TUMBANDO CAÑA

Hace 33 años fue asesinado Manuel Buendía Tellezgirón
Juan Antelmo García Castro
Ayer se cumplieron 33 años de la repudiable muerte del periodista valiente, Manuel Buendía Tellezgirón, asesinado cobardemente por la espalda de cinco balazos el 30 de mayo de 1984, en el interior de un estacionamiento público ubicado de las calles de Insurgentes y Londres, donde el más influyente columnista de esa época guardaba su automóvil y después caminaba hacia su despacho, en Insurgentes 58, para redactar su icónica columna Red Privada que cotidianamente se publicaba en el periódico Excélsior…
Las investigaciones realizadas posteriormente, concluyeron que el autor intelectual del artero crimen había sido el entonces titular de la desaparecida y tenebrosa Dirección Federal de Seguridad (DFS), José Antonio Zorrilla Pérez…El Maestro Manuel Buendía inició su carrera como reportero profesional en la fuente policiaca de La Prensa, medio de comunicación del que llegó a ser director de 1960 a 1964…En los 70´s, además de trabajar en diversas oficinas de comunicación social de dependencias públicas, escribía en el periódico El Día las columnas Concierto Político y Para Control de Usted. A partir de 1977 comenzó a publicar su columna Red Privadaen El Sol de México, después en El Universal y hasta el día de su muerte en Excélsior…Fue catedrático en la escuela de periodismo Carlos Septién y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)…Fue fundador y miembro activo de la Unión de Periodistas Democráticos (UPD), de la que este humilde servidor fue presidente en Chilpancingo e integrante de la dirigencia nacional en la década de los 90´s…En 2012, un año después de la muerte del también influyente columnista, maestro y escritor, Miguel Ángel Granados Chapa, Editorial Grijalbo publicó el libro de su autoría ‘Buendía, el primer asesinato de la narcopolítica en México’, en cuya obra literaria se destaca que José Antonio Zorrilla Pérez “Había confiado a Juventino Prado, uno de sus comandantes más cercanos, jefe de la Brigada Especial, su propósito de quitar de en medio a Buendía. Una cuestión previa era conocer con precisión su rutina. Para el efecto, Zorrilla creó una situación tensa en torno a su amigo periodista, a quien impuso una escolta en la primera quincena de mayo. Buendía sentía de tanto en tanto que crecían sus riesgos por los asuntos que abordaba, por los personajes a los que juzgaba. Por añadidura, al final de ese mayo se le imputaba un acto con el que no tenía que ver. El periodista Jack Anderson publicó en su columna de The Washington Post un informe sobre el presidente De la Madrid. Éste habría depositado en un banco suizo una gruesa suma de dinero. Los malquerientes de Buendía, a quienes De la Madrid prestaba oídos, dijeron que el informe de Anderson le había sido enviado por Buendía, que no encontró la ocasión propicia para ventilarlo él mismo en la Red Privada. Buendía resistió la imposición de una escolta pero Zorrilla venció su reticencia. No duró mucho la custodia, que era en realidad vigilancia. La presencia de una guardia a las afueras de su casa incomodó a la señora Buendía tanto como al periodista perturbaba “traer cola”, como se decía en la jerga policiaca al hecho de ser observado permanentemente. El ejercicio terminó poco antes del 30 de mayo, pero ya había cumplido su propósito. Zorrilla conocía al detalle los movimientos de Buendía, sus hábitos, sus rutinas. Y decidió ejecutar su plan, al que llamó Operación Noticia para seguir con la retórica propia de su actividad policiaca. En aplicación del plan, Prado recibió la orden de matar a Buendía. Encargó el asunto a un peculiar agente a sus órdenes. Era Rafael Moro Ávila, nieto del legendario general Maximino Ávila Camacho. A Moro se permitía compartir su labor como agente de la DFS con sus aficiones como actor, en que solía desplegar su habilidad como tripulante de motocicleta. Pero en la Operación Noticia sería el pasajero, no el conductor.  En cumplimiento de sus órdenes, esperó la salida de Buendía y lo siguió hasta casi llegar al ancho portón del estacionamiento donde el periodista guardaba su automóvil. Tenía instrucciones de atacar por la espalda, pues se sabía de la costumbre de la víctima de portar pistola, metida en la parte posterior de la cintura. Se sabía también de sus aptitudes de tirador. Él y Zorrilla se juntaban para practicar tiro en el campo del Estado Mayor Presidencial. Allí convivían con amigos en común, como el capitán retirado Martín Larrañaga, que los acompañaría a comer al día siguiente, pues Zorrilla había preparado esa cita como parte de su coartada.  Moro Ávila se acercó sigiloso a Buendía, y tiró del faldón de la gabardina para dificultar los movimientos del periodista y asegurarse de que no portaba blindaje alguno. Empuñaba una pistola poderosa, una Browning de nueve milímetros, con la que disparó hasta cinco veces. Por instinto defensivo, como si pretendiera usar su propia arma, y por el efecto físico de los disparos, Buendía giró hacia la derecha, por lo que los balazos tuvieron trayectorias diferentes. Lo ultimó uno tan certero como el resto, que le perforó el pulmón. Buendía se desplomó. Moro Ávila caminó un breve trecho, como si nada, y puntual apareció la motocicleta a cuyo asiento trasero subió”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario