MEMORÁNDUM

*** Amor; el ingrediente especial.

Gerardo Ruano Cástulo.
Jesús trabajaba en el modesto taller de carpintería. Hasta ahí llegó un grupo de niños. Querían ver como transformaba la madera, porque se decía en el pueblo, que era un magnifico carpintero. El mejor de todos.

Al verles, les invitó a pasar. Los niños le preguntaron: “¿Cómo le haces, para hacer bonitas cosas de madera?”. Jesús les respondió: “Les voy a enseñar”. Al escuchar esto, los pequeños se emocionaron y se dispusieron a poner a atención.
Esperaban que tomara las herramientas y la madera, más no sucedió así. En su lugar, había tomado unos papiros. Se trataba de algunos textos, de los cuales, les leyó algo que decía: “haz las cosas con amor y por amor”.
“¿Por qué nos lees eso Jesús?”, preguntó uno de los niños. “Porque el amor, es el primer ingrediente que llevan los muebles que hago”, indicó el maestro.
Entonces otro de los pequeños expresó: “Deberías poner un nombre a tu carpintería.”, “¿Cuál?”, preguntó Jesús. “Todo con amor”. “jajajajajaja”, la risa de todos los pequeños no se hizo esperar. (Del taller de la imaginación de Juan Francisco R.).
Los estudios indican que muchos de los rezagos que tenemos como personas, radican en los malos hábitos que hemos adquirido. Lo más duro del caso, es que esos vicios se van contagiando y van deteriorando la armonía social.
No se trata de cuestiones simples. Estamos hablando de ese sistema de costumbres que se ha metido hasta el tuétano de los huesos. Esa loza de pensamientos limitadores, que se resisten a ser cambiados. Que comprimen la mente para no permitir la entrada de ideas nuevas o distintas.
Cuestiones como el dejar las cosas para después o el no hacerlas bien  a la primera, exhiben ese tipo de mente contraída. Y lo peor del caso, es que acciones como esas, repercuten tremendamente en los demás.
A propósito del paro del transporte público en la capital, podemos referirnos un poco, al tema clásico de pedir sin dar nada a cambio. No hablamos de apoyos políticos. Sino de algo muy simple. Es la gente la que paga; por ende, es la que debiera recibir un mejor servicio. No sucede así. Lo que muestra el crecimiento de la anarquía, alimentada por quienes debiendo llamarles al orden y se hacen de la vista gorda, tal vez, a cambio de algún sucio negocio.
Sería largo exponer aquí todos los vicios que vemos a diario en el servicio de transporte. Y la pregunta es: ¿Por qué es tan difícil de cambiar todo eso? La respuesta en sencilla. Nos hace falta amor. Los que hacen componendas, son motivadas por la ambición y el egoísmo. Algo natural de las mentes contraídas.
Pero no solamente en el transporte. También sucede en todos los ámbitos. Tal y como se aprecia en las mismas redes sociales, en donde el libertinaje exhibe la falta de amor. En realidad, no se defiende la libertad a expresarse, se defienden a capa y espada los vicios que tenemos escondidos en cada célula.
Es fácil sacudirse la responsabilidad. Es demasiado fácil culpar a los demás. Pero en todo caso, en medio de la contracción de la mente, debiéramos admitir, que si recibimos malas atenciones y tratos, es porque no hemos crecido como personas. No hemos tenido, ni siquiera por nosotros mismos, un poco más de amor. Esa es la cuestión.

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