Memorándum

*** En el día del maestro

Gerardo Ruano Cástulo
La maestra Tomasa era conocida por su forma estricta de ser. Todos sus alumnos la respetaban. Algunos hasta le temían. Dura como era, solía traer a raya siempre a uno de sus alumnos. Este era el caso de Pedrito. Un pequeño que iba a la escuela mal vestido, la mochila sucia, los cuadernos maltratados y con poca dedicación al estudio.

No había día, en que la maestra Tomasa no diera vuelo a sus comentarios duros sobre Pedrito. Aquella mañana, al verle mal arreglado y con los zapatos rotos, se volcó sobre él para decirle, que no debería ni siquiera ir a la escuela. El pequeño aguantaba todos los comentarios en silencio.
Cierta vez, justo cuando la maestra Tomasa se ensañaba con Pedrito, pasaba la directora por el lugar. Ella escuchó todo, así que mandó llamar en privado a la maestra. Sin decir palabras, cuando la tuvo enfrente, puso en sus manos el historial de Pedrito en la escuela. Le pidió que se llevará el documento a casa y que lo entregara al día siguiente.
Esa tarde, después de comer, la maestra comenzó a leer las anotaciones que había sobre Pedrito. La maestra de segundo año había escrito: “Pedrito es el mejor alumno de la clase. Es el más inteligente, y creo que le espera un gran futuro.” El de tercer año, había anotado: “Pedrito es el más dedicado de los alumnos. Tiene una gran inteligencia y va con rumbo al éxito.” Para cuarto año, se leía: “Pedrito ha bajado su rendimiento. Creo que le ha impactado la noticia, de saber que su madre está enferma”. Para quinto año, se podía ver en el historial: “Pedrito ya no es el mismo. La muerte de su madre le ha afectado muy duro. Ha perdido el interés por estudiar y superarse.”.
Después de culminar la lectura, la maestra Tomasa lloró como nunca aquella tarde. A la mañana siguiente, después de regresar el expediente, dio su clase con una gran inspiración. Trató a sus alumnos de manera extraordinaria, especialmente a Pedrito. Ahora, aquel pequeño se había convertido en su alumno preferido.
Llegado el tiempo de la navidad, los niños llevaron regalos a la maestra. Todos, algo de cierto nivel económico y en cajas bien envueltas en papel para regalo. En cambio, Pedrito llegó con un regalo envuelto en papel periódico. Sus compañeros se rieron. No así la maestra, quien después de pedir silencio, abrió el regalo de Pedrito. Se encontró con una pulsera cuyos detalles estaban incompletos y un frasquito de perfume usado. Ella tomó la pulsera y se la puso. Luego se untó el perfume y abrazó a su alumno. Entonces Pedrito gritó: “Maestra, hoy usted huele como mi mamá”. Las lágrimas casi se le ruedan a la maestra. Aquella tarde, Tomasa se la paso llorando como nunca.
Pedrito recuperó el interés de estudiar. Pasados los años. La maestra fue invitada a una boda para ser madrina. Se casaba el Dr. Pedro Rodríguez. Si, el mismo pequeño al que traía cortito. Ésta vez que se encontraron, se volvieron a abrazar. Ella llevaba puesta la pulsera y untado el perfume. Pedro le volvió a decir que olía como su mamá. Llorando le dijo: “Gracias maestra”. Entonces, Ella respondió: “Gracias a ti, porque fue por ti, que recupere mi esencia de maestra que había perdido. Tú me hiciste mejor persona.”
Felicidades a l@s maestr@s. En especial, a un gran amigo, quien hoy dirige los destinos en el Comité Central Ejecutivo del SUSPEG, Adolfo Calderón Nava. Esa es la cuestión.

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