“SIN FIN DE HISTORIAS”

“LA MORDIDA DEL PASTEL”

(POR: RAMIRO ARTURO BARRERA  MORENO)

¡Mordida, mordida, mordida! : Es el grito clásico que escuchamos en las fiestas de cumpleaños de gentes de todas las edades, aunque esta práctica también se ha extendido en otros ámbitos de nuestra vida cotidiana. Baste recordar que hace unas semanas, en la celebración del 50 aniversario  del  ISSSTE (Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado), en una ceremonia solemne, que debía revestir  seriedad  y mas que nada preocupación y compromiso del Presidente de la Republica, por mejorar esos servicios a los burócratas del país; allí, el mismísimo Felipe Calderón Hinojosa, en pleno chacoteo, antes de cortar el pastel conmemorativo, exigió que el Director de ese Organismo Gubernamental, le diese una mordida  (obvio que al pastel, no a fecal) y cuando Miguel Ángel Yunes Linares, Director de esa Paraestatal se agacho, fue empujado por su jefe el Presidente Espurio, por lo que quedo embadurnado de merengue azul, que fue el color del pastel. Pura coincidencia con los colores del Partido Acción Nacional, al que pertenecen tanto Fecal como Yunes. Por cierto días después, Miguel Angel Yunes Linares, fue destapado por su partido para contender a la gubernatura del estado de Veracruz. Cabe recordar que Yunes es un priista renegado y es muy cercano a Elba Esther Gordillo, la dueña del SNTE, o sea el Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación y también propietaria del  Partido Nueva Alianza, subordinado hasta la ignominia a los intereses de Felipe Calderón. Pero ya no hablemos de la porquería, y si me remití a esta anécdota puerca, fue para dejar claro que las mordidas al pastel ya son parte de nuestra tradición.
Así que hoy les contare dos anécdotas que me sucedieron en dos cumpleaños: los de mis amigos Cheto el Gangoso, y Chebo el Pinocho…… Resulta que mi cuate Cheto cumpliría sus primeros cuarenta años de existencia, y su familia decidió hacerle una fiesta sorpresa, siendo invitados todos los amigos del festejado. Debo decir que Cheto es un tipo muy simpático, el cual nació con un defecto físico cada vez más común, denominado labio leporino y paladar hendido, que siendo tratado oportunamente por médicos especialistas, puede corregirse y las personas que lo padecen pueden vivir normalmente. Solo que al hablar lo hacen en forma gangosa  y su producción de saliva es muy abundante.  Es por ello que Cheto era objeto de múltiples bromas de la plebe, quienes le inventaron que cuando el gangoso andaba de novio, le llego por detrás muy despacito a su novia y tapándole los ojos con las manos, le pregunto con su vocecilla chillona ¡Qujiiiennn Jooooy! A lo que la muchacha contesto ¡eres tu Cheto!, respondiéndole el gangoso ¡jaaaa jee Chijhtee me jhonojigte poj mi lojhion!
Aquel día de la fiesta Cheto el gangoso vistió sus mejores galas y hubo de todo, sobre todo chupe de gorra (sin albur), y como a Cheto le gusta empinar el codo, desde temprano le entro con singular alegría  a las caguamas bien heladas; así es que a la hora de partir el pastel, el festejado ya tenia media daga adentro, o sea ya andaba mas sarazo que un periodista en fin de semana, de manera que cuando comenzaron los gritos de ¡mordida, mordida…! El sonriente gangoso respirando profundo, agarro aire y soplando lo más fuerte que pudo apago las cuarenta velitas. Con lo que no contábamos fue que las dichosas velitas eran de esas que llaman mágicas, que una vez apagadas vuelven solitas a prenderse,  ante esto y a los grito de ¡Cheetooo ya no soplas!, el cumpleañero volvió a soplar, pero en ese segundo intento lo que salio de su boca fue una combinación de aire y espesa baba, que cubrió en su totalidad el suculento pastel. A pesar de ello, de inmediato la esposa del festejado como si nada hubiese pasado, comenzó a repartir las rebanadas del pastel babeado, con la consabida cara de fuchi de los invitados, que ante la pena ni chistaron.
Ante la insistencia de la mujer de Cheto de ¡Coman, coman, el pastel esta muy rico!, yo por mi parte disimuladamente retiraba el merengue ensalivado del pastel, cuando se me acerco Cheto el cual me sonrió y de inmediato note que le faltaba uno de los dientes de enfrente, quitado de la pena me dijo: “Agtujho, habejjj  hii de cajjuagidad  enjjuentrajj mi djjiente en tu pajjtel”. Como yo también le había entrado bonito a las chelas y a las botanas, apenas me dio tiempo de llegar al patio de Cheto donde  cante la guacara y depuse hasta la cena de un día  después. El diente nunca apareció y queda la duda si alguien disfrutando su pastel se lo trago…. hasta hoy Cheto luce una sonrisa que lo asemeja a la famosa Chimoltrufia.
El otro caso es el de mi amigo Chebo, alias el Pinocho debido a su prominente nariz aguileña y alargada, sucedió cuando su novia Bonifacia le organizo su fiesta de cumpleaños allá en la lejana ciudad de Tlapa de Comonforth, en la montaña de Guerrero, cuando trabajaba yo para el Gobierno del Estado. El Pinocho era mi colaborador en el programa de vivienda rural y era muy estimado en aquella ciudad de donde era originario. De tal forma que para su cumpleaños, fuimos invitados a celebrarlo en un punto del rio tlapaneco al que la gente le llama “El Acapulquito”, donde se hacen unas playas muy bonitas y se forman unas pozas hondas donde se puede nadar y hasta aventarse unos clavados (en el agua y con la novia). Allí en ese festejo, también corrieron a pasto las bebidas espirituosas y la comida en abundancia y como siempre, después del chupe y el banquete, vinieron las clásicas mañanitas y la partida del pastel. Olvidaba decir que el pastel yo se lo había regalado a mi amigo Chebo, pero como yo apenas conocía Tlapa, le pedí de favor a otro de mis colaboradores de nombre Porfirio el Pilo, que me hiciera favor de comprar el pastel en la mejor pastelería del pueblo, a lo que accedió de manera servicial. El problema fue que a la hora de la clásica ¡Mordida, mordida!, al bajar la cabeza el festejado, el travieso Pilo, le dio un fuerte empujón hacia el pastel y en lugar de hundir la cara en el merengue, esta quedo pegada como si tuviese un fuerte adhesivo. Cuando Chebo quiso inclinarse, le costo trabajo despegarse del pastel y nos dimos cuenta que buena parte de sus cejas habían quedado impregnadas en el dulce que recubría el pastel, a la vez que un chorro de sangre brotaba de sus fosas nasales.
El gusto se volvió susto ya que la sangre no dejaba de fluir de la narizota  del cumpleañero, por lo que optamos por llevarlo a una clínica del pueblo, donde se diagnostico que el buen Chebo tenía fracturado el tabique nasal. Cuando regrese al Acapulquito a ver a los invitados que se quedaron chupando, el flamante pastel aun quedaba en la mesa…. Al revisarlo notamos que la cara del Chebo quedo impresa como si  fuera una mascarilla de yeso y al tocarlo vimos que el mugroso pastel  estaba duro y pastoso,  por lo que reclame a su comprador el Pilo: “Oyeme recabròn, te dije que compraras el mejor pastel y mira la porquería que trajiste” a lo que en ese momento el borrachín Pilo me respondió: “No te enojes Arturo,  me dije, no es gran ciencia hacer un pastel, así que le pedí a mi vieja se hiciera uno pa que se ganara unos centavitos, pero ya vi que no le salio bueno y eso que le hecho artos blanquillos…. A ver si ora pal día de tu santo en febrero ya le sale mejor”
Sin la presencia del Chebo que convalecía en el hospital, la fiesta terminó al anochecer cuando una manada de puercos se acercó para tragarse los desechos de comida, por lo que les dije a los que recogían las mesas y las sillas…”échenles el pastel a los marranos, ahorita se lo tragan”….con sorpresa vimos que la manada de cochinos nada más olisquearon el pastel y despreciándolo lo dejaron intacto, ya que para esa hora estaba mas duro y pesado que un tabique de cemento.  Después de muchos años cuando regrese a Tlapa y visite al Pilo, este me comento… “a mi pobre vieja nunca le salieron los pasteles, con los que echó a perder hice una bardita en mi patio…. mejor la metí de costurera  y ora cose ajeno”. El Chebo se fue de mojado a gabachilandia y no se casó con su novia Bonifacia, allá se arrejuntó con una Guatemalteca que curiosamente, ¡se dedica a hacer pasteles! Las ironías de la vida.

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