TRAZOS…TIME

*Jesús el revolucionario

Federico Nogueda
En todas las épocas de los sistemas políticos religiosos de la antigüedad, quien venía a cambiar el sistema establecido, era considerado un enemigo para el pueblo y el gobierno, máxime si no era salido ese líder de su propia congregación.

Si algo distinguió a Jesús de Nazaret, es que fue un gran inconforme de su tiempo, de las tradiciones y dogmas de la Galilea, heredadas del Padre Abraham y Moisés, quienes formaron en parte la tradición judeo-cristiana, y que al final para algunos especialistas fueron interpretadas a su conveniencia por las nuevas generaciones.
Jesús vino a cambiar ese viejo concepto de Dios, ese padre castigador, vengativo y que todo lo vigila, al de un Padre amoroso y misericordioso, lleno de bondad y amor, como elemento transformador de todos los universos creados por el Padre.
En la época de Jesús, el concepto de amor que invocaba era una estupidez, les daba risa, cómo amar a mi prójimo, si lo que se buscaba era esclavizar al hombre, explotarlo para sobrevivir ‘yo’, mediante a lo que se podría decir en estos días, el evangelio de la prosperidad, y no porque la existencia esté peleado con el dinero, sino ese nos es el fin último. 
Las parábolas de Jesús son muy semejantes a las que practican las disciplinas de medio oriente, el Krina Yoga, y el Budismo, sobre toda esa que tienes que volver a nacer, que se la recetó a Nicodemo, de acuerdo a los evangelios.
Nicodemo se preguntó que si tendría que volver otra vez al vientre de su madre y nacer de nuevo, si no que Jesús se refería, a que se tendría que despojar de todo aquello del mundo, que tendría que vaciarse, es decir, tendría que morir, en pocas palabras matar a su ego falso, para volver a nacer a un estado limpio, matar el egoísmo, envidia y demás bajos niveles. 
O la del Afán y la ansiedad, donde nos preocupamos de todo, qué comeremos, qué beberemos y qué vestiremos, a lo que Jesús responde: ‘mira los lirios del campo, no trabajan afanosamente, no piensan en el porvenir, y que hermosos son, se conservan brillantes, que silenciosos, dichosos. 
Es decir, no compiten con nadie, ni se sienten mal si los miran o no los miran, no por eso van a dejar de brillar y dar su fragancia, eso no los determina, los lirios serán bellos y aromáticos, los veas o no los veas. 
Finalmente Osho decía en su reflexión de los Evangelios de Jesús que: ‘Las palabras de Jesús están muy conectadas con la tierra, muy enraizadas en ella. Es un hombre mundano, y ahí reside su belleza. Nadie más puede compararse con esa belleza. El cielo está bien, pero es abstracto, está muy lejos, muy distante’.

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