MEMORIA COSTEÑA


Apolonio Castillo Diaz “El Tritón Costeño”

¡Braaavo Apoloooniooo! Haces que el sentimiento refleje una gran alegría, por tus triunfos, por tus victorias, por tu humildad y sencillez. Primero se siente un gran orgullo porque naciste en Tecpan de Galeana, ese 23 de mayo de 1922, y porque eres hijo predilecto del coronel Manuel Castillo y de doña Lidia Díaz, pero sobre todo, del río tecpaneco adonde te sumergías desde que tenías 4 años al cuidado de tu madre y de tu abuela, que como tradicionales mujeres costeñas, lavaban la ropa de la familia, en un temprano despertar para los niños de tu edad. 

 Seguramente caminaste sus calles de tierra y en sus tardes costeñas cruzabas una y otra vez el cauce de tan linda y cristalina cinta fluvial. Fuiste fiel a la costumbre local, y sin pensarlo mucho, se tiene que saber que pescabas bagres, huevinas y puñados de camarones chacalines que saciaban tu curiosidad infantil.
 Ya más crecido, no aguantaste el brillo incandescente de Acapulco, como el puerto más hermoso del mundo, adonde seguramente ibas y venías en sus playas de ensueño y tendías surcos interminables y mágicos con tu nado cadencioso y veloz… tus admiradores te veían sorprendidos cuando te sumergías en las aguas marinas del malecón y con ritmo acompasado pero en franca rapidez arribabas victorioso a la base naval, para repetir el ejercicio cotidianamente.
 Pronto obtuviste los premios nacionales de nado que subió el nombre de Guerrero hasta el pináculo de la felicidad y la eternidad, en los años 41, 42 y 43, con una habilidad versátil, en diferentes pruebas como el nado de dorso, pecho, mariposa y krol. 
Y en la distancia del recuerdo grato, nuestras satisfacciones fueron muchas, porque cómo no emocionarse al saber que sumaste una y mil competencias con triunfos de coronas de laurel, y más, por las ocasiones que orgullosamente portabas el uniforme verde de México para conquistar las mieles de las estrellas, cuando Cuba te recibía con ansia y fraternidad, pues llegaste para marcar el cronómetro en un nuevo récord mundial, en 1944, y consecuentemente, Los Juegos Centroamericanos de la Barranquilla colombiana del 46 testificaron tus dotes de tritón costeño. Así mismo y como magia humana, el país vecino del norte te vio tocar la meta antes que todos los competidores…  
Pero la estrella más refulgente del firmamento la bajaste en las olimpiadas de Londres, en cuya actuación dignificaste el mexicanismo deportivo.
 A tu regreso, el buceo fue tu devoción, sólo para que las corrientes marinas francesas cubrieran tu valor y tu experiencia, que coronaste al dar la vuelta al mundo en un modesto yate que se convirtió en tu fiel compañero.
 En la búsqueda de la justicia por tus logros y del reconocimiento de las instituciones mexicanas, fuiste llamado a recibir el grado de capitán y la jefatura submarina de nuestra zona naval y promoviste con ahínco la construcción de la unidad deportiva, que empapa de orgullo a los acapulqueños. 
 Y claro que sí, la paisanada se emocionó cuando fundabas el club de buzos que bajaban a contemplar la belleza marina del Pacífico, una, otra y otra vez… con este regalo natural que es nuestra bahía de “Santa Lucía”, plena de hermosos acantilados que le compiten a los morros de la “Condesa” y contrastan con sus playas de ensueño… 
  ¡Ayyy Apolonio! ¡Te fuiste muy pronto!… No se puede cuestionar la voluntad de Dios… pero las lágrimas nublaban los ojos aquel 11 de marzo de 1957… pues a pesar de que la misión era altamente arriesgada, te sumergiste para rescatar los cuerpos, ahí tirados… así entregaste tu vida a la eternidad, pues tus afanes eran seguir prestigiando el hermoso “lugar de carrizos”… si, del Acapulco, ciudad y puerto más hermoso y placentero del mundo. (Desde el hermoso “lugar de mujeres”. Raúl Román Román. El Indio de Iguala).

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