¿Quién es responsable del desastre en Guerrero?

El asesinato del candidato del PRI a la alcaldía de Chilapa, Ulises Fabián Quiroz, es una muestra más de la tragedia que actualmente vive Guerrero. Nuevamente, la violencia extrema se cobra la vida de otro guerrerense y de paso, enturbia el delicado proceso electoral que actualmente se desarrolla en la entidad.

¿Quién responde por la muerte de todos esos guerrerenses que día con día pierden la vida a manos de la delincuencia? ¿Un gobernador incompetente que insulta a la ciudadanía al disfrazar su incapacidad de una fantasía personal a la que llama “tolerancia extrema”? ¿Un partido político como el PRD que prefiere evadir su responsabildad con tal de evitar la catástrofe electoral hacia la que se dirige? ¿Quién está a cargo de algo en Guerrero? ¿A qué autoridad acude una sociedad que vive un estado sin ley y a la que no le queda más que presenciar la lucha fratricida y mezquina de políticos a los que solo interesan sus carreras y carteras personales?
Diez años de gobiernos de izquierda tienen a Guerrero de rodillas y al borde del abismo. El nivel de descomposición que vive el estado es resultado de la miseria política y la rapacidad administrativa de sus últimos gobiernos. La impunidad se ha impuesto gracias a la colusión que durante años han establecido autoridades y delincuencia para exprimir la endeble condición de un pueblo trabajador del que se han aprovechado sin reparo.
Quienes hoy gobiernan son responsables del retroceso social, económico y político que ha puesto a Guerrero a la cola del desarrollo en nuestro país. Incapaces de reconocer sus errores y admitir el daño que han infligido a los guerrerenses, los candidatos de la izquierda se muestran indiferentes y vuelven a pedir un voto a cambio de promesas vacías y resultados desastrosos. Sin argumentos, prefieren descalificar y minimizar la violencia a la que han contribuido a fin de evitar el reclamo de una ciudadanía que no tiene nada qué aplaudirles.
El PRD y sus gobernantes abandonaron a la sociedad guerrerense desde hace años. Ese partido de izquierda que surgió con la promesa de cambiar años de vicios, hoy es el emblema de la corrupción, la impunidad y la complicidad que se ha cobrado la vida de miles de guerrerenses. No sólo es el candidato de un partido opositor, son también los 43 estudiantes de Ayotzinapa y el incontable número de ciudadanos que han caído a manos de una delincuencia sin control, a la que un amplio sector de la clase política perredista ha sostenido y fomentado con intención o por mera indolencia.
Con tal de mantener sus privilegios, los perredistas impulsaron la continuidad de un gobernador incompetente y mañoso cuyo grupo de académicos saquea sin control las arcas del Estado. Con tal de inflar sus carteras, aceptaron sus sobornos aún sabiendo que tal dinero provenía de recursos públicos. Con tal de no perder más votos, ignorarán su inacción, conscientes de que no hará nada por frenar la espiral de violencia mientras insiste en su pobre idea de “tolerancia extrema”.
Esa es la clase política que hasta ahora gobierna Guerrero. Esa es la misma izquierda que hoy intenta desesperadamente negar su pasado reciente y con cinismo pide el voto de los guerrerenses. Motivos sobran para enfurecerse con ese PRD que se ha convertido en la peor versión de aquel pasado que con fuerza criticó y reprobó.
No extraña que sea hoy el PRI quien encabeza con gran ventaja las encuestas en Guerrero. Sin mucho escándalo y de la mano de un candidato con larga trayectoria política y perfil sobrio, los priístas se presentan como una opción frente al caos y la conflictividad que caracteriza la guerra constante de tribus al interior del PRD. Si a ello sumamos el desastre en el que se encuentra el Estado, combinado con un gobierno inoperante y candidatos con poca fuerza y arraigo, el escenario es poco alentador para la militancia perredista. Tal vez, llegó para este partido el momento de la bofetada electoral.
Es tiempo de exigir las debidas responsabilidades y frenar la impunidad con la que se conducen quienes, por votos o acuerdos cupulares, tienen en sus manos la encomienda de gobierno. El hartazgo frente a estos diez años de gobierno perredista es patente. Seguramente, la elección será un buen termómetro del descontento compartido entre la sociedad guerrerense hacia esa izquierda que ya no representa las causas que le dieron origen.

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