APUNTES DE UN VIEJO LÉPERO

Jeremías Marquines

Juan Angulo: ambición desatada


La definición de la ruindad es menosprecio de su propia estimación por lograr algunas ventajas indecentes.
Teofrasto, filósofo griego (324 al 285 A.C)

Tiene razón el saliente gobernador de Guerrero, Zeferino Torreblanca cuando afirma que el director del periódico El Sur Juan Angulo Osorio es un ambicioso vulgar. Y es que, en algún momento del camino, Angulo se extravío: pasó de ser un periodista regular a un político mediocre.
Desde hace tiempo este individuo es señalado por muchos de usar el periódico a su cargo como martillo para golpear a quienes se oponen a sus “ideas” y ambiciones políticas. Más que usar el medio como medio de información equilibrado e imparcial, un medio que sirva para estar informado, Juan Angulo lo usa para tirar líneas de accionar político para un lado y otro con el fin de sacar ganancia política y satisfacer obsesiones particulares.
Sin rendir cuentas a nadie, pues desde hace años despojó a los socios de este periódico de sus acciones y los expulsó de la toma de decisiones para apropiarse voraz y ambiciosamente del diario, Angulo perdió piso en su búsqueda de venganza contra Torreblanca Galindo, un gobernador que lo ha tratado simple y llanamente como se merece, pero también Angulo lo ha tratado con la misma vara. Ambos escenifican un juego de soberbia, ambiciones vulgares y estupidez.
En la tragicomedia Angulo-Zeferino-Chapa-El Sur-candidatos del PRD, hay como tela de fondo el juego de ambiciones vulgares. En el caso del director del El Sur, todos: políticos y empresarios que han tenido tratos con él, lo señalan de extremo codicioso; un avaro cuya obsesión por el dinero es ofensiva. Aseguran que políticamente es un frustrado porque una de sus ambiciones era que allá por febrero de este año, una gran ola ciudadana y partidista lo propusiera como candidato a gobernador para salvar al PRD de la división. Cosa que nadie tomó en cuenta a pesar de que gastó litros de tinta y de que tiró línea a sus diligentes colaboradores para que escribieran en ese sentido. Incluso algún día Aurelio Peláez llegó a consultarme, luego de 20 cervezas en el Bar del Puerto, que cómo veía la posibilidad de que Angulo fuera candidato ciudadano a gobernador; como respuesta, le pedí a don Josué, el dueño del local, que mejor me cambiara de cerveza indio a vodka tonic y me reí con indulgencia.
Ya encarrilado y en el límite de su desesperación porque nadie se fijaba en él, Angulo usó el asunto del citatorio que le hizo la Procuraduría de Justicia estatal para victimizarse y llamar la atención hacia su persona. Tras ese suceso que no tuvo mayor implicación, se inventó una persecución por las calles de Chilpancingo y denunció que era hostigado y acosado por el gobierno estatal. Todo con un claro fin electoral. La mezcla de ambición y obsesión es muy cabrona.
El director del El Sur ha tratado de disfrazar su pésima actuación de titiritero político bajo el manto de la información. Con grosería y notable falta de aseo ha tratado de manipular a sus lectores vendiéndole información sesgada sobre el proceso de selección interna de candidatos del PRD con el fin de lograr influir en este proceso y lograr satisfacer su codicia que opera en beneficio de Luis Walton -dueño de la maquinaria que imprime El Sur- y de él mismo.
Por eso, ante el fracaso de que fuera ungido candidato ciudadano, Angulo Osorio, cambió su estrategia y vio renacer la oportunidad de interferir en el proceso interno del PRD, en la figura de la viuda de Armando Chavarría, Martha Obeso. Codicioso como es: Angulo y compañía han tratado de pervertir la justa exigencia de justicia de la viuda por el crimen de su esposo, el presidente de la Comisión del Gobierno del Congreso local Armando Chavarría Barrera.
Con ayuda de algunos opinadores de oficio, y el forzamiento de declaraciones de algunos políticos de quinta boquiflojos, Angulo trata vanamente de enlodar la memoria de Chavarría al convertir una cruzada por la exigencia de justicia en una fallida campañita política donde él salga favorecido.
Es grosero que de manera perversa Juan Angulo pretenda aprovecharse de la viuda de Armando Chavarría para fortalecer la aspiración de Luis Walton, su socio en el periódico. Es grosero y vil que se enlode la memoria de un asesinado por satisfacer ambiciones vulgares. A Juan Angulo y compañía no le importa que al llevar a la viuda por este camino, provoque que pierda calidad moral y entonces se descubrirá que su exigencia de justicia era falsa y motivada por otro tipo de intenciones. Este tipo de acciones oportunistas lo único que traen con el tiempo es el repudio de la sociedad porque nadie, por muy sinvergüenza que sea, seguirá el juego de torcer un sentido reclamo de justicia.
La verdad da mucha pena que un periodista como Angulo se haya dejado llevar por la ruindad impudente, contamine el ejercicio periodístico y comprometa la credibilidad de El Sur. Es lamentable que no pueda mirar más allá de su propio ombligo y crea que su estrategia le hace mucho mal al gobernador Zeferino Torreblanca, cuando en realidad lo único que hace es darle la razón a lo que publicó en su desplegado en el diario Reforma.
Lo mejor de todo es que Angulo aún tiene tiempo para corregir lo que será una fallida estrategia que arrojará sólo pérdidas para todos lados, pues en el escenario dibujado por la neocorriente política surista, el único fortalecido será el aspirante del gobernador que espera su turno.

LA CONTRA:
Todos los dicen: Alberto López Rosas es una vaca que no da leche. Trae cálculos erróneos sobre el proceso de selección interna del PRD donde piensa que es muy influyente. En este proceso, don Beto, al igual que otros, se deja guiar más por la política de mezquindad y avaricia que por la razón política donde todos ganen. En esta lógica, le convendría más mirar por su futuro político donde podría asegurar una diputación local que empujar una estrategia sin futuro. Pero don Beto no sabe jugar en equipo, es una mojarrita jabonosa que nada feliz por río revuelto.
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