¿DEMOCRACIA REAL O FICTICIA?

Por Cesar Gutiérrez Farías
La democracia es el poder del pueblo para la toma de decisiones, en la antigua Grecia, la participación en los asuntos públicos era directa, la definían como “libre comunidad de hombres libres”; por la complejidad de nuestras sociedades se tornó representativa, es decir, delegamos nuestro poder de decisión a otra persona y nos quedamos al margen, como simples espectadores. ¿Puede haber democracia donde existe ignorancia? El hombre libre es aquel que reflexiona ante sus decisiones, crítico con su sociedad y consigo mismo; no es la moda, los impulsos o la mercadotecnia política,  lo que lo hace votar a favor de cualquier candidato.
La democracia en sentido griego no es el voto de la mayoría, como se suele entender, sino el voto de la razón que la mayoría aprueba, pero además que se cerciora de que se lleve a cabo correctamente.
A nombre de la democracia se intenta ejercer una manipulación del pueblo, a través de la demagogia, del populismo, de las imágenes mesiánicas, de la falsa esperanza. La realidad se nos presenta día con día, el hambre de millones de mexicanos no se va por más horas que se esté frente al televisor, la miseria no desaparece con un bello discurso, ¿es posible que impere la democracia donde hay miseria?
La necesidad de formarnos como ciudadanos libres, es lo que permitirá no seguir con versiones degradadas de la democracia, no nacemos ciudadanos, sino que llegamos a ser tal a partir de nuestro compromiso y nuestra participación, con todos los elementos que se refieren a la sociedad.
Sólo puede haber democracia donde se lucha día con día por ella, entre más sea nuestra apatía por la política, menores posibilidades de cambio tendremos, como dice Aristóteles, “el hombre es un animal político por naturaleza”, por el simple hecho de vivir en sociedad, en el momento en que negamos la política, estamos haciendo política, porque asumimos una postura ante lo público; en cierto sentido todos somos políticos, es decir, en la medida en que nos interesan y nos afectan los asuntos públicos, el sentido peyorativo que puede tener ahora, es necesario modificarlo pero sólo podrá ser posible a través de la participación del ciudadano.
Nos dice Michel Foucault, acerca del poder, que no es un ente que se pueda poseer, no se tiene en sentido estricto, sino que el poder se manifiesta a partir de la acción, del ejercicio del mismo, ello implica que cualquier persona o grupo tiene la capacidad de ejercer una fuerza para contraponerse a una injusticia.
La propuesta sería entorno al ejercicio de una democracia participativa, forzar a las estructuras políticas a aplicar y crear nuevos modelos de vigilancia ciudadana, en muchos casos figuras que ya existen pero no tienen el peso debido, como ombudsman, plebiscito, referéndum etc.
Se puede transformar y mejorar el país, sólo con la participación de la ciudadanía en los asuntos públicos, no es el sujeto pasivo que delega su poder de decisión a un representante en las urnas, sino es el compromiso del seguimiento de las acciones tomadas por los gobernantes; la democracia para que pueda funcionar, implica necesariamente la participación de todos.

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