Médula

Inconformidad del PRD no llega a conflicto

Por Jesús Lépez Ochoa
Las acusaciones del PRD contra el triunfo de Héctor Astudillo Flores no llegan a ser un verdadero conflicto postelectoral, ya que se trata solamente de eso, acusaciones, que se deben tomar como tales en tanto no haya elementos contundentes de prueba que ratifiquen los desafortunados dichos del dirigente nacional Carlos Navarrete y la ya ex candidata Beatriz Mojica Morga.

Dichos señalamientos sobre la supuesta participación del crimen organizado en favor del candidato del PRI-Verde el día de la elección, en nada ayudan a la reconciliación de Guerrero, un estado que necesita avanzar en la búsqueda de la estabilidad social y política para salir del estancamiento económico.
La corriente dominante del sol azteca, conocida como Los Chuchos, no tiene interés alguno en la reconciliación del estado, ni siquiera en la reconciliación de la propia izquierda que está dividida en tres frentes: PRD, Movimiento Ciudadano y Morena. Lo que le ocupa y le desespera es el propio desgajamiento al interior del perredismo.
Esto es evidente por la falta de autocrítica sobre su campaña política. Para la dirigencia perredista, equipo de campaña e incluso para los advenedizos que se acercaron buscando posiciones en el gobierno, no se cometieron errores ni se equivocó la estrategia. Les ganaron, dicen, porque se compraron votos, porque hubo intimidaciones y porque algunos candidatos de otros partidos no quisieron declinar por su candidata.
Con esa postura el PRD busca recuperar la cohesión de sus fuerzas. Las necesita para iniciar acciones políticas que le permitan constituirse no como la oposición de facto que ya es después del 7 de junio, sino como la gran fuerza opositora de la izquierda, sobre todo porque Movimiento Ciudadano y Morena serán igualmente opositores, pero cada quien por su lado.
Lo que no toma en cuenta la dirigencia amarilla es que la estrategia de reparto de culpas se le está revirtiendo, porque acusando acepta que pese a llevar muchas campañas políticas en su haber y a ser gobierno desde hace diez años en Guerrero, los responsables de la campaña de Beatriz Mojica no estaban preparados para todo eso que acusan y que no es nada nuevo en las campañas políticas ni de esta entidad ni de ningún otro estado del país.
La prueba está en que al reconocimiento del triunfo de Astudillo por parte del gobernador, Rogelio Ortega; el presidente del Congreso, Bernardo Ortega;  el del alcalde electo de Acapulco, Evodio Velázquez Aguirre y al del ex candidato del Partido Humanista, Alberto López Rosas (que declinó en su momento por Mojica), se sumó el de David Jiménez Rumbo, líder de Grupo Guerrero, corriente que en el estado es de similar o mayor importancia que Nueva Izquierda a la que pertenecen los dirigentes nacionales y la propia ex candidata.
A la corriente de Rumbo que llamó a Astudillo “mi gobernador”, pertenece además el dirigente estatal del PRD y ex coordinador de la campaña de Beatriz Mojica, Celestino Cesáreo Guzmán, lo que indica que se va quedando sola y únicamente con el respaldo de Los Chuchos, tal como inició su campaña. El conflicto quedó en simple inconformidad.
Al parecer, el peor error, de los muchos que cometió en el proceso electoral, ha sido el intento por deslegitimar una diferencia de 85 mil votos con acusaciones infundadas para legitimarse como oposición.  Haría bien en dar un paso adelante y comenzar a tratar de consolidar acuerdos con los demás partidos para construir una oposición unificada en el Congreso donde el PRI tendrá mayoría frente a todos los partidos juntos. 
La página electoral ya pasó. Hay que dar la vuelta para leer lo que sigue y que no los agarre desprevenidos, confiados y enaltecidos. De los errores se aprende. Sólo hay que saber reconocerlos.

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