LAS DENTELLADAS

No está fácil, camaradas


Por El Tiburón

Cosas de la vida, mis estimados. En el Distrito Federal, la Asamblea legislativa se encuentra discutiendo el horario en que deben cerrar y dejar de vender los “chupirules” los antros de aquella gran ciudad. Seguramente habrá “chupamaros” por montones, con dinero y ganas de ir a recetarse sus alcoholes a pesar de sucesos infaustos como aquel donde salió herido el futbolista Salvador Cabañas, donde andan discutiendo a qué horas le paran el servicio del “tanguarniz”.
Ya quisiéramos estar así, camaradas, con los antros abiertos y a reventar de bebedores de esos aferrados que se van hasta que se agota todo la lana y rebota la tarjeta de crédito, pero no, esos son tiempos pasados que esperamos volver a ver algún día por estos lares.

Aquí, gracias a la crisis, a la famosa influenza del “cuche” que luego llamaron H1N1 para que no se oyera tan gacho y al clima de violencia que afecta al estado y al país entero, nos bajó el turismo y eso dejó con pocos visitantes los negocios, entre otros, los bares, cafés cantantes, cantinas, discos y “table dances”. Todo el 2009 fue una verdadera desgracia para el turismo y los que vivimos de él.
La misma población local –que saca el buey de la barranca en muchas ocasiones- dejó de asistir a los bares, antros y demás negocios. Aquellos que teniendo sus billetitos se iban por las noches a Ixtapa a tirar la polilla en algún antro, optaron por quedarse en casa viendo las telenovelas con la señora por el puro miedo. Los que nunca hemos tenido con qué, seguimos ausentes, como siempre, de los centros de diversión y chupe. De ahí que algunos establecimientos hayan optado por bajar las cortinas sin la ayuda de Reglamentos.
Lo bueno dicen algunos es que ahí está el Tianguis Turístico para vender nuevamente los 5 mil cuartos de hotel registrados y los 10 mil cuartos piratas que existen en Ixtapa-Zihuatanejo. Pero no es tan fácil, camaradas. Son muchos los destinos y empresas que asisten al tianguis –pagando sus 4,300 dólares por un espacio de 6 por 3 metros, desde luego- con la misma intención nuestra: Vender los servicios de hospedaje y otros productos que tenemos los que nos dedicamos al turismo.
Sin embargo, mis estimados, dicen que el Tianguis de Acapulco, es como cualquier mercado, donde rifa la ley de la oferta y la demanda. Llegan muchos vendedores para un número determinado de compradores que a su vez no tienen legiones esperando en sus países para comprarles lo que adquieran aquí, sino que también tienen contraídos sus mercados y que además, ya saben cómo está nuestra mercancía y saben cómo está la mercancía de los vecinos. Que si los jitomates nuestros están magullados (o mallugados, según lo digan en su rancho) o que están verdes o muy chiquitos, que si las cebollas están muy caras, que si afuerita del mercado están asaltando; que si en el mismo mercado hay pelaos que les sacan las carteras a los visitantes, en fin. Esos compradores son peores que usted y yo cuando vamos a comprar los jitomates. Revisan puesto por puesto el producto, los precios, el ambiente, que si los ambulantes, que si los taxistas, que si los bajan a media carretera y como ellos no andan buscando jitomates que son obligados para la salsa con chile, terminan por hacer una oferta gachísima para aquellos productos que tienen muchos “bemoles”.
Según el camarada Rogelio (desde luego no es el Rogelio de la UAG), hotelero de toda su vida, aunque en el área de la jardinería, para que se vuelvan a llenar nuestras cantinas (y los hoteles desde luego, pues si no, ¿dónde van a dormir los borrachos?), se requiere, por un lado, que se sienta más claramente la reactivación económica tanto en méxico como en Canadá y Estados Unidos para que tengamos turistas tanto nacionales como extranjeros; se requiere que amarremos los cuches para que no vuelvan a agarrar “malas influencias” y que Felipe Calderòn, Zeferino y todas las autoridades de este país, logren pacificar el territorio meshica. Pues sí, no está a la vuelta de la esquina, pero de que se puede se puede. Nomás falta que quieran.

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