MEMORÁNDUM

Por  Gerardo Ruano Cástulo

*** Adolfo; ya lo sabía

El barco no podía zarpar. Estaba varado desde hacía tres días. Una falla mecánica era el motivo. Los ingenieros de sistema no encontraban la raíz del problema. Repasaban una y otra vez los planos de la nave, buscando cuidadosamente, los posibles lugares en donde se hubiese registrado la falla. No encontraban nada.

El capitán estaba fuera de sí. Realmente se veía molesto. Necesitaba zarpar cuanto antes, puesto que tenía que entregar un cargamento importante de mercancía. Al ver esto, un miembro de la tripulación, que había navegado en otros barcos, se le acercó para comentarle: “Si me lo permite señor, en este pueblo conozco a una persona que es muy buena para arreglar barcos”.
El hombre al mando lo volteó a ver sorprendido. De primera no le creyó. Aunque movido por la necesidad, no le quedaba otro camino que confiar, de tal suerte que le pidió que buscara a la persona y la trajera al barco.
El ayudante salió de inmediato a la búsqueda. Después de preguntar por un rato, recibió la información y encontró al hombre que necesitaba, quien aceptó ir con él hasta el barco. Ya en la nave, el capitán lo vio diferente a los ingenieros que buscaban la falla. Por lo que se dijo hacia sus adentros, “éste hombre no parece saber nada de barcos, se me hace que es una pérdida de tiempo”.
El capitán pensó en lo divertido que sería ver a esa persona buscado una falla en un barco impresionante, por lo que decidió acompañarlo, en aras de quitarse un poco el stress. Cuál fue su sorpresa, que al cabo de un ratito y un breve recorrido, el hombre pidió solamente un martillo. La herramienta le fue proporcionada y aplicó tres golpes en una zona del sistema. Luego de esto, el barco volvió a funcionar normalmente. Todos quedaron sorprendidos.
Ahora venía el tiempo de pagar la cuenta, el hombre le dijo al capitán, “son 5010 dólares”. El hombre a cargo se sorprendió, hasta casi irse de espaldas. Entonces le hizo el desglose de la cuenta: “son 10 dólares por dar tres golpes. Y 5000 por saber en dónde dar los golpes.”   
Bien se dice que la información es la mercancía de los reyes. Que quien tiene el conocimiento va muchos pasos adelante. Lo vimos recientemente en la elección de la sección séptima del SUSPEG, en donde la tranquilidad y ecuanimidad que mostraba el líder estatal, Adolfo Calderón Nava, denotaba que sabía el escenario que se venía. Aparte de mostrar su total imparcialidad como árbitro de la contienda.
Creo que Adolfo Calderón estaba bien informado. Conocía que habría una buena competencia. Pero más aún, sabía que la planilla roja, encabezada por José Manuel Nava Oliveros, traía un paso ascendente y que podía ganar la elección, tal y como sucedió el 27 de marzo. 
Adolfo Calderón tenía información clara de que tres planillas, de las cinco participantes, estaban en la lucha por la dirigencia seccional. Y que de ellas, la que mejor paso traía, porque en los sondeos iba en ascenso, era precisamente la roja. La naranja llegó a un tope. La verde venía en descenso. En la última semana, previa a la elección, se veía que todo podría pasar, y no se descartaba, el triunfo de la roja, porque se había mantenido en constante crecimiento. Al final, para el líder del SUSPEG no fue una sorpresa el resultado, porque tenía información oportuna.
No hay duda, que la información es una mercancía de alto valor.
PARA ESCRIBIR A CASA: Se desvanece la alternancia en Chilpancingo, luego que Jorge Salgado Parra ha regresado al PRI. Esa es la cuestión.

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