OPINION

Por Manuel Tello Zapata
Acapulco, luego de las tormentas

El Secretario de Trabajo y Previsión Social del Gobierno del Estado, Alberto López Rosas, dio ayer una explicación a su trabajo como ex Presidente municipal de Acapulco en lo relativo a la autorización de construcciones de vivienda y cambios de uso de suelos. La pregunta surgió del periodista Federico Sariñana durante el desayuno en el Club Cuicalli, que tuvo como invitado especial al propio López Rosas.

En este marco, se logró percibir que hay una lucha sorda entre este funcionario estatal y el Ex Gobernador del Estado Zeferino Torreblanca Galindo.
Sin embargo, Alberto se logró sacar la espina explicando que no dio ninguna autorización para construir en sitios de riesgo ni aprobó cambios de uso de suelo, ya que eso lo hizo el propio Zeferino, que ahora se quiere justificar echando las culpas a otros, como dijo López Rosas.

De acuerdo a los reglamentos respectivos, cuando se solicita a un Ayuntamiento el permiso para realizar una construcción grande, es necesario que esta la avale un Director Responsable de Obra, que es un Ingeniero o Arquitecto certificado por su respectivo Colegio. En Guerrero son pocos los DRO, como son más conocidos, y todos deben tener amplio prestigio en el desempeño de su profesión.
Es necesario que se investigue en todos los casos donde se presume riesgo en las viviendas construidas, quien fue el DRO respectivo para preguntarle por qué diablos emitió un dictamen que avala la factibilidad de cada proyecto. Porque cuando el DRO garantiza la seguridad, los ayuntamientos pueden otorgar los permisos respectivos lavándose las manos sobre cualesquier riesgo posterior.
No cabe duda que al ex Alcalde de Acapulco López Rosas le ha ido como en feria en su carrera profesional, especialmente después de que dejó el Ayuntamiento porteño y se incorporó al gobierno aguirrista. Cuando fungía como Procurador General de Justicia, estaba haciendo un excelente papel y se acercaba a la solución de los casos más sonados, cuando se dieron los fatales sucesos del desalojo de “Ayotzinapos”, que obligó a López Rosas a dejar el cargo y estuvo a punto de ser inhabilitado o ir a la cárcel.
Sin embargo, al confirmarse que muy poco tuvo que ver en ese asunto, donde la Policía Federal y los vándalos de Ayotzinapa fueron los principales protagonistas de los sucesos que cobraron tres vidas, López Rosas pudo reivindicar su nombre y se reincorporó a la administración estatal ahora como Secretario del Trabajo. 
Si es cierto lo que afirmó ayer en el Cuicalli, López Rosas volverá a salir bien librado de los hechos donde en Acapulco se cambió el uso del suelo y ambiciosas empresas con el apoyo de funcionarios municipales, se lanzaron a tapar el paso de ríos y barrancas para construir viviendas que sufrieron graves daños por el paso de los huracanes Manuel e Ingrid (por orden de aparición).
SE AFLOJARON LOS CERROS.
En Chilpancingo, donde también se dieron diversas afectaciones en asentamientos urbanos, las cosas son diferentes. Aquí se conjuntaron tres cosas: la necesidad de la gente más pobre por contar con un terreno para construir sus viviendas, la acción de “lucradores sociales” fraccionadores deshonestos y líderes políticos de todos los partidos, que sin importarles nada vendieron lotes a quienes creían en ellos, aunque fuera en el lecho del río, y la falta de energía y hasta corrupción de funcionarios municipales.
El Huacapa fue invadido por personas de todos los rangos económicos y sociales, que se comieron las zonas del río propiedad de la nación. Nuestros cerros, que hasta la llegada de Manuel e Ingrid eran fuertes como un roble y más seguros que el terreno plano, fueron los sitios a donde creció la mancha urbana capitalina mediante invasiones de terrenos de uso agrícola, que fueron fraccionados a tajo y destajo.
Aunque hoy se diga que fueron las autoridades municipales los principales responsables por haber autorizado todo este relajo, lo cierto es que hay tantos que tienen que ver en este caso, que difícilmente se podrá determinar culpa en algún sujeto especial. Sin embargo, los casos donde las viviendas resultaron seriamente afectadas, deberán ser objeto de indemnización, reconstrucción o en su defecto, reubicación. No hay de otra.
Fue tanta el agua que derramaron Manuel e Ingrid como nunca en la historia de Chilpancingo, que dejó “tembeleque” a todo el pueblo. Ahora que se han secado las tierras, la gente recuperó la confianza en que sus casas son seguras y es cierto. Salvo lo que Dios diga, difícilmente podrá haber otras tormentas como las que golpearon a Guerrero en septiembre.

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