MEMORÁNDUM

*** Adolfo; el sello distinto en SUSPEG.

Gerardo Ruano Cástulo
En sus ojos se reflejaba el miedo. Empujado por su amigos, estaba ahí listo para lanzarse en vuelo de vela. El paisaje era grandioso, sin embargo, eso no era apreciado por Joel, quien sudaba frío por el temor. El vuelo comenzó, las manos temblaban y se soltaron de la barra, el joven caía irremediablemente. Los servicios de emergencia le trasladaron al hospital central.

Joel sufrió tremendas fracturas y los golpes en el cráneo lo dejaron postrado en coma. Se recuperó de las lesiones, más seguía dormido. Sus familiares sufrían. Lloraban a un lado de la cama de hospital. Y hasta, había surgido el debate sobre si debieran esperar su regreso o pedir que desconectaran todos los aparatos que le ayudaban a seguir luchando por la vida.
Nadie quiso echarse la responsabilidad de “ayudarle a bien morir”, dicen irónicamente quienes aman la muerte, mientras lo que aman la vida, le dicen “Eutanasia”, y en términos más crudos “un vil asesinato”. No hubo, pues, quien cargara con eso en su conciencia. Optaron por esperar.
Dos años de paciencia rindieron fruto. Joel comenzó a registrar movimiento. Siguió progresando con los días, hasta que abrió los ojos. Más tarde pudo sentarse en la cama. Hasta que, por fin, regreso a caminar. El siguió al pie de la letra los ejercicios de recuperación y en unos meses se veía como nuevo. Como si nada le hubiese ocurrido. Después de eso, siguió una vida distinta. Ya no estaba ahí el muchacho temeroso. Ahora se le veía una mirada con decisión. Logró culminar sus estudios, abrió buenos negocios y los deportes extremos se hicieron su pasión.
Años después, con el mismo equipo que lo vio caer, fueron al vuelo en vela, no resistieron en preguntarle: “¿Seguro qué te lanzarás?” Su respuesta fue: “Si Dios me sacó del coma, ¿Creen que ahora el miedo me va a detener?”
Así es, en la vida pasan experiencia fuertes, que nos hacen mejores personas. Joel se dio cuenta que la vida es para dar y disfrutar y no para vivir presa del miedo y el egoísmo. Después de pisar el umbral de la muerte, sabía que tenía una grandiosa oportunidad de escribir una historia distinta.
Cuando escribo éste tipo de historias, me viene a la mente, el trabajo de un magnífico líder, Adolfo Calderón Nava, quien se ha distinguido por venir haciendo historia en el SUSPEG. Desde que le conocí y comencé a fortalecer una amistad con él, sentí un sello diferente. He visto cómo, a diferencia del resto, él se interesa por los asuntos de los trabajadores. Me agrada ver, cuando ya tiene soluciones y es él quien busca a las personas y no está esperando a que lo vayan a ver. Es una persona con el don de la humildad.
Vive lejos de los vicios. Y su forma de actuar, es apegada a quien sabe que tiene la misión grandiosa de servir a los demás. Por eso no es casual, que los liderazgos más fuertes y representativos le hayan seguido en un proyecto único para su sindicato. Y tampoco lo es, que le hayan respaldado en apoyo del ahora Gobernador Electo, Héctor Astudillo Flores.
El punto es, que el liderazgo de Adolfo Calderón Nava es distinto. Característico de alguien que está comprometido con ser mejor persona. Y también, acorde con alguien que después de haber vivido una experiencia como la de Joel, ahora sabe, que la vida es para hacer algo que deje huella. Adolfo, como se le dice al amigo, lo está haciendo. Esa es la cuestión.

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