MEMORÁNDUM

Por Gerardo Ruano Cástulo
*** ¿Qué culpa tiene la prensa de sus yerros en el proceso de comunicación?
A simple vista, el proceso de la comunicación es sencillo. Debe existir un emisor, el mensaje, un receptor y la retroalimentación. Ese esquema, que vimos en las escuelas y en los libros de texto, expresa mucho y es parte del éxito de muchos proyectos. Pero también, su mala aplicación puede generar grandes fracasos. La comunicación es fundamental para el crecimiento de la sociedad, y más aún, cuando se aspira en ésta, a mejorar los niveles de transparencia y honestidad.

Así es. Hace apenas unos días, acabamos de ver una historia, que en medio de todo lo que generó, al parecer habrá de tener un final feliz. La Auditoría General del Estado, por sus siglas AGE, por petición y exhortó del Congreso del Estado debería retirar la demanda para investigar la información filtrada sobre las cuentas públicas de algunos ex alcaldes, con lo que se pretendía llevar ante la autoridades a los periodistas que difundieron la información, a efecto de que revelaran su fuente. Algo, totalmente retrógrado para una sociedad que aspira a una mayor transparencia, y sobre todo cuando se trata de los dineros del pueblo.
Desde las esferas del poder se activa un proceso de comunicación. Las acciones de quienes gozan de un trabajo gracias al aporte de los impuestos de la población, envían mensajes que la gente, en su papel de receptor recibe e interpreta. Y viene lo mejor del asunto, se da la retroalimentación. Es decir la ciudadanía emite un juicio o con los hechos manifiesta su grado de aceptación o rechazo.
En ese sentido, el esquema de comunicación generado en éste episodio lamentable, nos envía un mensaje totalmente claro, de que muchos de los servidores públicos no están preparados para la retroalimentación. Y mucho menos en temas de transparencia y honestidad. Un tema, en el que poco se hizo énfasis, es que se trata de dinero público, y que luego entonces, a reserva de la filtración o no de la información, el punto es que todos los actores políticos deben estar preparados para cerrar de manera correcta el ciclo de la comunicación. En pocas palabras, estar preparados para la retroalimentación.
La intolerancia con que se actuó desde la AGE, sin importar que su denuncia iba en contra del secreto profesional de los periodistas, y la lentitud con que se actuó desde el Congreso del Estado para tomar cartas en el asunto. Hasta el punto, de que los periodistas se manifestaran en la sala de plenos y después fuesen recibidos por el presidente de la comisión de gobierno. Es una muestra elocuente de que hace falta mucho en la cultura de una buena comunicación. Especialmente en las esferas del poder, desde donde la retroalimentación no parece formar parte de su diccionario.
En cualquier actividad de la vida, se debe estar preparado para convivir con la retroalimentación. Un modesto zapatero que no arregla bien un calzado, debe saber que vendrán como retroalimentación los reclamos. Las grandes empresas, si no ponen especial cuidado en la calidad de sus productos, deben esperar en retroalimentación que sus ventas vayan a la baja.  
En el caso del Congreso y la AGE, es evidente que su imagen en materia de transparencia y honestidad sigue a la baja. Dicen que la retroalimentación que reciben los políticos se refleja en las urnas. Tal vez ese no sea el camino. Lo ideal, es que ésta experiencia, sirva para contar con actores políticos de mayor calidad de respuesta ante la retroalimentación. Y especialmente, cuando se trate de dineros públicos. Por qué, ¿Qué culpa tiene la prensa de sus yerros en el proceso de la comunicación? Esa es la cuestión.

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