Entre la verdad y la ficción

Por Jorge Luis Falcón Arévalo*

Añorve y Torreblanca, el mismo síndrome.

“La corrupción mina todo aquello que la comunidad policial pretende conseguir. Empobrece a comunidades enteras, y pone en peligro la seguridad de muchos para beneficio de muy pocos” -Ronald K. Noble, Secretario General de Interpol-
El sábado pasado en importante periódico de circulación estatal, se publicó una fotografía donde el alcalde de Acapulco, Manuel Añorve Baños, fue a La montaña a dar las gracias a los habitantes de ese lugar que le apoyaron en sus desmedidas ambiciones por lograr la silla de Casas Guerrero. Fue y vino de facto. No es para mal pensar pero ¿Acaso Zeferrinche le prestaría el helicóptero, para desplazarse? Publicada la foto el sábado, ¿Don Manuel se movió un día laboral anterior, para una fiestecita allá con los paisanos surianos, pidió permiso o de manera impune se fue, como la Martina? ¿La foto en cuestión se pagó con dinero del erario, cuando ello deberá hacerlo con dinero propio, pues es su problema agradecer su derrota, no del dinero de los guerrerenses? Remember el Zeferinato, abuso tras abuso.
La corrupción es una manifestación de debilidad institucional, falta de valores éticos, desviación de incentivos y aplicación insuficiente de la legislación.
Cuando funcionarios corruptos desvían paulatinamente los recursos, el potencial para promover el desarrollo social y atraer la inversión extranjera se ve mermado, por lo que resulta incapaz de ofrecer servicios básicos a sus ciudadanos o velar por el respeto de sus derechos.
¿Habla bien de Acapulco? ¿Por qué no mejor de Guerrero? Pero ¿hablar de Acapulco en qué y cuándo? Si los amigos íntimos, cuasi carnales periodistas de Don Manolo Añorve destacan en sus portadas los hechos sangrientos que la otrora famosa revista Alarma palidece, ante fotos y descripción de matanzas.
Esa campaña como su campaña política al entrón polaco no le han funcionado porque no ha sido debidamente estructurada y visualizada. Está hecha al vapor, sin métodos, ni fines mediáticos. Pero, además ¿Qué ofrece Acapulco a nuestros paseantes en diversión o distracción?
Basura, descontrol y crimen en el transporte urbano, ausencia de agua potable, invasión de calles y banquetas por un impune comercio ambulante. ¿Hablar de esto? La impunidad y la corrupción, son bunker de los gobiernos estatal y municipal acapulqueño.
La impunidad es la expresión más perversa del poder.

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