Copala y la Presencia Española
(2ª. Parte) (Cristina García Florentino)
El Estado de Guerrero en 1750
A la vez y queriendo reproducir y preservar sus costumbres y cultura dejaron como una herencia cultural sencilla el cultivo de diversos productos agrícolas entre las que destaca el aprovechamiento del plátano “guineo”, que hasta nuestros días sigue siendo un orgullo copalteco, por ser una fruta sabrosísima, comercial y fácil de cultivar.
Como una adición social necesaria y complementaria, el ambiente socio-cultural se ve fortalecido con la presencia de los frailes agustinos, quienes fueron introduciendo paulatina pero enérgicamente la religión católica, el uso de la lengua castellana y encaminando a los pueblos originarios dentro del trabajo comunitario y cristiano, a la vez que en muchas ocasiones se convirtieron en grandes promotores comunitarios, pero sobre todo, en sus defensores sociales más connotados por su inclinación espiritual, moral y humanística.
Dicha organización religiosa fue adscrita al poblado de Igualapa para su mejor
funcionamiento y engranaje clerical, dando excelentes resultados para los objetivos de conquista y dominio español.
Los ejemplos se van desarrollando con contundencia y precisión; con los objetivos definidos y promovidos, Cortés logró controlar el poder que en varias ocasiones se nota como desmedido y autoritario; para imponer sus ideas y prácticas va otorgando a sus encomenderos el uso y el usufructo de los recursos naturales de las regiones del sur, hasta que definitivamente la corona española crea en 1533 las alcaldías mayores, ahora correspondiéndole a Copala pertenecer a la organización política del actual poblado de Ometepec, conocido por sus hermosas mujeres, entre la ciudad de México y las costas del sur.
De forma complementaria, para el año de 1534 en nuestra costa bella y virginal, van apareciendo y organizándose los frailes agustinos, quienes se encargaron primordialmente de evangelizar, castellanizar y apaciguar a los indígenas de la región costachiquense, por lo que la conquista espiritual fue cumpliendo sus propósitos religiosos y de fe católica.
La misión espiritual de estos religiosos era la de convencer a los naturales de las ventajas que ofrecían, según sus concepciones filosóficas y teo-céntricas, de imponer a sus organizaciones humanas y administrativas las creencias y formas de vida una nueva visión de dios, que se va derivando desde un idolatrismo y politeísmo indígena y centenario a un uni-teo-centrismo, o sea a la creencia en un solo dios a través del cristianismo fanatizante para tener y mantener un mayor control social y cultural, pero todavía más, para preservar las expectativas económicas y productivas en América, por lo que con afán de granjeárselos los trataban con relativa e interesada amabilidad y eficiente interés comunitario, al momento de instruirlos acerca de los
beneficios que podían alcanzar siendo cristianos, a la vez que introducían con fines didácticos las imágenes que representaban sus creencias y enseñanzas, por lo que obsequiaban sin falta ni omisión alguna un (a) santo (a) patrono (a) para cada población.
De esta manera a Copala se le asigna la divina protección y santificada omnipresencia de San Juan Bautista, que llega a ser el personaje y la efigie elegida para dicho fin, que convirtiéndose en orgullo y símbolo local, fue cambiando los valores religiosos y culturales de nuestra tierra, sin llegar a calificar si fue mejor, peor o igual que las raíces autóctonas pero que le dio un signo de identidad a nuestra tierra.
Pero bueno, tomemos la parte más bonita y romántica del programa y remitámonos a sus
vivencias, testimonios y referencias de las cuales y debido a la grandeza mexicana se han cubierto de orgullo, dignidad y decoro nuestra historia y presente cultural en Copala.
En este transitar del tiempo, las formas de vivir durante la etapa colonial se deslizaron de manera lenta y rutinaria para las costas mexicanas; para 1775, aproximada y relativamente, los yopes son dispersados en las partes altas de las montañas surianas para ahuyentar sus deseos de rebelión y que nuestra tierra quedara bajo la jurisdicción de la provincia de Jalapa, adonde las familias originarias poblaron lo que hoy conocemos como “Copala Viejo”, junto a su panteón, entre las parcelas de Hermenegildo Clemente y el rastro local situación espacial y temporal que fue cambiada poco a poco hacia los terrenos actuales de nuestro querido pueblo adonde los asentamientos humanos tuvieron mayor seguridad y buscando el aguaje que proporciona el río Copala.
De manera paralela y según la gaceta municipal de 2009, la reina de España envió a una
persona a legalizar las tierras copalenses, por lo que a partir de ese momento histórico se le
nombró La Hacienda de ganado mayor “San Juan Copala”, lo que más tarde y desde el estado de Puebla, que era el centro político de mayor influencia, fue cambiado por el nombre de “Hacienda del Carmen”.
Ahora bien y según cuentan las páginas más encendidas de nuestra historia regional, hasta
1786 las autoridades españolas dejan sin función las llamadas alcaldías mayores, mismas que fueron complementadas por los sistemas administrativos de intendencias, de tal forma que el pueblo de Copala quedó bajo la tutela del partido de Ometepec, que a su vez dependía de la intendencia política de Puebla y, en el plano religioso, al obispado de Tlaxcala y de Chilapa, y todo este espectro político, social y religioso tuvo como parámetro la cercanía geográfica que en esos momentos contextuales permitía ser residente y vecino de estas entidades geo-políticas.
Con este rescate bibliográfico y sus interpretaciones un tanto subjetivas pero necesarias se va cerrando un capítulo que necesariamente tuvo que haber enriquecido nuestra historia, pues aunque hubo rasgos autoritarios y la incorporación de nuevos valores espirituales y morales, éstos tuvieron una guía comunitaria que encauzó el nuevo destino de los copaltecos y dio rumbo a la vida social de nuestra región costeña en este avatar histórico en el llamado “encuentro de dos mundos”, tanto para europeos como para indígenas, al cruzarse las coordenadas de nuestras culturas.
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