Entre la verdad y la ficción.

14 Al maestro sin cariño.

Por Jorge Luis Falcón Arévalo/ Grado Cero Press.

A la maestra Elba Esther Gordillo Morales, prototipo de la corrupción y emblema de la antidemocracia.

Fue allá por los años 60’s cuando se estrenó una película interpretada por el actor de color Sidney Poitier, intitulada “Al maestro con cariño”, justo cuando la lucha de clases transitaba por un álgido final y Martin Luther King, enarbolada la bandera contra la segregación. Gandhi, ennoblecía su lucha y los claros ejemplos de otro insigne luchador Patricio Lumumba, era parte de encuentros violentos, para resarcir paz y concordia. Tolerancia y respeto a los derechos humanos.

El drama del filme es así: “”Mark Thackeray es un ingeniero desempleado que acepta trabajar temporalmente como profesor en un colegio popular de Londres. Al principio se resiste a comprometerse con sus problemáticos alumnos, pero lentamente se convertirá en un verdadero guía y maestro para estos chicos perdidos en una sociedad que no los cotiza ni acepta. Clásico del cine con conciencia social, este filme le dio a Sydney Poitier uno de sus mejores papeles y dio algunas de las pautas para los adolescentes rebeldes de tanta película posterior sobre alumnos y profesores enfrentados””

El mundo se estremecía. Alexander S. Neill, imponía en los colegios la educación libre, en las incipientes escuelas de Summerhill. El pedagogo destacaba: “Uno de los grandes principios de la democracia es la libertad del individuo. Este desde que nace hasta que muere tiene derecho a vivir en libertad, el individuo ha de tener los mismos derechos sea rico o pobre, blanco o negro, sea hombre o mujer, niño o niña, y en este caso ha de tener derecho a ser educado tanto si su familia se lo puede permitir como si no, obligatoriamente”.

La lucha de clases, era punto primordial y entonces esas juventudes, como la mía rabiosamente teníamos la ineludible obligación de estudiar para aprender y aprehender, leyendo en infinidad de libros, todo lo que se pudiera hacer en ese momento; porque el mundo así lo exigía. Desde política, sociología, cuentos, poesía; jugar al ajedrez y destrabar los más españolizados crucigramas. De rigor.

De los años 70’s, donde se rumoraba y se aplicaba el uso tecnológico de las computadoras. Tremendos aparatos -que tenían que estar inmersos en cuartos donde el aire acondicionado tenía que ser regulado al calentarse por la intensidad de procesamiento de datos que les elevaba la temperatura- tipo ropero, que observé cuando visitaba las oficinas de Pemex, del departamento de exploración al visitar a mi padre en su ejercicio laboral. Uno de mis primeros maestros. Riguroso y analítico en sus obsequios de libros y contundentes para posteriormente cuestionarme acerca de lo leído; pero más, de lo asimilado.

El experto de ese entonces, entregado a su faena magisterial. Se dedicaban a la cátedra, aviesos lectores que se enteraban a través de diversos medios masivos de comunicación, como era la radio, primordialmente. Los periódicos, circulaban pues, siendo mi ciudad un puerto importante -Coatzacoalcos- el trajín aéreo era constante, así que no podían faltar los impresos nacionales.

El profesorado, siempre a la “vanguardia” buscó como instruirse. Eran gente, cultivadas en diversos tópicos; o, al menos, no te mentían en sus respuestas a preguntas formuladas. Trataban de acercarse a la realidad. Muchos mentores se desempeñaban como locutores, pues su “labia” era parte de ese reconocimiento para poder decirle con el debido respeto: ¡Admirado profesor! Los cambios se suscitaron 70 y 80’s. Todo cambio, hasta la disposición de los mesabancos, aulas y más el educador.

Este se convirtió en un mar de corrupción, faltista e irresponsable, por diversas cuestiones; pero, la más importante: la borrachera y su ineptitud para seguir preparándose. Por ello, una comunidad estudiantil desfasada, gandula y ociosa. Por un magisterio, analfabeto.

El magisterio -salvo sus raquíticas y honrosas excepciones- es impuntual, impreparado académicamente, analfabeto hasta en su misma área. Ayer un maestro atendía e impartía diversas materias. Hoy se especializan en una, y son un bodrio. Una vergüenza en su propio y “docto” ejercicio magisterial. Es el magisterio mexicano, el más haragán y que gusta de faltar por cualquier motivo fiestero; que preferir empoderarse en constituir y estructurar una nueva casta de jóvenes que remonten en los corceles de la indagación e investigación nuevos caminos del conocimiento.

Hoy el profesor es neófito en lo relacionado a la academia; confunde ya no como se mencionaba antes, la magnesia con la gimnasia; sino que vas más allá. Retuerce el término de maestro, como ente de incapacidades afásicas múltiples y entendimientos disléxicos. Un verdadero gañan de la educación, sin entender etimológicamente esta formación cultural de cada individuo que se honra en llamarse, profesor; ya no maestro, que implica otros conocimientos y sabidurías.

Estudio antropológico y sicológico merecen los alumnos de esos mentores; porque no rebuznan, porque pueden ser demandados por algún asno que los oiga roznar. Aun teniendo el mejor invento de las computadoras a su alcance, amén así, cometen toda clase de tropelía gramática y ortográfica.

Surge aquí la respuesta a una de las muchas preguntas que durante el tiempo que impartí clases en diversas universidades de Guerrero, en múltiples especialidades. ¿Cuál es el primer libro que se debe leer para encauzarse a la lectura? Inquirían y curioseaban los estudiantes. ¡El diccionario!, ese es el primer libro que se debe accesar. De allí a la eternidad lectoral.

Pero para ser un buen estudiante, debes tener un buen maestro; desde tu casa principalmente. Porque es desde allí donde formas tus principios morales y la ética que habrá de regirte, es la médula de lo que haya en tu casa. El estudiante y profesionista futuro, es el reflejo implícitamente de lo que tuvo en su hogar.

A los maestros por sus hechos los conoceréis. Un educador, siempre te regalará libros. Y es precisamente ese filme, que al principio narré, porque allí predominó la casta de un maestro que ante la adversidad del color y del conocimiento claro y profundo, supo entender y hacerse saber que la educación, es el punto para avanzar nuevas etapas de la barbarie escolar y magisterial.

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