Por Juan Francisco García.
*Reflexiones
Ante las atrocidades tenemos que tomar partido. El silencio estimula al verdugo. Elie Wiesel(Sighet, 1928 - Nueva York, 2016) Escritor estadounidense de origen rumano. El 16 de mayo de 1944 fue capturado por los alemanes nazis e internado junto con sus familiares en el campo de concentración de Birkenau, para luego ser trasladado a Auschwitz y Buchenwald. Único sobreviviente de su familia, al finalizar la Segunda Guerra Mundial se estableció en París y estudió filosofía y literatura en la Universidad de la Sorbona. Al terminar sus estudios se dedicó al periodismo y trabajó para publicaciones de Francia, Israel y Estados Unidos. En 1956 se radicó en Estados Unidos y obtuvo la nacionalidad de este país. Su permanente intervención en foros internacionales sobre los derechos humanos, así como su función como presidente de la Comisión del Holocausto del presidente norteamericano Jimmy Carter y su incansable actividad en favor de la fraternidad humana, le valieron en 1986 el Premio Nobel de la Paz.
*Imparable la violencia.
Desde hace unos años nuestro estado de Guerrero se ha convertido en una de las regiones más violentas del país. El aumento de personas desaparecidas, así como el incremento de los índices de criminalidad, como asesinatos y constantes balaceras, lo han convertido en un foco rojo. Esta escalada de violencia ha sido tal que los pobladores de algunas ciudades y comunidades se han autoimpuesto un toque de queda para evitar ser víctimas del fuego cruzado entre los grupos del crimen organizado.
Desafortunadamente ahora no basta con los toques de queda ni el amparo o refugio en las instalaciones oficiales y públicas como las instituciones de salud, porque los asesinos entran en ellas como “Juan por su casa” a pesar del millonario pago de nuestros impuestos a empresas de “seguridad” privada, dejando en la indefensión a médicos, enfermeras y personal administrativo, o que peor que bucaneros aborden ambulancias para asesinar a sus objetivos con el consiguiente riesgo para los paramédicos y choferes.
Al respecto, de acuerdo a la información que se tiene, la madrugada del domingo civiles armados interceptaron una ambulancia sobre la carretera Acapulco – Pinotepa Nacional, pasando el rio Papagayo, la abordaron y remataron a cuatro heridos dejando lesionada a una persona más, que eran a un hospital del puerto de Acapulco. Asimismo, el pasado viernes por la noche, en el Hospital General “Donato G. Alarcón”, ubicado en Ciudad Renacimiento civiles armados ingresaron hasta el segundo piso, en el área de cirugía para rematar a un paciente de nombre Gustavo “N”. El civil era albañil que había sido herido cerca del panteón Las Cruces.
En el primero de los casos, tanto el chofer como los paramédicos fueron bajados de la ambulancia a punta de pistola con el miedo y shock que representan, en tanto que en el hospital, a un médico se le subió la presión y una enfermera se desmayó, según la denuncia de la dirigente de la Sección 36 del Sindicato Nacional de Trabajadores de Salud (SNTS), Beatriz Vélez Núñez, independientemente del miedo que debieron pasar los pacientes y familiares que se encontraban en ese momento en el nosocomio.
Estos dos hechos del fin de semana -de los que se tiene conocimiento en las últimas fechas- no deben calificarse de hechos aislados, tal cual pretende el oficialismo para eludir su responsabilidad, sino tomarse como verdaderos focos rojos y alerta máxima para implementar estrategias que permitan, de manera coordinada entre los tres niveles de gobierno, frenar esta situación que nos tiene a todos con “el Jesús en la boca”.
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