá el impacto generado por el Movimiento de Regeneración Nacional de López Obrador, que para entonces ya habrá definido su conformación como partido político o su continuidad como asociación civil.
Independientemente de las alianzas que conformemos para enfrentar dichos procesos, el PRD tiene el reto de elevar su votación respecto a la alcanzada en 2010 en esos mismos estados. El objetivo para el 2015 es ganar el mayor número de diputaciones para fortalecer el proyecto de izquierda hacia los comicios de 2018.
La decisión recientemente anunciada por Andrés Manuel López Obrador de separarse de los partidos que conforman el Movimiento Progresista, acelera la necesidad insoslayable de convocar a un Congreso nacional que discuta con plena libertad el modelo de partido que requerimos para afrontar con éxito las elecciones de 2015 y 2018, en las que debemos presentarnos como la única y verdadera opción de izquierda, con la visión incluyente y unitaria que el país necesita para acabar con el pernicioso modelo económico que la derecha ha instaurado en perjuicio de la mayoría de los mexicanos.
Tras su congreso nacional, el PRD estará obligado a mantenerse como el más grande partido de izquierda en la historia de México y como el referente social que a lo largo de 23 años de vida ha sido capaz de aglutinar las exigencias y necesidades de millones de mexicanos y de mexicanas, al que sólo el fraude electoral ha privado de gobernar nuestro país en beneficio de sus millones de habitantes.

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