MEMORÁNDUM

*** La peor de las pobrezas.

Gerardo Ruano Cástulo
Cuando escuchó que una de las mejores obras que podía hacer, era ayudar a los pobres, Liz se propuso investigar a qué tipo de pobres debía enfocar su esfuerzo y recursos. Para eso, comenzó la búsqueda de luz para el camino.

Preguntó en diferentes lugares y todos coincidían, en que diera el apoyo, a quienes carecían de lo necesario para vivir. El enfoque iba hacia el terreno de la alimentación, el vestido y la calidad de casas, entre otras. Liz compartía en parte ésta forma de pensar, más sentía que faltaba algo.
Así que siguió en la búsqueda, hasta que se encontró con uno de los seguidores del maestro que fuera crucificado. Al verle, le dijo, “ayúdame a despejar mis dudas. Deseo ayudar a los pobres, pero quiero saber, quienes necesitan más de la ayuda”.
El joven discípulo, de nombre Juan, aquél que escribiera sobre la vida de su maestro, le respondió: “Una vez el maestro nos dijo: Había un hombre que tenía una deuda enorme con el Rey, quien lo mandó a traer y como no tenía para pagar, mandó que le quitaran todos sus bienes y a su familia, y que a él le metieran a la cárcel hasta que pagara. Ante eso, el hombre rogó e imploró el perdón del Rey. Lo hizo con tanta vehemencia, que recibió la absolución total. Le fue perdonada la deuda y respetados sus bienes y familia.
Una vez que se vio libre y se reincorporó a su vida normal, quiso el destino que se encontrara con un conocido, quien le debía unas cuantas monedas. De inmediato se abalanzó sobre de él y le cobró la deuda. Aquél le imploraba perdón y le suplicaba, pero la respuesta fue un rotundo no. De hecho, le tomó por el cuello, amenazándole con meterle a la cárcel, hasta que le pagase.
Alguien que sabía de lo acontecido con el Rey, al ver lo que hacía con aquella persona, fue al palacio para informar. Esto molestó al monarca, que de inmediato mandó a traer al hombre, a quien luego que tuvo enfrente, le retiro la absolución y envió a la cárcel, por no haberse apiadado de su deudor de unas cuantas monedas, mientras que el Rey le había perdonado una enorme cantidad.”      
Entonces, Juan le expresó a Liz: “Muchos nos vamos exclusivamente por el lado del perdón. Más el mensaje del maestro es extenso y tiene que ver con esa mentalidad lamentable y demasiado pobre.”
“Aquél hombre se le fue al cuello, por su escasa calidad humana. Por esa mentalidad insensible. Por esa falta de control interno. Por esa pobreza, que es la más lacerante, que es la de mente y corazón. Por eso mismo, debemos invertir tiempo en enriquecer la mentalidad propia y la de los demás.”
Liz, comprendió que la pobreza mental y de corazón eran un magnifico campo para trabajar. (Del taller de la imaginación de Juan Francisco R.)
El tema de la pobreza ha vuelto a saltar a la escena. Es dura la realidad que vivimos. Las cifras de pobreza alimentaria son altas, así como las de acceso a los servicios básicos elementales. Pero el punto más grave no es ese, sino la estrechez mental, que inhibe la posibilidad de ir todos en una misma dirección. Lo peor, es que por esa mentalidad pobre, la pobreza material ha sido un magnifico negocio para algunos.  
Creo, que sin crecimiento mental, difícilmente se puede aspirar a mejorar en el campo de lo material. Entre quienes padecen lo más severo de la crisis existen resistencias, así también vemos: el conformismo de quienes ya viven bien, la indiferencia de los que están ocupados por sus propios problemas, los que se van en busca de dinero fácil, así como la falta de crecimiento en algunos personajes que viven de ser gobierno.
El ser tacaño no es exclusivo del rico. Entre quienes más padecen la crisis, también se ponen el pie. Se tiran a la yugular del otro. 
La pobreza mental, es, hay que decirlo, el cáncer más importante que erradicar. Y éste requiere más, que pastillitas de autoestima que se distribuyen en las redes sociales. 
Si se mantienen en lo más alto, las envidias, egoísmos, rivalidades y todas esas cosas, que son enfermedades mentales, no se puede aspirar a mucho. Esa es la cuestión.

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