MEMORIA COSTEÑA


San Jerónimo de Juárez está situado dentro del corazón de la Costa Grande de Guerrero,  a 82 kms. del puerto de Acapulco, entre palmares, ríos, playas, acantilados y su hospitalaria gente.
 “Su altitud sobre el nivel del mar es entre 10 metros2 que corresponden a la altura de la sede del Ayuntamiento Municipal y los 100 metros2 al nivel del “Cerro de la Loma Pelona”.
En tiempos virreinales se acostumbraron a bautizar y a bendecir las haciendas, y así fue como ahora recordamos las haciendas de San Román, Santa Teresa y San Juan, por lo que de esta forma apareció el nombre de San Jerónimo, que en alusión a su original personalidad se puede decir que fue de Estridón, ubicado en el litoral del mar Adriático cuya región pertenecía a la provincia de Panonia (Dalmacia) y que formaba parte del imperio romano. 
Con la llegada de las órdenes de agustinos, la población fue nombrada San Jerónimo, en referencia a tan digno personaje de brillante historia y connotada actitud cultural y religiosa.
 Durante su fundación en 1541 por el virrey don Antonio de Mendoza fue incorporado a la Alcaldía de Tecpan, y sobre su administración obispal pertenecía a Valladolid, bajo la promoción de Juan Bautista de Moya.   
 Durante los preliminares de la guerra de independencia, San Jerónimo quedaba dentro de la hacienda del Zanjón, perteneciente a la familia Galeana, por lo que es reconocido este lugar con ese nombre, y por lo cual se abren dos interpretaciones de su nombre: una, conocida por la población adonde se observaban grandes zanjas que delimitaban esta hacienda, y la otra que se refería a “La hacienda del Sajón”, en alusión al origen inglés de la familia Galeana.
En 1885, los habitantes de la hacienda de San Jerónimo se organizaron para gestionar ante el congreso local, que se le diera a este núcleo de la población la categoría de villa o pueblo, por lo que después de realizados los estudios, estimaciones, reflexiones y debates, se turnó al gobernador del estado: general Francisco O. Arce, que aprobó esta instancia comunicándoselos al comité de gestión compuesto por Tiburcio Jacinto, coronel Antonio Galeana, Margarito Luna e Ignacio del Río Valencia, que en febrero de 1886, por medio del Decreto No. 50, legitimaba el nuevo pueblo de San Jerónimo, bajo el júbilo de la población.  
 Para la entrada del siglo XX, los habitantes más preclaros acariciaban la idea de que su tierra tuviera el carácter jurídico de municipio, cuya idea germinó en la iniciativa de don Feliciano Torreblanca Ayerdi, que al desempeñarse como arriero había visto la evolución de las poblaciones que recorría por su oficio.
 En 1919 lo solicitó al presidente Carranza, pero su solicitud se perdió en los escritorios gubernamentales… aun así el sueño de don Feliciano, a pesar de su muerte en 1930 a la edad de 80 años, dejó sembrada la semilla de la esperanza y la razón en cada uno de los corazones sanjeronimenses.
 Más tarde, mientras se desarrollaban las campañas políticas en pos de la gubernatura del estado, teniendo como mejores contendientes a Ezequiel Padilla apoyado por el gobernador Adrián Castrejón, en contienda con el general Gabriel R. Guevara, éste promete dar el paso geo-político anhelado por los pobladores jeronimenses, a través de las voces de los magníficos oradores Alejandro Gómez Maganda, nativo del Arenal del Norte (hoy de Gómez), de Antonio Rosas Abarca y del periodista Manuel M. Reinoso que, de voz en cuello, vaticinan la consecución de tan noble propósito en beneficio de los costeños de San Jerónimo.
 Una vez que la ciudadanía favorece con su voto al general Guevara, Zeferino Torreblanca enarbola el viejo sueño de don Feliciano y de sus paisanos, llamando y formando el comité pro-autonomía municipal, encabezado por él mismo y auxiliado por Francisco Escalera Pimentel, Israel Soberanis Otero, César Galeana Galeana, Félix Serrano Solís, Adolfo Galeana Fajardo, Roberto Barrientos, Tomás Lluch y Ramiro Galeana, teniendo como asesor al señor José Acosta Berdeja de Tecpan.
En honor a la verdad, la gestión fue bien llevada en Chilpancingo y mejor correspondida por el gobernador, pues lejos de olvidar su promesa reafirmó el interés personal e institucional por resolver esta iniciativa comunitaria que modificaría la historia regional de la Costa Grande.
 Acto seguido y por indicaciones oficiales, los requisitos constitucionales se fueron cubriendo y procesando, cumpliendo con los censos de la población en referencia, se desarrollaron los estudios socio-económicos y se diagnosticaron las condiciones de la infraestructura local, para complementar el proyecto municipal y estructurar la documentación básica, con destino hacia el congreso estatal.
 Ante este panorama tan prometedor que aglutinaba todas las voluntades interesadas en tan noble fin, se reunían todas las condiciones necesarias para erigir una nueva célula municipal, por lo que don Zeferino adelanta algunos preparativos que ennoblecen su figura, pues manda a hacer un mobiliario con don Higinio Meraza Flores y con el señor Tomás Lluch, así también dio instrucciones para embanquetar la “Plaza de Chapala”, que en ese momento planea llamar “Gabriel R. Guevara”, y que se encontraba ubicada adonde ahora es el mercado… a la vez, en sus planes contemplaba que la sede del nuevo ayuntamiento sería la Casa Constiturial, que actualmente es el edificio municipal.
Pronto, los diputados realizaron su trabajo en la Cámara y en un comunicado oficial informan que todo el proceso se encontraba ordenado y sancionado favorablemente… con fecha del 15 de noviembre de 1933 nacía un nuevo municipio guerrerense con el nombre de “Benito Juárez”.
 El día 16, el diputado local Juan Francisco Pino comunica al presidente del comité, que el pueblo de San Jerónimo sería la cabecera y que el gobernador nombraría un concejo municipal que regiría las leyes locales, administrando la nueva vida política, económica, social y cultural de San Jerónimo de Juárez.
 La algarabía fue generalizada y emotiva, en ese trance eufórico se repicaron las campanas y los oradores recorrían las calles al compás de la música, bajo una lluvia de “bombas” y cuetes, dándole lectura al telegrama recibido y otorgándole la solemnidad que revestía al lograr un municipio libre.
 Con todo derecho, el primer concejo municipal quedó conformado por don Zeferino Torreblanca Ávila como Presidente, el señor Francisco Chavarría Pimentel en la sindicatura y como regidores: Raymundo Soberanis Otero, Antonio Nava Arce e Higinio Meraza Flores; don Víctor Rivera Olea como juez menor, José Acosta Berdeja en la secretaría y Emiliano Gómez Ávila en la tesorería”.
Para el 15 de enero de 1934 fue publicado en el Diario Oficial, por el Decreto No. 46, la creación del municipio juarense e inmediatamente se contempló la importancia inaplazable de tener su propia escuela, por lo que en acto seguido se adquirió la casa que pertenecía a doña Juana Abarca viuda de Severiano, que es adonde actualmente se encuentra la Primaria “Revolución del Sur”, que han venido modernizando y remodelando de acuerdo a las exigencias del tiempo. De forma continuada, se otorgaron 165 kms. de superficie y se contabilizó una población de 5000 habitantes bajo la alegría y la algarabía comunitaria.   
 “El uso y la producción del jabón fueron enseñados por Los Franciscanos, cuya confección estaba hecha a base de grasa de animal, entendida como cebo o manteca de cerdo, mezclada con ajonjolí, higuerilla y coco”.
“Para el año de 1928, don Luis Oruiste, Carlos Armijo, el señor Gama y Pillo fundaron una fábrica de jabones y don Luis Armijo Galeana fundó otra con el nombre de “San José”, que desembocó, por su cuenta, en la procesadora de coco “La Calahua”.
 De forma paralela, se conocieron grandes obras artesanales en el arte de la talabartería, adonde estuvieron al frente de estas iniciativas la familia Torres, don Félix Serrano Solís de Tecpan y Panchito, con obras portentosas en el trabajo de estilizar y adornar pieles. Y como destacados carpinteros y ebanistas se recuerdan a don Valente Meraza, Nicolás Solís, Valente Escalera, Tomás y Antonio Lluch, Severiano Vicencio y Bertín Salas, entre otros”.
Es normal pensar que muchos personajes e instituciones sanjeronimenses han quedado en el tintero y en el recuerdo comunitario, pues sería complicado acreditar a cada persona, familia y sociedad, pero en nuestros corazones queda el grato sabor de sus aportaciones sociales para vislumbrar un mejor desarrollo en esta bendita tierra. (Con la monografía de mi amigo, don Luis Hernández Lluch. Cronista de la Ciudad (q.e.p.d.). Desde el hermoso “lugar de mujeres. Raúl Román Román, El Indio de Iguala)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario