viernes, 29 de abril de 2011

Implicaciones de una democracia

Por Nuria Peña G.

Comúnmente el ciudadano mexicano se caracteriza por su descontento con los órganos gubernamentales, por sus autoridades y por el manejo del poder en todos sus niveles de gobierno.
Como democracia que somos en México contamos con privilegios, pero estos privilegios no saldrán jamás a la luz si el ciudadano espera que su voto se traduzca en perfectas administraciones o en impecables logros de los electos. No podemos negar que nuestros representantes, la mayoría, carecen de las habilidades necesarias para gobernar; pero tampoco podemos esperar que esta situación continúe hasta el día en que mágicamente desaparezcan el letargo, el oportunismo y la injusticia.
La solución para un México que durante dos siglos se ha caracterizado por sus incongruencias políticas, reside ahora en el propietario de la democracia: el ciudadano. El ciudadano como máximo beneficiario o perjudicado de una democracia, aquel que con su voz y voto obtiene a través de un tercero (la autoridad) el máximo desarrollo para su sociedad.
¿Pero qué sucede si nuestro sistema democrático no rinde los resultados deseados para el pueblo? Es hora de buscar una vía alterna para nuestro caso el mexicano, el tiempo de una participación ciudadana tenaz y real. Esta participación y compromiso ciudadano no es más que una implicación de la democracia, no es más que la responsabilidad que recae en nosotros por el hecho de poder abogar en pro de nuestros intereses. 
Resulta difícil imaginar “estar encima” del gobernador de nuestro estado, pero olvidamos que debajo de él nos amparan también los presidentes municipales, los diputados y los regidores; a quienes poco se les demanda y son actores más directos en nuestra ciudad.
Para tener una participación ciudadana se requiere estar informado del entorno local y nacional, se precisa tener compromiso y perseverancia, y sobre todo evaluar los desempeños de quienes nos representan.
Nuestras apatías solo llevan a que las autoridades continúen con la dinámica de jugar a gobernar, de tal modo que la historia política de México sea tan predecible como lo ha sido. El que vaya a lamentar la situación del país, está obligado a vivir con la mayor implicación de la democracia que es la responsabilidad de ser ciudadano.

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