ZONA CERO

El plan de regresar a la nueva normalidad
Roberto Santos
A cuántas personas estarán dispuestas a sacrificar las autoridades federales planeando que sea el 30 de mayo cuando termine el programa “Quédate en casa”, y  del regreso a ciertas actividades a partir del 18 del mismo mes, así como a clases en 218 municipios de 15 estados con pocos o ningún caso de Covid-19.

Parece grave cuando estamos en plena etapa 3 y los médicos desde los hospitales están pidiendo que la gente siga quedándose en casa. 
No deja de ser buena noticia para ciertos sectores productivos, como la construcción y la minería, pero para la educación parece desproporcionada esa propuesta, sobre todo que la mayoría de los grupos en las escuelas sufren hacinamiento por el número de estudiantes, y porque muchos siguen sin creen en la existencia del virus.
Claro que no se trata de crear histeria ni engarrotarse por el miedo, pero la población mexicana participó en los cuidados y en la sana distancia en un porcentaje variable, porque en ciertos municipios es momento en que las autoridades no logran que la sana distancia sea respetada, menos la orden de quedarse en casa. 
Además, habrá que considerar que muchos maestros van de la capital o de cierta región a dar clases a otros municipios, por lo que incrementa la posibilidad de activar un brote de contagios en las escuelas.
Ojalá y los gobernadores impongan su criterio de ser ellos quienes decidan las fechas de regreso a clases, siempre de acuerdo a la reducción del nivel de contagio o aplanamiento de la curva a nivel local. 
Porque el virus está presente, y como dicen los especialistas, aquí seguirá entre nosotros, por lo que sí debe hacerse es educar a la gente en los cuidados propios para evitar contagiarse y contagiar a los demás. 
El método de utilizar el semáforo de movilidad parece encaminarse a un rotundo fracaso, porque las medidas de higiene no son seguidas por el total de la población, y quizá sea necesario normar la utilización de los cubrebocas en negocios de comida, en taxis, en urvan, y penalizar su nulo cumplimiento, porque un porcentaje de la población sigue insistiendo en que esta pandemia no existe y como dice un contacto en feis, solo está presente en “las mentes débiles” y “que no deja de ser un circo.” 
Basta darse una vuelta por las taquerías de la capital para ver que el personal que atiende, solo uno o dos utilizan protección y los demás, no lo hacen. 
Entonces de qué va a servir que en algunos negocios y oficinas se desinfecten los espacios, y los que ahí laboren se vean obligados a seguir los protocolos de seguridad, si afuera ni el chofer del servicio público, el bolillero, los que expenden comida, y demás gente, no creen que sea necesario implementar esos cuidados. 
Las medidas planeadas, sin duda, son controversiales y dará para generar críticas y propuestas variadas, como aquella que insiste en la conveniencia de dar por terminado el ciclo escolar o, la otra, que pide que se regrese a clases hasta agosto. 
El argumento esgrimido es que se trata de evitar más contagios y de salvar más vidas, lo cual es válido porque a la fecha no existe cura ni vacuna, insiste la OMS, y la rigidez del gobierno federal de seguir los postulados de este organismo venido a menos, y la necedad de seguir esperando una vacuna, cuando hay médicos que utilizan otros protocolos para salvar vidas, como lo hacen en el IMSS, con el plasma de pacientes recuperados, pero sin generalizarse en otras instituciones médicas, donde la mayoría de pacientes que llegan a estado crítico se mueren.

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