COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

EL CALVARIO DE 
JESÚS VIVE HOY

(Veámonos y revivámonos, en aquellas personas,
que hoy portan la cruz del sufrimiento)



I.- EL INNATO DESEO DE PURIFICARME

Sobre el horizonte, los brazos abiertos de Cristo, 
cubiertos de plegarias, recubiertos de súplicas, 
avivando fuerzas, reavivando savia, ¡redimiendo!
El crucificado nos abraza a todos, no excluye.

Reanímame Señor, llévame contigo, ¡libérame!
Fortaléceme Señor, levántame ahora, ¡sálvame!
Rejuvenéceme Señor, vivifícame, ¡acógeme!
La cruz nos enseña a no temer de los fracasos. 

Liberado de estas cuerdas que ahorcan y matan, 
por la siembra de dobleces vertidas unos en otros, 
deseo purgarme, sentirme verso, concebirme vida;
porque al fin, ¡vivir es dejarse morir por los demás!

II.- ANGUSTIA DE TRANSFORMACIÓN 

Siento angustia de no responder a la llamada, 
me inquieta no corresponder al amor de Jesús, 
me turba que aquello que nos precede, se canse, 
pues abatido el corazón, el mal nos amortaja. 

Hay que enmendarse, no dejemos pasar el tiempo, 
corregirse y hacerse luz es convertirse en estrella; 
hallarse consigo, unirse, fundirse  hasta fusionarse,
es un modo de iluminar nuestros malos instantes. 

Cuanto más nos dejemos fascinar por el buen ser, 
más lograremos experimentar el sosiego interior, 
pues transfigurados en el donarse, todo embellece;
y, convertidos en baladas, la eternidad es nuestra.

III.- LA APASIONADA VOLUNTAD
DE REUNIRNOS

Jesús nos llama en todo momento y cada amanecer, 
a unirnos y a reunirnos en su beatífico nombre;
no importan las miserias, Él las depura y purifica; 
tampoco afectan las caídas, Él nos eleva y florece.

Sólo hay que dejarse abrazar por esa mística cruz,
que todo lo conduce y reconduce en el querer, 
en el dejarnos conciliar y reconciliar por su verbo, 
en el abandonarnos en sus pasos y en seguirle.

Sentir compasión por las llagas del Crucificado,
abrigar la reconstrucción de un mundo más justo, 
es hacerse más humano, es rehacerse más divino,
pues tras los desengaños, siempre llega la alegría.


Víctor CORCOBA HERRERO

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