MEMORÁNDUM

*** Dejar el ego y la soberbia; el gran paso

Gerardo Ruano Cástulo
Iban caminando por una calle muy concurrida. Había poco espacio entre cada persona. En eso, pasa un señor corriendo y atropella al maestro. El golpe fue algo fuerte. El alumno reaccionó y agarró al señor para que se disculpara.

Ante esa situación, el maestro preguntó al joven: “¿Qué haces con el señor?”. “Le estoy obligando a que te pida una disculpa”, respondió el alumno. “No es posible que le haya golpeado de tal forma. Debe respetar a mi maestro”.
Entonces, el maestro le pidió que le soltara, diciendo al señor: “Vaya en paz por su camino”. Al ver esto, aquél agradeció el gesto y se fue, ahora caminando tranquilamente.
El alumno, contrariado preguntó: “¿Por qué no dejó que el señor se disculpara?”. El maestro inquirió: “¿Lo hacías por enaltecer los principios o para satisfacer el ego y la vanidad?”. Un silencio momentáneo imperó entre ambos. Después el maestro indicó: “Seguramente iba tan aprisa, porque ya tiene suficiente con las penas, preocupaciones, angustias, miedos, frustraciones y tantas cosas que pesan dentro del ser humano. Tal vez, necesita paz y no de nuestra soberbia”. (Del taller de la imaginación de Juan Francisco R.).
Dentro del crecimiento humano, la tarea que más cuesta, es desprenderse del ego y la soberbia. Porque es fácil, bien se dice, ver la paja en el ojo ajeno, que la viga que se trae adentro. De la misma forma, escudarse en las obras de caridad, en especial, aquella que dice: “Debes corregir al que falla”. ¿Quién nos pone de jueces o como dueños de la verdad?
Estamos de paso por éste maravilloso mundo. Y nadie, absolutamente nadie, tiene el poder para cambiar a otras personas. La única oportunidad que tenemos, para mejorar al mundo, es cambiando nosotros mismos. El único poder que se tiene, es el de hacer de nosotros mismos, una mejor persona.
Al igual que la historia que hoy compartimos, recuerdo aquél episodio de la vida de Buda, cuando una persona le escupe el rostro. Sus alumnos indignados, estaban a punto de salir corriendo por la persona, para exigirle se disculpara con el maestro. Sin embargo, él les pidió tranquilidad. Al día siguiente, la persona regresó a pedir disculpas. Buda dijo que no tenía por qué disculparse, que todo estaba bien. Aquél le diría, “es que ayer, te ofendí”. El maestro le respondería: “vivo el presente. Además, si así fue, quien debe agradecerte soy yo. Porque has puesto a prueba, si realmente he crecido”. Algunos dirán que tonto; así es cuando el ego y la soberbia dominan.
Recuerdo también, aquella historia que leí en uno de los libros de Bernardo Stamateas, cuando el maestro se va a la montaña, para reencontrase consigo y crecer. Después de un tiempo regresa. Y a la entrada del pueblo, unas personas que ingerían bebidas alcohólicas le ofenden; él voltea molesto dispuesto a devolver la agresión. Se aguantó las ganas y decidió volver a la montaña. Todavía, el ego y la soberbia estaban en su mente y corazón.
EN OTRO TEMA, permítanme ponderar la gran actitud que tiene el director administrativo de la Secretaría Estatal de Protección Civil, Alfredo Rodríguez Córdoba, quien está dedicado al 100 por ciento en sus tareas, con lo cual, influye para generar un buen ambiente de armonía laboral.
EN EL ÁMBITO municipal, quien también pone lo mejor de sí, es Guillermo Reyes Villela, titular de Desarrollo Social, trabajando de manera transparente y cerca de la gente; especialmente de quienes más necesitan de los programas sociales. Y POR CIERTO, ayer el Gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo Flores, supervisó personalmente, el servicio que presta el Acabús. Nada de que le anden contando. Siempre cerca de la gente. Esa es la cuestión.

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