EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ

MAX ÁVILA

Por Ramón Durón Ruíz
Francis Bacon afirmó: “La lectura hace al hombre completo; la conversación, ágil, escribir… preciso” Hace tantos ayeres, que ya ni me acuerdo ¿Cuántos?, tres queridos personajes de mi tierra: Juan José Guevara López (+), Profr. Raúl García García (+) y Maximino Ávila Hinojosa, me ayudaron con su trabajo escritural, a que me enamorara del oficio de la palabra y con el tiempo entendiera, que mi camino es aprender a escribir.

Juan José Guevara y Maximino Ávila, con la excepcional revista “Matices”, el Profr. Raúl García con su libro “Las andanzas de Don Arnulfo: Un Poeta Popular” ambos –revistas y libro– los leí incontablemente, atrapándome para siempre en el oficio de escribir.
Escribir, es proyectar nuestro mundo interior; es tener algo que comunicar y hacerlo con tal vehemencia, precisión, claridad y sencillez, que sea entendido hasta por nosotros. 
Escribir, es en los entretelones del tiempo, vivir para vencer la muerte; escribir, es trasmitir emociones, ideas, pasiones y sentimientos; escribir, es hacer juegos malabares con nuestros silencios y con la palabra, para explicarnos a nosotros mismos el mágico universo del verbo. 
Escribir, es empoderarte de la vida; es llenarte de energía al perseverar para enfrentar y vencer el miedo del renglón primero; escribir, es con una imaginería ilimitada cocrear la realidad, expresando cosas espectaculares con palabras sencillas,  es plasmar la auto comprensión de la vida; escribir, es entender que la palabra tiene poder que hace levantar vuelo al hombre para ir más allá de sus límites.
Escribir, es tener la sana adicción para seguir adelante; escribir, es no rendirte ante el error, es prepararte para el elogio o la crítica; escribir, es entender que cada página que se garapatea es una enseñanza que se abre… y otra que se cierra.
Pues Max Ávila –de origen Profesor de Primaria, egresado de la Benemerita Escuela Normal Federalizada de Tamaulipas; Lic. en Sociología por convicción, egresado de la Universidad Nacional Aútonoma de México; desde hace más de cuatro décadas es Periodista por vocación– ha sorprendido a propios y extraños con una novela que cautiva al lector: “Erase un periodista”
Su novela, se suma a las innumerables aportaciones al periodismo y la cultura, que le han hecho acreedor de multiples reconocimientos, independientemente de que su columna “Polvo en el Camino” goza de amplia credibilidad en la opinión pública de mi tierra.
“Erase un periodista”, es una novela que en sus 31 capitulos atrapa al lector, el personaje central pondera el periodismo de la frontera, especialmente el de Reynosa; tiene varias uniones libres, la última con una periodista que que se ve afectada con cáncer en un seno, mientras él es afectado por tres infartos, ambos sobreviven la tragedia de la enfermedad. Él es invitado a que se retire del periodismo, pero se resiste a retirarse porque es su oficio de vida. 
Le auguro y deseo muchos éxitos con su novela, a uno de los decanos del periodismo tamaulipeco: Max Ávila. Concluyo con el ingenio de Don Arnulfo Martínez, publicado por el Profr. Raúl García en el libro “Las andanzas de Don Arnulfo: Un Poeta Popular”, relativo a la invitación que los gobernadores de Texas hicieran –en su tiempo– a los gobernadores de Tamaulipas para mantener reuniones de trabajo, el verso fue dedicado a un gobernador que a pesar de ser un hombre de edad adulta… ¡no se había casado!:
“Es la tercera ocasión
en que el jefe del Estado,
recibe la invitación,
para ir a al otro lado.
Por ser universitario,
y estar muy bien preparado,
el Congreso del Estado,
consideró innecesario,
hacer tal recomendación,
para que no echara malas,
tal vez por esa razón…
¡ÉSTE SÍ SE DIO GUSTO EN DALLAS!”

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