MEMORÁNDUM

Por Gerardo Ruano Cástulo

*** Jorge Rosas, el “ninini” de la industria de la tortilla.

Como siempre suele suceder. En todos los ámbitos o gremios nunca falta un prietito en el arroz. Alguien que constituye un lastre u obstáculo para el buen desarrollo de las actividades, pero sobre que busca impedir el logro de objetivos que traigan un verdadero beneficio social.
Así parece suceder en la Asociación de Industriales de la Masa y la Tortilla de la Región Centro, en donde Jorge Rosas Ávila, se ha comenzado a convertir en un apestado, luego de estar interesado en estropear las relaciones institucionales que sostiene ese gremio y promover la anarquía al seno del mismo.
Para mala fortuna de esa Asociación, Jorge Rosas hoy es Vicepresidente a nivel estatal, desde donde lo único que ha buscado con sus declaraciones en los medios, es alejar al gremio de las buenas relaciones institucionales, porque lo que sabe decir es que el gobierno no lo apoya y amenazar con subir el precio de la tortilla, pero nunca, qué propone para mejorar la calidad de su producto y si hay en puerta algún programa social que ayude a las personas más pobres. Nada de eso. Lo de él es patear las puertas.
Su gris paso por la dirigencia regional en la zona centro lo dice todo. Desde ahí impulsó una propuesta de reglamento que exigía a las autoridades municipales que le aprobaran de inmediato. Tan es así, que según se sabe, llegó a tener diferencias con el alcalde capitalino, Héctor Astudillo Flores. Y todo por su forma de proceder poco prudente y cavernícola. 
Lo peor del caso, es que la propuesta de reglamento, hay que decirlo, parecía que estaba hecha con los pies, puesto que tenía muchas deficiencias y en algunos de sus artículos se contravenía la carta magna del país. Seguramente, eso ni siquiera lo sabía el remedo de lidercete. Sería como pedirle peras al olmo.
Así que después de dejar la dirigencia regional, le heredó a su sucesor la tarea de resarcir primero todas las relaciones institucionales y después retomar el asunto del reglamento. Situación que Gabriel Hernández Martínez, actual líder de la zona centro, ha hecho de manera acertada, siendo prueba de ello, que el cabildo de Chilpancingo ya aprobó y mandó publicar el nuevo reglamento que regula la venta de masa y tortilla.
En los hechos, Gabriel Hernández, joven egresado de la Universidad Autónoma de Guerrero, con maestría en derecho fiscal, le enseñó a Jorge Rosas que las cosas se logran con dialogo. Entablando una relación de respeto con las autoridades. Y no pateando las puertas. Además buscando un verdadero beneficio social, ya que el nuevo reglamento, no solamente regula la actividad comercial, para apertura y cierre de negocios de esa índole, sino que además, plantea un programa para elevar la calidad de las tortillerías, porque con ello se obliga a mejorar las condiciones de higiene y seguridad.
Pero que va saber de ello Jorge Rosas, si hoy se comienza a convertir en un apestado al promover la anarquía, luego de que al parecer defiende la apertura de tortillerías, aunque estás violen la reglamentación, tal y como hoy sucede en el mercado Baltazar R. Leyva Mancilla, y concretamente en el área denominada “tianguis”, en donde por sus bules intenta que se establezca una tortillería, a sabiendas de que el manejo del gas es delicado, y que por ende, constituye un riesgo para la integridad física de cientos de personas que acuden a esa central de abastos.
Y todavía, el muy digno, intenta promover la salida de Gabriel Hernández de la dirigencia regional, porque no lo apoya en esa barbaridad. El cínico no se da cuenta, que si la autoridad le clausuró por medio de la dirección de gobernación, es porque no cumple con los requisitos establecidos, pero sobre todo, porque instalarlo ahí, es un peligro para mucha gente.    
Por eso, no sería mala idea que la dirigencia estatal de ese gremio tomara cartas en el asunto, y metiera en cintura a ese remedo de lidercete, que lo único que hace es crear problemas y fomentar la división al seno de esa asociación. Peor aún, para aportar al beneficio social, es un “NININI”, porque ni picha, ni cacha, ni deja batear. Esa es la cuestión.
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