MEMORIA DE LA COSTA GRANDE

Las generalidades de los movimientos sociales insurrectos.

En 1956, el gremio de los maestros se movilizó en todo el país por las demandas de siempre: aumento salarial y democracia sindical. La Sección IX del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación (SNTE) con sede en el D.F. era liderada por el guerrerense Othón Salazar y Encarnación Pérez, y toma como medida la separación del sindicato de la CTM, para que a su vez surgiera el Movimiento Revolucionario Magisterial (MRM), con una inocultable inclinación hacia la ideología socialista y prácticas de la llamada izquierda mexicana.

 Pronto y de forma expedita, sus líderes fueron encarcelados, sus bases reprimidas y perseguidas para un nuevo planteamiento corporativo. Era la fórmula mágica en contra de cualquier expresión contraria a los intereses del partido político-gobierno.
 En los mismos años 60`s, los gobiernos en turno mostraban una intolerancia política, social y sobre todo ideológica, ya que habían sofocado represiva y violentamente las manifestaciones de los ferrocarrileros, entre los cuales se destacaban los liderazgos e iniciativas de Demetrio Vallejo y Valentín Campa, alternadamente, a la de los maestros y los médicos, pretendiendo justificar y aparentar que eran brotes aislados e inesperados; pero al paso del tiempo estas inconformidades sociales se agudizaron y se profundizaron desde los estratos más desprotegidos hasta las capas sociales un tanto más sólidas y consistentes; la inconformidad se fue generalizando, ya que en este deslizamiento temporal también gran parte de las clases sociales dependientes de los grandes capitales y de su tecnología ven mermadas determinantemente sus capacidades adquisitivas, no tan sólo en los satisfactores materiales sino en los planos de salud, de educación, vivienda y cultura, lo que agudiza el problema de la distribución de la riqueza natural y social.
 Para 1962, un antagonismo empezó a formarse entre dos prototipos comunitarios en el Distrito Federal, la figura y la estatura del estudiante universitario y combativo ante la presencia autoritaria a favor de la fuerza desmedida del policía y el granadero oficial, inequívocamente antagónicos, inevitablemente contradictorios y contrapuestos por las actividades y fines que uno y otro han tenido hasta nuestros días.
 Aunque no todos los estudiantes manifestaban sus tendencias de izquierda, ésta se encontraba arraigada en la conciencia juvenil y estudiantil del momento, que canalizaban las voces del obrero, del campesino y de los trabajadores de la clase media, entre los que se mezclaban artistas, escritores, comerciantes de pequeña y mediana escala y un sin fin de trabajadores urbanos, que iban siendo instruidos ideológicamente a la salida de las fábricas o en sus domicilios, así como en las reuniones organizativas en el campo mexicano, sobre todo en las regiones del sur, con sus respectivos encarcelamientos de líderes y revueltas estudiantiles.
 Los enfrentamientos en las calles se recrudecían y era cada vez más difícil sujetar a los manifestantes, por lo que los mecanismos de represión se profundizaron y se especializaron… pero la historia tenía que seguir.
 Aún mucho después de la Revolución Mexicana, algunos dirigentes agrarios como Rubén Jaramillo utilizaron a la guerrilla en la articulación de grupos de autodefensa en el Estado de Morelos, como se documenta en otras investigaciones relativas a sus casos específicos y por sus contextos particulares, aunque una vez amnistiada, la familia Jaramillo fue acribillada en Xochicalco, de forma artera, cobarde e impune, tiempo después.
 Ahora bien y sobre el tópico a desarrollar, se pueden realizar una serie de citas bibliográficas y testimonios directos para ir desahogando, con firmeza y argumentaciones, las formas de lucha en las capas sociales que se sienten vilipendiadas, agredidas, omitidas y/u olvidadas, o adonde se agrupan seres con pensamiento común y contrario a las políticas de estado a través de un testimonio posterior que se convirtió, para los pensadores socialistas, en el signo inequívoco de sus intentos de arrebatar el poder por medio de la guerrilla y de las armas.  
Y para ejemplificar los sucesos cronológicos, se realiza la siguiente cita, sintetizada pero idónea para los fines de comprensión: “En este período surgen en México grupos como La Liga Comunista 23 de Septiembre, cuyo nombre fue adoptado en honor a los guerrilleros que atacaron al cuartel de Ciudad Madera el 23 de septiembre de 1965, junto a Arturo Gámiz y el PROCUP, inicialmente Unión del Pueblo, fundado por Eladio Hernández en el Estado de Oaxaca, aunque de menor intensidad e impacto a nivel nacional ya sea por su conformación ideológica o porque los medios de comunicación masiva los hicieron acallarse.
 Este último se fusionaría en los años 80´s con el Partido de los Pobres (PDLP) fundado por Lucio Cabañas Barrientos y con otros grupos en los 90´s, para dar origen al Ejército Popular Revolucionario (EPR) que se presentó por primera vez en 1995 en el vado de Aguas Blancas de Coyuca de Benítez, Guerrero, en el aniversario de la masacre en que murieron 17 campesinos de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS), y que fue perpetrada por el gobierno estatal de Rubén Figueroa Alcocer, hijo del fallecido Rubén Figueroa Figueroa, cacique camionero y ex gobernador del estado guerrerense, que tuviera tanto que ver en la persecución del guerrillero de Atoyac.
 En esos mismos años se fundan El Frente Urbano Zapatista (FUZ); El Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), Los Comandos Armados del Pueblo (CAP), Las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (FRAP), El Partido Proletario Unido de América, La Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR) organizada por Genaro Vázquez Rojas en Guerrero, El Partido de los Pobres (PDLP) con Lucio Cabañas Barrientos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) encabezadas por Carmelo Cortés, quien fuera considerado como uno de los jefes guerrilleros mejor preparados ideológicamente, conforme a la práctica marxista-leninista y a la guerra de guerrillas, pero emocionalmente inestable y defensor de un militarismo radical que originó su expulsión del Partido de los Pobres, en el que iniciara sus actividades armadas”.
Las guerrillas de los 70´s surgen en un contexto político caracterizado por el monopolio del poder, centrado en un solo partido, el PRI, que para mantenerse en él no dudaba en usar la represión contra los obreros, campesinos, estudiantes y medios de comunicación que se atrevían a alzar la voz. Las masacres de estudiantes del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971 se van reconociendo como el parte-aguas en el que se reiniciará la proliferación de los movimientos armados del país. 
 Y aquí habría que hacer un alto en el camino, pues estos sucesos nacionales marcan una nueva era en el calendario cívico, estudiantil y de la etapa contemporánea mexicana, la cual después de cuatro décadas no ha encontrado “el sueño de los justos”, pues sus responsables directos viven quitados de la pena, como es el caso de Luis Echeverría Álvarez, o han muerto sin recibir el castigo merecido de la justicia mexicana, pues lejos de ser juzgados conforme a la ley, han sido protegidos y “justificados” como sucedió con Gustavo Díaz Ordaz, Alfonso Corona del Rosal y Alfonso Martínez Domínguez, como puntas de lanza y los botones de las muestras sanguinarias y represivas.  
Los movimientos sociales así como el estudiantil en 1968 y 1971, son los reflejos fieles de una descomposición política provocada por generaciones autoritarias, retrógradas y arcaicas, con el único objetivo de eternizarse en el poder nacional.
 Para ubicar la filosofía en las filas del estudiantado y de la comunidad se dará paso al sentimiento popular. “… creo que los jóvenes campesinos, los obreros y los estudiantes, tienen pocas perspectivas dignas de vida, porque las fuentes de trabajo se crean en beneficio de intereses particulares y no de la colectividad. Se nos dice continuamente: “ustedes son el futuro del país”. Pero se nos niega sistemáticamente cualquier oportunidad de actuar y participar en las decisiones políticas del presente… Nosotros queremos y podemos participar ahora, no cuando tengamos sesenta años…”.
De forma paralela y coincidente, se enlistan los movimientos sociales en el estado de Guerrero encabezados por los profesores Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos, el primero liderando el Frente Cívico, el Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) y La Asociación Cívica Nacional  Revolucionaria (ACNR), y el segundo, fundando el Partido de los Pobres (PDLP), pero ambos bajo un programa ideológico que exigían por medio de las armas, las reivindicaciones políticas y sociales para sus regiones y pobladores.
 Bajo una intensa campaña guerrillera, los sucesos en la región guerrerense tienen un gran parecido con los actuales movimientos neo-zapatistas: las mismas carencias materiales, las disputas territoriales, tanto con los representantes oficiales como con los caciques locales y estatales, con todo y sus confabulaciones y mafias, las deficiencias u omisiones de los servicios sociales básicos, y por última coincidencia, el abandono y el olvido gubernamental que se repite una y otra vez en toda Latinoamérica; también se puede observar de manera objetiva que después de infinidad de solicitudes de beneficio social sólo las manifestaciones organizadas y firmemente unidas tienen las respuestas positivas del gobierno, en cuestiones comunitarias.
 Con respecto a la guerrilla denominada rural, se tiene que reconocer que está íntimamente ligada por medio de lazos familiares y comunitarios bajo una misma problemática regional, y con algunos factores externos a su perímetro de necesidades y acciones. 
 Estas familias se encuentran sumidas en un nivel de pobreza extrema y sometidos por cacicazgos que controlan la producción, los transportes y las formas de comercialización, de manera ventajosa, dolosa, visible y apabullante; sus pobladores son analfabetas o analfabetas funcionales, por las razones de que los sistemas educativos escolarizados no cubren su demanda o lo hacen de forma incompleta e ineficiente, lo que hace que sean visiblemente vulnerables en sus representaciones e intercambios regionales, a lo que se le suma la enorme carencia de servicios médicos básicos y elementales que proyectan altas tasas de desnutrición, muertes maternas e infantiles, con enormes índices de enfermedades, que para el tiempo actual son totalmente preventivas y curables; a todo esto se le adicionan la transportación deficiente, la nula industrialización y conservación de sus productos, y como común denominador, falta luz eléctrica, agua potable y sistemas de impartición de justicia, lo que los hace todavía más débiles, por lo que sus reacciones comunitarias, cuando llegan al extremo, se convierten en radicales y armadas.
 Generalmente se desplazan en los terrenos geográficos abruptos conocidos por todos los pobladores de la región, y sus funciones van desde alimentar, proteger, informar, comunicar, y a veces con su silencio y pleitesía, mantener a sus fuerzas clandestinas, a pesar de las represiones, agresiones, detenciones y desapariciones por parte del ejército oficial.
 En el caso de la guerrilla urbana se manifiesta en personas y grupos preparados académicamente, con sueños de reivindicación y poder, con tendencias al socialismo, con armamento de alto poder, ideologización y estrategias de combate, casas de seguridad, asaltos bancarios, secuestro y clandestinaje, que ha servido también en algunos casos para mantener a la guerrilla rural. 
En esta sintonía se sabe que con mucha frecuencia estos grupos eran enviados, reforzados e ideologizados en países como La Unión Soviética, China, Corea, Nicaragua y Cuba, entre otros, recibiendo adiestramiento militar y que eran intensamente preparados bajo una interpretación marxista, socialista, maoísta y/o comunista, y en sus extremos de acción, manifestaban sectarismos en el pensamiento socializado, un claro dogmatismo filosófico, sin lograr exponer con claridad sus ideas y programas de lucha.
 Eran jóvenes, primordialmente de las clases medias urbanas y de los niveles semi-acomodados de los medios rurales; y una vez que eran cazados por los gobiernos en turno, iban siendo sacrificados, agredidos, muertos, torturados, encarcelados o simplemente “desaparecidos”, sin mediación alguna.
 De estas manifestaciones sofocadas por medio de asesinatos, encarcelamientos, torturas y desapariciones, los sobrevivientes reaparecen dentro de los reflujos ideológicos y armados.
 De las mismas opiniones se describe que en diferentes puntos de las sierras mexicanas se desarrollaban encuentros, debates y planes, no tan sólo de las fuerzas clandestinas mexicanas, sino que éstas eran asistidas, asesoradas e intercambiadas con grupos guerrilleros de Centro y Sudamérica, adonde también habían surgido focos guerrilleros como Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Colombia, Perú, Chile, Argentina y Brasil, entre otros, y principalmente de pensamiento socialista, que ya interesados en extenderse, generalizar y constatar la conformación de cuadros ideológicos, nutrían estas células mexicanas, y en caso de perderse en las sedes primarias todo el programa clandestino, revolucionario y socialista, se concentrarían en el estado federativo de Chiapas.
 A continuación se expone una forma de pensar de un ex guerrillero para tratar de ilustrar sus ideales. 
“Lo guerrillero lo trae uno en la sangre y ésta se enciende al ver y comprobar cómo algunos hombres piensan que valen más que otros, por su color de piel, sus ideas retrógradas y conservadoras o sus estudios, sin pensar que el mundo es un entorno cambiante y revolucionado, pero que debe ser más humano. 
 Nuestras formas de lucha tienen que ser diversificadas, porque vale más el programa de libertad y dignidad, sobre cualquier personalidad.
Nuestra lucha va contra la arbitrariedad política y económica, por la falta de justicia y democracia, en la falta de respeto a los derechos humanos y civiles, por las figuras del hombre trabajador pero sin protección, y justifica nuestra lucha el afán de no querer el poder por el poder, sino de ir dibujando un mundo más transparente dentro de los cauces legales y los tiempos idóneos, para su aplicación política y social”. (Desde el hermoso “lugar de mujeres”. Raúl Román Román. El Indio de Iguala).

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