MEMORIA COSTEÑA

Jesús cadena castro “La Pasión Por La Vida”

En este día detenemos un poquito la marcha del tiempo, para dar paso a un cúmulo de sentimientos que elevan sus sonidos fraternales, con el fin de hacer un sencillo homenaje en nuestros corazones a un hombre que ha vivido la vida con pasión, amor y entrega personal; y son sonoros y estruendosos los motivos y las razones que llevan a un grupo de amigos a reconocer la amistad que nos ha unido con el maestro Jesús Cadena Castro.

 Por principio de cuentas, el escenario de la plática fue en el patio de la insurrecta, indomable y siempre combativa Escuela Primaria “Aquiles Serdán”, en el mero corazón de la Colonia El Embalse, del hermoso “lugar de mujeres”.
 La sencillez y humildad en su persona es por todos conocidas, en donde nos incluimos los compañeros de trabajo, sus familiares y, de forma especial, los alumnos que ha venido educando y formando a lo largo de 42 años de constante superación magisterial y servicio educativo. 
 De entrada, no quería la divulgación de la entrevista por su natural sentido de la modestia, pero nos empeñamos hasta sacarle la información que sólo nos interesaba confirmar para hacerla objetiva… y en su versátil conversación dejamos esta hermosa historia, para la congratulación del magisterio azuetense.

“Yo nací en San Jeronimito, población conocida como “El Barrio”, en la mera Llanura Costera del Pacífico; mis padres fueron don Aurelio Cadena García y Anita Castro Mendiola, y mis hermanos Aurelio, Elia, Eva, Apolinar, Margarito, María, Gregorio y Rosa; habría que asentar que mi papá tenía más de sesenta años cuando yo nací, lo que redituó un paternalismo lleno de esperanzas, sabiduría y colmada de anécdotas inolvidables. 
 Hemos sido una familia muy feliz, de corte rural-tradicional, donde nuestras actividades eran ir a la escuela y ayudar a mis padres en las labores del campo, por lo que conocimos lo que era la siembra y la cosecha del ajonjolí, limpiar las milpas y la huerta, cortar y juntar los cocos, cuidar y engordar vacas, puercos, gallinas y bestias de carga. Los juegos infantiles fueron hermosos y gratificantes, aun con su falta de tecnología, pero éramos diestros con el yoyo, el trompo, las canicas y la rayuela con pedazos de teja.
 El paseo al río fue cotidiano y placentero, y había días en que estábamos desde el amanecer hasta casi el anochecer, bañando, agarrando camarones y tirándonos clavados y brincos en las pozas del río de mi pueblo... ¡toda esta vivencia me marcó el alma!
 Por las tardes, hacíamos pelotas de trapo y jugábamos “cascaritas” de beisbol, que a la postre ha sido la pasión de mi vida y el deporte que practiqué ya en forma y de manera organizada, primero con “Los Rojos” y luego como “Los Sultanes”, en su segunda generación deportiva, y siempre representando al “Barrio”.
 Y si nos ubicamos allá por 1960, recuerdo que la gente de San Jeronimito se dedicaba a la agricultura y a la ganadería además de que había dos o tres tiendas donde adquiríamos los productos básicos. También nos íbamos a Petatlán caminando, en  bestias o carretas, hasta que don Tibe Blanco puso al servicio del transporte una camioneta que le llamaban: “La Quiebra-huesos”.
 Ahí quedaron mis estudios primarios hasta el tercer grado en la antigua escuela “Josefa Ortiz de Domínguez”, y cuando entró en extinción, cursamos cuarto, quinto y parte del sexto grado en la legendaria escuela “Cristóbal Colón”, de Petatlán, para culminarlo en la recién creada y ahora prestigiada primaria “Antonio Abarca Memije”, de las cuales recuerdo con cariño y gratitud a mis maestros, como el profe Chon y Ofelio Gallardo, que espero todavía esté en el servicio educativo… también la maestra Amalia, entre otros.
 De ahí, no había más opción que venirse a la Secundaria “Eva Sámano” en Zihuatanejo, donde viví mi adolescencia en plenitud y libertad incondicional, junto con Eloín García, Manuel Romero y Perla Sotelo, todos de allá.
 Entonces, la cancha estaba enfrente de lo que fue el palacio viejo y después la cambiaron entre lo que hoy es el palacio federal y la Escuela “Vicente Guerrero”, de mágicos recuerdos. Así fueron tres años de algarabía, juegos y estudios pero sobre todo de una vida muy feliz, entre la escuela, la playa y el juego.
 Pero llegó el tiempo de emigrar, y junto con un grupo selecto de compañeros probamos nuestra suerte y capacidad en Iguala, en el histórico y connotado Centro Regional de Educación Normal, de donde se egresaba y se surtían maestros para toda la República Mexicana, junto con Silvia Rivera, Virginia Landa, Olivia Sotelo y, aunque me fui a “la  carrera sin vocación”, conservé el gusto por vivir. 
Allá, de inmediato nos notaron lo costeño por la forma de hablar, de vestir y de comportarse, pero yo también me divertía con los amigos que no sabían nadar o que al momento de tirarse un clavado caían con la espalda hasta casi atarcarse; primero vivimos en un patio que había sido gallinero y cuando llegaba la remesa del dinero, pues a pagar el hospedaje, la comida y una que otra entrada al cine y al billar. 
 Así pertenecimos a la última generación estudiantil del plan de tres años, con grandes maestros a los que valía la pena escuchar y aprenderles, como los profesores: Rigoberto Valle y Wilbert, Paco y Luis Gómez de Educación Física, el Profesor Melquíades y un maestro que mandaron a Chihuahua a actualizarse y que al regresar traía un lenguaje florido y singular del cual yo anotaba las palabras que no sabía su significado y que por la tarde investigaba su definición, hasta hacerme el hábito del uso del diccionario, que conservo hasta la fecha.
 Y así fueron tres años de formación académica y disfrute vivencial... pero llegó el día de volar a otras latitudes... antes íbamos por los nombramientos a la ciudad de México, de donde inicialmente me mandaban a Baja California, para finalmente recibir la orden de adscripción para Sinaloa, dentro del municipio de Badiraguato y en la población de Santa Bárbara de la Caña, en los límites geográficos con Chihuahua y Sonora… después de dos días de camino, primero en el tranvía y después a lomo de mula, llegábamos a esa zona alejada de los centros urbanizados…
 Al siguiente año me bajaron a San Javier, donde subí de categoría, pues si había dinero nos veníamos en avioneta, y si no, pues a acabarse los zapatos… unas veces en lomas y en otras ocasiones sobre cerros.
 Más tarde, la suerte me sonrió, ya que obtuve el cambio de adscripción a mi estado natal, adonde me enviaron a La Barranca de la Bandera, pero como estaba el brote guerrillero, una vez que el ejército detuvo a un amigo en Cajones… ya no volví a subir. 
 De ahí pasé a “La Chole”, en la zona escolar 14, que abarcaba desde La Unión hasta Papanoa, después al Coacoyul, para finalmente llegar a Zihuatanejo... donde conservo las plazas de esta escuela y la Secundaria 52”… y así por 44 años de servicio educativo”.
P.D. Aquí Chucho terminaba su relato, lo demás nos toca a nosotros exponerlo y lo hacemos con verdadero orgullo y sincero reconocimiento.
 Chucho se casó felizmente con Maria Elena Torres, y juntos procrearon y han formado amorosamente a Citlali, Ahuizotl, Tonantzi y Huitzi, como un homenaje a la estirpe azteca, que a la vez los han hecho felices con cinco hermosos e inquietos nietos. 
Es profesor de carrera, catedrático magistral en el área de matemáticas, y a los 31 años de servicio, debido al ambiente festivo y de permanente superación en su centro de trabajo, cursó y se licenció en la Universidad Pedagógica Nacional; ha logrado trascender en las recategorizaciones de la carrera magisterial hasta puntos óptimos y mantiene una eterna rebeldía y voto contrario para los actos de injusticia, prepotencia y borregada político-sindical, reprobando que los maestros sean tan, tan, tan... que Elba Esther los maneje a control remoto con la remota esperanza de que algún día puedan ser regidores de algún municipio cualquiera, o ya de perdida les suelte un préstamo de mediana cantidad.
 Pero no sólo es crítico del sistema, también es autocrítico de su labor, pues cuando percibe que los movimientos disidentes no tienen un fundamento filosófico, laboral y razonable, expone sus ideas con atingencia y es revelado como un analista enérgico, sólido y visionario, sin lugar a dudas…
 Así cumplimos con el arte de la literatura apologética, para hacer un sencillo homenaje a uno de los mejores maestros que tiene nuestro querido estado de Guerrero, por voces de los cientos de alumnos que han convivido con él diariamente, y que recuerdan con agrado al maestro Chucho Cadena y su pasión por la vida. (Desde el hermoso “lugar e mujeres”. Raúl Román Román. El Indio de Iguala).

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