MEMORÁNDUM

Por Gerardo Ruano Cástulo

*** ¿Qué le debe el PRI a Manuel Añorve?

Ya desde ahora. Con mucho tiempo de anticipación. Se deja entrever que el alcalde de Acapulco, Manuel Añorve Baños, buscaría ser candidato del PRI a senador de la República, después de su histórica participación en las elecciones para gobernador, en donde habría alcanzado más de medio millón de votos. Sin embargo, esa posible postulación conlleva diferentes cuestionamientos, y una pregunta obligada: ¿Qué le debe el PRI a Manuel Añorve?
Así es. La derrota de Manuel Añorve debe ser analizada en su justa dimensión. No con la actitud conformista de algunos políticos convenencieros del Tricolor, que hablan maravillas del alcalde porteño al lograr una votación histórica para su partido. Y lo peor del caso, es que el mismo Manuel Añorve se la cree. Tan es así, que cuando regresó a la silla edilicia, habría anunciado que regresaba porque la gente de Acapulco lo había aprobado en las urnas del 30 de enero. ¿A qué le llama aprobar? Si de los siete distritos del puerto perdió en todos.
La verdad irrefutable, y que los próceres del tricolor se niegan a aceptar públicamente, es que Manuel Añorve, por lo menos ha dado dos cosas a su partido: división y dejarlos fuera de casa Guerrero. Y es que, si hay alguien que sabía del fuerte posicionamiento que tenía Ángel Aguirre Rivero en toda la entidad y que por esa razón debió haber sido candidato del PRI, es precisamente él, quien se aferró a sus ambiciones personales, sin importarle dejar a los acapulqueños colgados de la brocha, cuando muchos de ellos lo eligieron para que cumpliera a cabalidad con su periodo edilicio y no para que se le subiera la calentura electoral.
Manuel Añorve tuvo la oportunidad de vestirse de héroe, pero eligió seguir siendo el villano de la película. Tal vez esa es su tendencia. Por algo le habrán puesto el mote que tiene. Y es que, si se hubiese mantenido trabajando en Acapulco, dejando que Ángel Aguirre fuese el candidato y luego el gobernador de la entidad, la historia hoy sería distinta: Los priístas estarían de fiesta en Casa Guerrero y todos hablarían de la madurez y altura de miras del alcalde porteño. Pero no es así. La realidad es cruda, por su ambición personal están fuera del gobierno del estado. Y lo que más debe doler a los verdaderos priístas, es que en ésta ocasión tenían todo para ganar, pero Manuel Añorve les dijo que no.
Al dejar a medias su gestión en Acapulco para ir en busca de una aventura política, se convirtió en factor de división. Su candidatura no tenía la fuerza, y por ende nunca fue factor de unidad, sino de división al seno del PRI. Por eso miles de priístas dieron su voto a Ángel Aguirre.      
Hoy sus voceros, después de su penoso regreso a la alcaldía, buscan promoverlo como el mejor alcalde de la entidad, no para resarcir su desgastada imagen, sino para proyectarlo en su ambición de buscar ser senador de la república. Lo cual, hay que decirlo, es sumamente cuestionable, porque de hacerlo, volvería a dejar tirados los trabajos en el Ayuntamiento porteño. 
Ese hecho, de hacerle al trapecista político, no solamente afectaría en su ambición a Manuel Anorve, sino al mismo PRI, que de entrada, ya tiene un panorama muy complicado para mantener el poder en el puerto de Acapulco en las elecciones del año próximo. Y todo gracias, a la cortesía del ex candidato del tricolor a la gubernatura.
En pocas palabras, lo único que el PRI le debe a Manuel Añorve es estar fuera de casa Guerrero y en franca desventaja en diferentes municipios para las elecciones de 2012. Por eso, parece absurdo que haya quienes piensen que él es la medicina que necesita el PRI. ¿No acaso fue él, quien llevó a su partido a terapia intensiva? Esa es la cuestión.
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