LAS HUELLAS DE LA VIDA

José Antonio Urbina Bello “El bardo costeño”

 ¡Tarantarantantaaaam! ¡Señoras y señores! ¡Jóvenes y señoritas! ¡Niños y niñas! Hoy es un día muy especial, por lo que el tiempo detiene un poquito su marcha, para contemplar la obra de un ser humano extraordinario y fuera de una serie común, que ha vestido de orgullo, poesías, cuentos y cantos a nuestro hermoso “lugar de mujeres” en las últimas cinco décadas… con ustedes: ¡Joséee Antoniooo Urbinaaaa Belloooo! El bardooo costeñooo.
Es un orgullo para esta columna periodística, reconocer, disfrutar y rendir un superrecontraarchirequetepitufibatimega-homenaje a nuestro artista del momento, citando la historia personal, familiar y cultural, que han dado honor y gloria a toda nuestra hermosiiiisima Costa Grande de guerrerense, pero sobre todo al ejemplo vivo de un hombre de campo, trabajador incansable y con la evidente vena literaria en la composición poética, la propuesta musical y el arte del cuento comunitario… y para la muestra, el botón, que relata su propio autor. Pero antes que nada, detenga su trabajo, apoltrónese en su sillón favorito, acomódese una coca cola al lado y predisponga su mente a leer una hermosa huella de la vidaaaa… Acto seguido, empezaremos con una hermosa melodía, con una tonadilla simpaticona, a ritmo de son cubano, que hace las delicias de los zihuatanejeneses…. y amigos que los acompañan… Hoy vuelvo hoy vuelvo al pueblo que… me vio crecer bendito puerto. Y traigo bajo el brazo una canción la escribí al son de mis recuerdos. Jamás podré arrancar de mi memoria la vieja Noria o el Almacén y no diré con quien pero en Las Gatas tardes tan gratas, las que pasé o contemplando el vuelo de gaviotas en playa de La Ropa, mil veces me enamoré. En playa de La Madera cuantas quimeras no forjé aquí juré, mientras no muera siempre a tus playas volveré Aprovechando que no he muerto bendito puerto, estoy aquí si entre tu gente yo crecí hoy te diré, ya nunca más te dejó que tengo yo que ir a buscar si no hay otro lugar como tú, Zihuatanejo. ¡Agüita de cooocoooo! ¿De quién más pues va a ser? Pues del “Marinero” y aquí vamos con su historia. “Yo nací en “El Cabritero”, pegadito al mar y a Petatlán; mis padres son Abdón Urbina Delgado y Anastacia Bello Mendiola, para quienes guardo todo mi amor, gratitud y cariño, pues juntos nos dieron la vida amorosa a Chico, Rafael, Víctor, Jorge, Abbdón, René, Nacho, Cuauhtémoc, Luis Manuel y a su servidor. ¡Tuvimos una infancia de la fregada! de ahí que si me preguntan que si quiero volver a nacer, pues yo les contesto que ¡pura fregada! ¡Noooo! Desde pequeños teníamos que regar un jardín de mi mamá, como de 42 m2; acarrear el agua de una noria que quedaba como a 200 metros de lejos y, de la mañana a la noche, ir a ordeñar las vacas, llevarlas a tomar agua, zanatear, encerrar los becerros y los mandados interminables del día; a la escuela íbamos de vez en cuando, pues mi padre fue sembrador de los buenos, por lo que teníamos que entrarle también a la limpia del terreno y de los surcos, como todo campesino en el mundo. Entonces, los juegos eran bonitos, pues hacíamos unos carritos de coco jimado, y con el puro hueso les dábamos forma de carros, los aventábamos a una barranca y ¡sepa dios como los hacíamos frenar” ¡rrrrrr! También tallábamos trompos y, una vez… sabra el señor cómo! Salió una bicicleta con los puros rines…. Y sobre de ella, toda la chamaquera. Algunas veces jugábamos beisbol con todos los nietos de mi abuela, que éramos como sesenta y nos tenía muy apretinados con el trabajo, para mantenernos. Al Cabritero le decían: “Las Coreas”, por los mitotes que se armaban y haciendo alusión a los conflictos mundiales e ideológicos de ese país asiático… pero luego se murió mi apá, por falta de atención a su diabetes, por lo que ahí empezó nuestro rosario de penurias… todo se vino abajo… mi madre sufrió mucho y no hubo un tío que, al menos, nos diera una palmadita en la espalda. Nos venimos a San Jeronimito, en donde nos acogió mi abuelo Ignacio Bello, que ése si era gente. Más adelante y para buscarle a la “chambeada” nos venimos a Zihuatanejo…. En donde Ñaño nos prestó un cuartito en su terreno de la colonia “Darío Galeana” pues era un señora ya legendaria debido a su bondad y solidaridad desinteresada, como los viejos de antes, pues… desafortunadamente, acaba de morir, pero de esas gentes, pocas. Luego luego Rafa, Víctor y yo le entramos a la chamba como peones de albañil y mi mamá que ya era el ser humano más maravilloso del mundo, se volvió más amorosa y comprensiva con nosotros, muy trabajadora siempre, pues bien trabajaba hasta 18 horas al día y parte de la noche… hacía los cuartos en el hotel “La Madera” y, en la noche, lavaba ajeno y, nosotros, ya ni veíamos si los hermanos pequeños iban a la escuela, pero ganábamos $120 pesotes a la semana, que entregábamos puntualmente a mi madre, que multiplicado por tres, pues ya equilibraban el ingreso familiar. Entonces, mi mamá pudo comprar un terrenito como de 600 metros a don Chucho Valencia. Y aunque era una casita de madera, pues ya teníamos casa en Zihuatanejo, que en ese tiempo era una chulada, pues miren, te ibas entre el monte hasta llegar al “palacio federal” o “La Casa de Piedra”, adonde ahora está el museo, pa´l otro lado encontrabas gente ahasta la calle “Nicolás Bravo” y adonde está “López Impresores” eran puras huertas. Y ¿qué creen? A los 22 años me casé con la mujer de mi vida: Lucía Correa Maciel, con la que dimos vida a Patricia, Verónica y Ana Laura, ¡tres hijas que son un amor! Y como ya tenía responsabilidades en donde no podía decir - ¡espérame tantito! – pues seguí en la albañilería, hasta que llegó Fonatur y empezó la construcción de Ixtapa y “el nuevo” Zihuatanejo. Allá construimos el hotel “Aristos”, Rafa era bodeguero y yo con la pala y el pico, pero me quedé de mozo de 7 a las 3 de la tarde y empecé a practicar de garrotero de 3 a 11 de la noche; para fines de diciembre ascendí de garrotero y en mayo pasé a mesero, pero de los meros buenos, no ch…y para cerrar el ciclo de hotelero trabajé en el hotel “Viva”, casi al final de la playa y ahí tuve que mantenerme, pues tenía que darle de comer a mi familia, pero no era mi destino, que dijera yo – ¡esto es lo mío… no! – Pero había una gran diferencia entre peón y hotelero… ahí andaba uno medio “ajotadito”, pero bueno… si no hubiera sido mesero, ahorita ya sería “maistro”. Pero mi verdadera pasión es el campo… sembrar, limpiar, ver crecer los árboles, es una belleza incomparable; siembras dos o tres matitas de sandía o melón y, el día que brotan… ¡no tiene comparación en la vida! El melón tiene una hoja ancha y amanece con un collarcito de perlas de rocío, por donde se nutre, todo este fenómeno natural es bien interesante y majestuoso. A mí me gusta platicar solo, y en el campo te platicas a tus anchas, con mis plantitas, les compones versos a los árboles… por estos motivos, nunca voy a soltar el campo. Así, cuando mi vieja me decía que fuéramos al centro, yo le contestaba: ¡Que al centro, ya me voy para la huerta! Luego trabajé en La Casa Sahuayo, con el Licenciado Falconi y su esposa Lupita, allí estuve diez años y muy feliz, pues descubrí que es más importante el aprecio y el ambiente de trabajo que lo que me llego a echar a la bolsa. Así, juntamos un dinerito y compramos una huertita y llegué a plantar hasta 500 árboles de todos los frutos que se dan en la región. En ese tiempo era bellísimo recorrer “La Ropa”, de punta a punta; y ahí hacía mis canciones y poemas, así nació “El Marinero”, que ya grabó el grupo “Petate” y veíamos al barcote “El Princess “, cuando llegaba o se iba. La canción de “Bendito Puerto” la hice en 30 minutos, es el vivo retrato de mi vida, bastó con ponerme a recordar mis vivencias, luego un poco de verso, rima y tonada, ya está, dije complacido conmigo mismo. Actualmente tengo casi 500 canciones, 200 poemas y docenas de cuentos, como el “Viejo Pescador” de ésos que vivieron antes que “El Canaima”. En ese tiempo todos nos conocíamos, y a mí me hablaban la gente de dinero, pero también me la pasaba con mis “maistros”, con los que trabajé, como el señor Tano Baños, Nacho y Luis González, Armando Bracamontes, Alfonso “El Güero” Bribiesca, Víctor Pérez, que después se metió a “la polaca”, también don Federico Alemán, que sabían de todo. Pero el desarrollo y el progreso pagó su precio… vean ahora a Zihuatanejo… Y ahí se cortaron los recuerdos de Toño, y aunque él no lo dice, porque su defecto es la sencillez, la humildad y la modestia, mantiene una enorme vena literaria que ha enorgullecido a su familia, a sus amigos y a sus paisanos, como un manantial inagotable de amor, de ternura y cariño. Es rebelde por naturaleza, y combate la injusticia y la falta de equidad, mientras profesa un amor inacabable a su mamá, a sus hijas, a sus nietos y a sus hermanos y comparte una hermosa amistad con todos los que le rodean, deleitándonos permanentemente con sus relatos y narraciones eminentemente costumbristas a través de su pasión literaria… y, este viernes 1º. De marzo, vamos todos a la presentación de su libro “Versos, Cuentos y Sueños Costeños” en la Casa de la Cultura, a las 17:00 horas…. ¡Prohibidooo faltaaarrrr!

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