Al maestro Fabio Aguado, con cariño…


ELEONOR

(Fabio Aguado) 
Cuenta un viejo pescador
del puerto de Zihuatanejo,
la triste historia de amor
de la mulata Eleonor
y de un rubio marinero.
Eleonor era muy bella
con un cuerpo escultural,
su sonrisa angelical
y sus grandes ojos negros
brillaban como luceros
en noche primaveral.

Los jóvenes pescadores
y los hombres de valer
se postraban a sus pies
a ofrecer sus amores.
¡No zanquitas! - les decía
¡Agradezco el gran honor,
pero el dueño de mi amor
no ha llegado todavía!
Y ha de venir de otros mares
en un hermoso velero
sus ojos serán de cielo
y sus dorados cabellos,
al color de los trigales.
Ya no sueñes Eleonor,
esos son aventureros,
son aves del mal agüero
que mancillarán tu amor.
Cásate con un costeño
de tu raza y tu color
que corresponda a tu amor
y que comparta tus sueños.
Eleonor nada entendía,
su rizada cabellera,
negaba lo que decía
lanzando a los cuatro vientos
su risa cascabelera.
Y llegó el maldito día
en que apareció el velero
con su rubio marinero
anclado a media bahía.
Eleonor enamorada
contemplaba aquel velero
con su rubio marinero
que la haría desgraciada.
El marinero al mirarla
con su cuerpo escultural,
su sonrisa angelical
se propuso conquistarla.
Muy pronto cayó Eleonor
en los brazos del marinero,
el de los ojos de cielo
el de los dorados cabellos.
Por doquiera se veía
a la pareja enamorada,
y la gente se preguntaba
lo que ese amor duraría.
En las noches estrelladas
y abrazada al marinero,
la muchacha contemplaba
las estrellas en el cielo,
que alegre le tintineaban.
El marinero miraba
su velero en la bahía,
que parecían dos gaviotas
con las alas amarradas,
y que al moverse con las olas
parecía que lo llamaban.
Muy pronto anidó el hastío
en el alma del marinero,
el de los rubios cabellos,
el de los ojos de cielo.
Mañana al caer la tarde
he de partir Eleonor,
agradezco el gran amor
que sincera me entregaste.
Pero mi destino es navegar
ando en busca de mejor suerte,
hasta que encuentre la muerte
en las espumas del mar.
Por piedad ya no te vayas
y el domingo venidero
iremos en tu velero
hasta la isla de Ixtapa
a bañarnos en sus playas.
Y cuando el sol de la tarde
pinte de rojos colores
los montes y las laderas…
regresamos ¡amor mío¡
a mi escondido bohío
que tengo en playa “Madera”,
a gozar de nuestros amores.
Nada detuvo al marinero
que embarcado en su velero
y agitando su pañuelo
se perdió en el infinito.
Muy triste quedó Eleonor
por la ausencia del marinero,
el ave del mal agüero
que se burló de su amor.
Sus pies desnudos hoyaban
en continuo deambular,
las arenas de las playas
del “Almacén” a “La Madera”
y de “La Ropa” a “Las Gatas”.
Hasta que una fresca mañana
amaneció muerta Eleonor,
la encontró un pescador
a la orilla de la playa.
Su hermoso cuerpo tendido
sus grandes ojos sin vida,
contemplaban la bahía
pues nunca volvió el marino.
Y aquí termina la historia
la triste historia de amor,
de la mulata Eleonor
y de un rubio marinero,
que me contó el pescador
del puerto de Zihuatanejo.

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