El trabajo del hogar es un
empleo y debe ser digno, formal y con prestaciones
Por Citlali Calixto Jiménez (1)
María tiene 45 años, dos hijos y una nieta, es oriunda de Chilpancingo. Abandonó la escuela en segundo de secundaria y desde los 15 años realiza labores domésticas remuneradas. Actualmente, trabaja en tres casas particulares de lunes a viernes y algunos sábados. Generalmente llega a estos hogares cerca de las 7 de la mañana y se retira alrededor de las 5 de la tarde. Prácticamente trabaja 50 horas a la semana y gana poco menos de cuatro mil pesos al mes.
Hace unos días María se enfermó, tuvo fiebre y síntomas respiratorios, no pudo ir a trabajar el lunes ni el martes. Sus patrones de las dos casas a las que no acudió no le pagaron el día. El miércoles tuvo que presentarse a trabajar aún con secuelas de la enfermedad. Ese día, uno de sus empleadores le advirtió que si vuelve a faltar contratarán a alguien más. Por supuesto, no tocó el tema de una posible liquidación. María se sigue sintiendo mal, pero no tiene dinero para comprar medicina. Le dio parte de su sueldo a su hijo para el festival de fin de cursos de la nieta.
María sale de la casa al medio día para ir a comprar tortillas, aprovecha para respirar aire fresco y pensar en cómo se verá su nieta con su disfraz. Además de limpiar, lavar y planchar ropa, cocina todos los días y debe tener lista la comida caliente y lista para servirse a las dos de la tarde. Después de alimentar a la familia, debe lavar todos los trastes, darle otra pasada a la cocina y finalmente se retira a su hogar. En el trayecto a su casa suele escuchar comentarios discriminatorios y, a pesar de su edad, mucha gente se sigue refiriendo a ella como “la muchacha”.
Como María, hay en México prácticamente 2.5 millones de personas de 15 años y más que realizan trabajos domésticos remunerados. De acuerdo con información del IENGI se trata de una actividad fundamentalmente femenina, el 90.2% son mujeres y el 9.8% son hombres. La gran mayoría (78.6%) se dedican a labores de limpieza en casas particulares. En promedio, las personas ocupadas en el trabajo doméstico remunerado alcanzaron 8 años de escolaridad, lo que equivale al segundo de secundaria. Casi el 40% empezaron a trabajar siendo menores de edad (CONAPRED, 2022).
En promedio los ingresos mensuales de estas personas son de 3 mil 829 pesos. Este monto representa dos grandes problemas. Por un lado, el obvio, está muy por debajo del salario mínimo que este año es 7 mil 468 pesos mensuales. Por el otro, menos evidente, hay una brecha salarial de género. Mientras las mujeres perciben ingresos mensuales de 3 mil 767 pesos, los hombres obtienen 4 mil 399 pesos. Solamente el 2.5% de las personas que se dedican al trabajo doméstico tienen un contrato formalizado y el 72.6% no cuenta con prestaciones laborales de ningún tipo.
El pasado 30 de marzo se conmemoró el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar. Así que es pertinente reflexionar colectivamente sobre la situación de millones de mujeres que laboran en condiciones de alta vulnerabilidad. ¿Qué nos dicen estas cifras? ¿Qué nos revela la historia de María? ¿Qué podemos hacer para mejorar esta situación? Se trata de un problema añejo y complejo, este sector laboral se caracteriza por la precarización salarial, informalidad, explotación, marginación y discriminación.
Sin embargo, si ponemos el tema en perspectiva, veremos que podemos ser parte de la solución. Ya hay una política clara para que la justicia social alcance a todas estas mujeres y hombres que realizan un trabajo de altísimo valor social y económico. Me explico.
Estoy convencida de que podemos cambiar esta situación. Literalmente, la solución está en nuestras manos, en las manos de todas aquellas personas que tienen la fortuna de poder emplear a trabajadoras del hogar. Hoy tenemos la herramienta adecuada para propiciar, aunque sea un poco de justicia social. Hoy podemos cambiar la vida y dotar de certeza laboral y dignidad el trabajo de millones de mujeres y hombres que realizan trabajo doméstico.
En 2019 el Instituto Mexicano del Seguro Social inició la prueba piloto para la incorporación de las Personas Trabajadoras del Hogar al Régimen Obligatorio del IMSS. En 2020 el Senado de la República ratificó el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). De esta manera, el Estado Mexicano se comprometió a implementar medidas para asegurar la protección de los derechos humanos fundamentales de las y los trabajadores remunerados del hogar. Desde mayo de 2023 se hizo obligatoria la afiliación al IMSS y al INFONAVIT de las y los trabajadores del hogar.
Así que, en nuestras manos está hacer del trabajo del hogar un empleo digno, formal y con prestaciones. Estamos a un trámite de poder dotar a estas mujeres de atención médica, hospitalaria y farmacéutica, de pago de incapacidades por enfermedad, de pensiones de invalidez, seguro de vida, ahorro para el retiro, acceso a estancias infantiles y créditos para la vivienda. Si en nuestra casa contratamos personal para realizar trabajo doméstico es nuestra obligación legal, pero también es un imperativo moral y ético.
A las mujeres que se dedican al trabajo doméstico quiero decirles que en Congreso del Estado tienen aliadas y aliados. Aquí encontrarán acompañamiento y apoyo para reforzar las acciones que se coordinan desde la Federación. Hasta febrero de 2024 había 1,485 personas trabajadoras del hogar incorporadas al IMSS y al INFONAVIT en Guerrero. Son buenos números, considerando que el programa de incorporación lleva menos de un año, pero debemos acelerar el paso. Hagámoslo juntas, hasta que la dignidad laboral, la formalización del empleo y las prestaciones de ley alcancen a todas.
Una parte de mi filosofía de vida se resume perfectamente en la célebre frase del sacerdote jesuita Pedro Arrupe: “no me resigno a que cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido”. Hoy tenemos en nuestras manos la oportunidad de contribuir a un mundo mejor, de transformar significativamente la vida de millones de mujeres trabajadoras del hogar, y ver ese cambio en vida.
(1Acapulqueña, Politóloga egresada de la Universidad Iberoamericana (IBERO) y Diputada Presidenta de la JUCOPO.)
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