Memoria De La Costa Grande

Memoria De La Costa Grande

“El sistema político mexicano ha sido una intrincada colusión de empresarios y políticos […] también ha sido un régimen en amargo conflicto interno, entre caciques tradicionales y diversos reformadores nuevos, algunos actuando dentro del sistema y otros fuera…” Pero todo este reconocimiento tiene una conclusión, que aunque parcial, es contundente, pues se afirmó y confirmó, inequívocamente, la regla de oro en las disputas nacionales e internacionales, que en toda lucha ideológica y armada el fondo es el poder… no hay más, y sólo quedaría ir diseñando un rostro social más humanitario.

Los capítulos mexicanos. En lo que respecta a México, en su historia se marcan una serie de sucesos que dejan huellas de pasado indígena, de gran esplendor cultural, de vestigios indígenas y grandeza pre-cuauhtémica, hasta la colonización “semi-feudal”, agresiva y saqueadora española, casi llegando a extinguir las generaciones indias autóctonas de Mesoamérica, el Caribe y Sudamérica, reconociendo que el intercambio tecnológico y de cultura vino a enriquecer los acervos humanos de Europa, América y Asia; de luchas intestinas y fratricidas durante casi cien años entre conservadores e independentistas; de dictadura porfirista cruel a fines del siglo XIX y principios del XX, de heroísmo y dignidad, de bravura desbocada y valor desmedido en los campesinos, en los obreros y en los círculos indígenas que llegaron al nivel del ¡ya basta! revolucionario y neo-zapatista para imprimir otro rostro social a la nación mexicana.
La Reforma Agraria quedó pendiente en su fondo y rezagada en su forma hasta casi el olvido, junto a sus efectos demagógicos, mientras los capitalistas extranjeros, los latifundistas nacionales y las autoridades estatales y locales refundaban y magnificaban sus latifundios hasta la llegada de Lázaro Cárdenas del Río, que durante todo su sexenio se dedicó a revitalizar el campo y a reivindicar la figura del campesinado, del obrerismo y el indigenismo mexicano, aunque no siempre con resultados favorables pero si gratificantes para todos los luchadores sociales que defendían a las étnias, a los campesinos, a los obreros, y sobre todo, a la dignidad humana.
 Más allá de los conceptos a favor o en contra de lo que pudiera ser la justicia social, la democracia transparente, el respeto y la libertad integral, en México se han sostenido focos guerrilleros de mayor o menor eficacia, pero que han tenido diversos “despertares”, tanto para las clases desposeídas como para las fuerzas gubernamentales, en las que se incluyen como aliados, al clero secular y al ejército cupular.
 Y aquí es preciso ahondar en los casos revolucionarios que han pretendido cambiar las estructuras geográficas, políticas y sociales en el suelo mexicano, con visiones y resultados matizados en versiones de color ocre… lo que es palpable y comprobable es que los movimientos armados en Latinoamérica nunca han dejado más que secuelas de dolor, muertes, desintegración familiar y comunitaria, con visos de desapariciones, persecuciones, torturas y arrasamiento regional, pero eminentemente justificable ante la desesperanza, el hambre y el abandono social de los campesinos, los obreros y los indígenas, como se especificará más adelante. Aunque también es insoslayable que han servido para impactar a los gobiernos en turno y desencadenar una serie de reacciones insospechadas en los diversos círculos sociales, intelectuales y humanísticos, en cada región, entidad federativa o en el perímetro federal, para sus relativos análisis, empezando por efímeros efectos infraestructurales como carreteras, escuelas, clínicas y un incipiente comercio.
Histórica y militarmente puede concebir y observarse a la guerrilla, como: “Una forma de organización militar que ha sido utilizada por fuerzas irregulares, pero representativas, en muchas de las facetas de la historia mexicana, para enfrentar a un enemigo más fuerte y mejor pertrechado, como lo pueden ser las fuerzas armadas oficiales que se encuentran al servicio del gobierno federal en turno. Su característica principal es la de realizar acciones con un número reducido de milicianos, capaces de llevar a cabo acciones relámpago, en centros neurálgicos y contra personas adineradas, para después ocultarse entre la población civil o en  las montañas, donde operan sin arriesgar demasiado a sus elementos y con el pertrecho de zonas de difícil acceso y apoyados por pobladores y simpatizantes a su causa”.
Se piensa y se puede comprobar que en México sus primeras apariciones ocurrieron durante la guerra de independencia, impulsadas y llevadas a cabo por Vicente Guerrero Saldaña, tras la muerte de Morelos, durante el proceso independentista y parapetado en las montañas del sur mexicano.
 De la misma manera, “La guerra de guerrillas” fue usada durante La Revolución Mexicana en donde varios jefes como Francisco Villa y Emiliano Zapata, en el norte y sur de la república, respectivamente, la utilizaron en diferentes momentos y oportunidades.
 Abundando en los ejemplos sobre este “grito desesperado” de las esferas comunitarias más menesterosas, se detecta que también fue la forma principal de lucha de la revuelta cristera, primordialmente en los Estados de Jalisco, Michoacán y Guanajuato, cuando el reloj civil cursaba la década de los 20´s. 
 De la misma forma y en la voz y pluma de Enrique Krauze se puede inducir que la propuesta socialista, una vez terminada la secuela de la Revolución Mexicana, se canalizó a través del Partido Comunista, siendo el más antiguo sistema de oposición y fundado en tiempos de Carranza, con minoría relativa pero combativo, honesto, disciplinado, con un enorme fanatismo sobre su ideología y sus propuestas de solución, adonde iban a dar las afiliaciones políticas de los guerrilleros bisoños o los que se habían cansado ya y sólo buscaban que sus ideas, experiencias y acciones fueran escuchadas, y en entretelones, buscar y posicionarse en algún peldaño político en la burocracia gubernamental.
A pesar de que en su momento apoyaron la candidatura de Alemán, que a la postre está catalogado en su generalidad como uno de los gobiernos más corruptos que se recuerden en México, éste cancela el registro político de los comunistas y muchos de ellos pasan el sexenio en la cárcel, perseguidos o exiliados.
 Ante este obstáculo insalvable, el partido comunista hace crisis entre sí y sus mismos miembros se expulsan, se excomulgan, se persiguen, delatan y finalmente, ante el acoso exterior e interior de su país, esperan tiempos más propicios para la consolidación del pensamiento socio-marxista.
 La vida política en el México institucional transitó bajo una hegemonía del partido en el poder, siempre “todopoderoso”, eminentemente populista, retrógradamente demagógico y electoralmente clientelar… arrasante, arbitrario y represor, embarrándose las manos de dinero, lodo y sangre. (Desde el hermoso “lugar de mujeres. Raúl Román Román. El Indio de Iguala).

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