Si Dios no vive en templos de piedra, ¿dónde vive?

En la mayoría de Biblias se puede encontrar la siguiente frase: «Dios no vive en templos hecho por mano humana». Esto provoca la pregunta: ¿y dónde vive entonces, si no es en las iglesias de piedra?
Muchas personas creen en la existencia del alma. Ahora se podría filosofar si esto es así o no, pero consideremos por una vez como un hecho el que estemos vivificados por un cuerpo de sustancia sutil que no es de este mundo. Supongamos que en lo más profundo del alma, en dicha sustancia sutil, está la vida, está el hálito, Dios, a quien los seres humanos experimentamos en la respiración.

El hecho de la «vida» no lo deberíamos limitar sólo a la envoltura terrenal, al ser humano, que en algún momento expirará y que no podrá volver a recuperar la respiración al inspirar. La vida es eternidad y a la eternidad la llamamos «Dios» o «Eterno» o «Existencia eterna» o «Eterno SER».
Pensemos tan sólo en la naturaleza. La primavera trae más luz, más sol, y la parte de la Tierra que se orienta hacia el sol vuelve a recobrar vida. La naturaleza comienza a reverdecer y a florecer. ¿Y qué sucede con nosotros? Cuando nos orientamos a la luz, a Dios en nosotros, nuestra alma se vuelve más luminosa; vivimos más conscientemente, nos volvemos más libres y felices; nos tornamos más sinceros, abiertos y justos con nuestros semejantes, porque nos hemos encontrado en Dios, la Vida y somos fieles a nosotros mismos.
Volvamos a nuestro tema: Dios en nosotros, Dios en usted, Dios en mí; cada uno de nosotros es el templo de Dios, pues Dios vive en nosotros. Por consiguiente, la vida inmortal, el hálito de Dios está en el fondo primario de nuestra alma. La vida fluye a través de nuestra alma. Fluye en nuestro cuerpo celular y nosotros respiramos la vida. Nuestro corazón palpita porque recibe la vida que proviene de la vida omniabarcante: Dios.
Este artículo no quiere atarle a nada, tampoco hacerle creer algo, ni prescribirle lo que debería de hacer. Aunque sí decirle simplemente: experimente lo que muchos ya han experimentado al encontrar a Dios en sí mismos, convirtiéndose así en personas con las que es posible vivir en común.
Puede usted retirarse un lugar tranquilo y buscar a Dios en el silencio. Él no enseñó a ir a iglesias de piedra. ¿Pero cómo lo podríamos hacer cada uno de nosotros para encontrar ese lugar o aposento tranquilo? Si lo desea puede preparar un pequeño rincón para orar, una mesita pequeña, una silla, una vela. Con el tiempo llegará a ser una necesidad el retirarse a rezar allí, puede ayudarse con música armoniosa para ponerse en sintonía para luego dirigir hacia el interior algunas oraciones profundas y fervientes.

De la publicación. “Dios en nosotros”

Vida Universal
Mª Jose Navarro
24764815W
www.editorialvidauniversal.org

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