SIN FIN DE HISTORIAS

“LAS MUJERES DE BLANCO”

(POR: RAMIRO ARTURO BARRERA MORENO)

¿Usted ha tenido alguna experiencia paranormal o sobrenatural? Yo en lo particular, no era creyente de las historias y anécdotas sobre espantos, fantasmas, duendes y otras cuestiones, que para mi no eran mas que patrañas e inventos de mentes débiles y enajenadas. De esta forma en mi niñez escuche historias de aparecidos que aunque me asustaban y no me dejaban dormir, siempre me parecieron fantásticas. Ya mayor y como universitario estudioso del método científico, dichos cuentos me parecían ridículos, por lo que mi burla hacia ellos era feroz e hiriente.
Según mi manera de ver, todos los fenómenos raros que suelen suceder en los hogares, debían tener una explicación lógica, ya sea por fenómenos de física, atmosféricos, de energía, pero nada que ver con cuestiones no naturales. Así me sucedieron cuestiones como el encenderse o apagarse una televisión, escuchar voces en medio de la madrugada, ver luminosidades arder en el patio de mi casa y otras cosas más, que en lugar de asustarme o preocuparme siempre me movieron a risa.
Hasta que un DIA, me sucedió algo totalmente extraordinario que hasta la fecha me sigue estremeciendo e intrigando, ya que jamás me lo pude explicar a pesar de haber investigado durante casi tres años. ¿Qué fue lo que sucedió esa madrugada del mes de agosto de 1992 a la salida de la población de Petatlan?
En ese tiempo, era yo funcionario del Gobierno del Estado, teniendo a mi cargo la Dirección del Centro de Regularización de la Tenencia de la Tierra, dependiente del Instituto de Vivienda de Guerrero y constantemente debía trasladarme de Zihuatanejo a Chilpancingo, para informar a las autoridades del avance del programa, consistente en ordenar los asentamientos irregulares que invadían los cerros que rodean el puerto. Así fue que después de estar en una de esas tediosas reuniones en la capital de nuestro estado, la cual terminó casi a las diez de la noche, acompañado por uno de mis colaboradores, el Lic. Leonardo León Encinas, decidimos no quedarnos a dormir en Chilpancingo y optamos por regresarnos a esa hora a Zihuatanejo. De tal forma que después de cenar tomamos camino hacia nuestro destino transitando sin novedad durante nuestro trayecto, hasta que……
Conducía yo una camioneta pick up y durante el viaje, mi amigo Leonardo no había querido dormir, por lo que veníamos platicando de uno y otro tema con el fin de que no nos ganara el sueño y el cansancio de un trayecto de mas de cuatro horas en carretera. Al llegar a Petatlán mi acompañante me pregunto ¿Qué hora es Arturo? Mirando mi reloj le respondí…”son las tres treinta y cinco de la mañana, ya casi llegamos…”
Cuando a la salida de esa población, pasando el puente que cruza el rió, sobre la carretera nacional a lo lejos vi. Unas siluetas blancas…. Conforme me fui acercando al lugar las luces de los fanales de nuestro vehículo alumbraron aquella escena que helo mi sangre. Leonardo con voz balbuceante alcanzó a decirme ¡Arturo… estás viendo lo mismo que yo!, con entrecortada voz le respondí ¡sí qué está pasando!... instintivamente disminuí la velocidad de la camioneta y allí hacia mi lado izquierdo, comenzaba una larguisima fila de mujeres, ataviadas con vestidos largos como de novia y la cara la llevaban cubierta con velos también de color blanco…. Al bajar la velocidad, tuve la intención de parar totalmente el vehículo y bajarme a averiguar quienes eran aquellas mujeres que a esas horas de la madrugada caminaban sin alumbrarse en ese camino a esas horas solitario. Al notar mi intención, mi compañero me dijo ¡vamonos, vamonos, esto no es algo bueno!.
Aunque un inevitable temblor de cuerpo me invadió, no dejé de contemplar esa larga fila de mujeres que ni se inmutaron de nuestro paso junto a ellas, ni voltearon a vernos y con la cabeza notoriamente agachada continuaban su camino a no sé donde. Pasada la extraña experiencia, mi amigo Leonardo me decía nervioso, ¡no quiero voltear por que siento que vienen atrás en la camioneta! Por mi parte, dándome valor y tratando de generar confianza en mi acompañante, le dije… “no te espantes seguramente era alguna procesión de la iglesia”. Sin embargo un frió intenso calaba mis huesos y deseaba en ese momento encontrarme algún vehículo que transitara hacia Acapulco. A medida que avanzaba llegamos a la famosa Loma del Toro, donde según la creencia popular una mujer de blanco se aparece a los solitarios choferes y ha provocado innumerables accidentes fatales. Pero ¡nada, no encontramos ni un vehículo caminando ni hacia Acapulco ni hacia Zihuatanejo y curiosamente tal vez por lo inapropiado de la hora tampoco alguna persona, ni en los Achotes, ni en los Almendros, ni en el Coacoyul… Cuando entramos a Agua de Correa y enfilamos hacia la Fuente del Sol, aún no encontrábamos ni un solo automóvil o camión. Solo cuando caminábamos por la Avenida Morelos vimos a lo lejos las luces de un coche y me pareció que despertaba yo de un sueño. Al ver mi reloj, este seguía marcando las tres de la mañana con treinta y cinco minutos.
Después de esa extraña experiencia, el tiempo pasó y fue quedando en el olvido, hasta que por motivos de trabajo tuve que radicar casi tres años en Petatlán: Durante ese tiempo me propuse investigar qué fue lo que pasó esa madrugada, por lo que indagué con personas serias de la población, con grupos religiosos y sociales y nadie absolutamente nadie me pudo dar razón del por qué un grupo de mujeres de blanco caminaba en fila, arrastrando los pies y con la cabeza agachada una fría madrugada en Petatlán Guerrero.
Desde entonces mi incredulidad a fenómenos extraños, merece todo mi respeto.

1 comentario:

  1. yo si creo en lo paranormal, a lo mejor esas mujeres son almas en pena q andan buscando alguien q las ayude a realizar algo q dejaron pendient en vida propia y asi poder tener el descanso eterno para siempre.

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