Comentarios a la “Felipa” de Toño Urbina

Por El Tiburón

Hace unos días me encontré con un amigo que se llama Toño Urbina y a quien todo mundo conoce en Zihuatanejo como “El Marinero”. Me hizo el favor de obsequiarme un ejemplar autografiado de su primer libro titulado “Felipa” y yo a cambio le ofrecí leerlo y publicar algunos comentarios sobre él.
En primer lugar vale hacer un reconocimiento a la Asociación de Escritores, Poetas y Compositores de Ixtapa-Zihuatanejo (que dirige otro Toño pero éste de apellido Morelos) que otorgó todo el apoyo, junto con varias instituciones y personas que “aflojaron” los centavos para hacer un primer tiraje del cuento de “El Marinero”.
Luego, otro reconocimiento para el propio Toño Urbina porque publicar un libro no es fácil y menos en México, donde pueden conseguirse millones de pesos para las pendejadas más increíbles, pero luego no es posible encontrar un peso para impulsar y desarrollar el talento de los escritores.
Digo que es difícil publicar un libro, por que, para empezar se necesita llenar las páginas con una o varias historias, lo que requiere ingenio y talento; la otra es llenarlas de buena manera, lo que requiere cierto conocimiento y manejo del idioma y, por último, hacerlo con gracia para convencer a los que tienen la lana que se necesita para la impresión del material. Pues todo eso y más tiene la “Felipa” de Toño, un hombre que, aunque usted no lo crea, sólo cursó formalmente hasta el quinto año de primaria y el resto lo ha aprendido en la universidad de la vida, única escuela donde los maestros no regalan ni venden calificaciones ni las intercambian por apoyo político.
Como usted sabe, mi estimado, yo no soy crítico literario ni mucho menos. En el terreno de las letras, como ya he dicho antes, soy aprendiz de periodista y aficionado a la lectura de algunos poetas y escritores, pero voy a decirle lo que me gustó de la obra de Toño y voy a intentar convencerlo de que vale la pena tener a la “Felipa” en casa.
El libro cuenta la historia de Felipa, una hermosa mujer que hereda de su anciano marido curandero los secretos para aliviar o para enfermar el cuerpo y el alma. El cuento se desarrolla en una zona seguramente de las estribaciones de la sierra que es donde se producen paisajes tan hermosos como los que describe Silverio, el narrador de la historia y eterno enamorado de la hermosa curandera conocedora también de las malas artes de la brujería.
Felipa, Silverio y otras dos mujeres que terminan girando en torno a la curandera, viven juntos hasta la madurez y la muerte, en una extraña comunidad, las miserias que azotan la vida rural de la costa: Los asaltos, la violencia y muerte contra hombres y mujeres de manera indiscrimada; los policías corruptos y la pobreza. Todo rodeado por la magia del lugar y de la hechicería.
Destaca el cuento de Toño no sólo la hermosura y la calidez de la mujer costeña sino reafirma su fama de trabajadora reconocida junto a la afición que tenemos por la hamaca algunos varones costeños. Relevante también la idea de la venganza. En el mundo mágico de Felipa el que la hace la paga; en el mundo real no ocurre lo mismo, usted sabe.
Algo también notable de “Felipa” es que el relato está escrito en verso. Desde el inicio y hasta el final, Toño va tejiendo estrofas de versos de 16 sílabas que de pronto parecieran octosílabos por las rimas internas. Aunque no hay mucho rigor en la versificación, lo cierto es que la obra tiene un gran ritmo y musicalidad, como un son costeño.
Tuve un día la oportunidad de oír unos versos a Toño y en cuanto lo escuché recordé los del Martín Fierro, obra monumental de José Hernández cuya primera parte se escribió en 1872 y que cuenta su historia en versos octosílabos. Desde luego los versos de Toño Urbina están en el lenguaje de la costa de Guerrero, donde la gente está acostumbrada a usar términos duros quizás por que así es la vida en la región y por que somos léperos y calientes por naturaleza.
Dice José Hernández en un fragmento del Martín Fierro donde describe una leva del gobierno:

Juyeron los más matreros
y lograron escapar:
yo no quise disparar,
soy manso y no había porqué,
muy tranquilo me quedé
y ansi me dejé agarrar

Allí un gringo con un órgano
y una mona que bailaba,
haciéndonos rair estaba,
cuanto le tocó el arreo,
¡tan grande el gringo y tan feo,
lo viera cómo lloraba!.

Hasta un inglés zanjiador
que decía en la última guerra
que él era de Inca-la-perra
y que no queria servir,
tambien tuvo que juir
a guarecerse en la sierra.

Dice el Silverio de Toño en un fragmento de la “Felipa”:

No fue aquel mi día de suerte… por primera vez de muerte, me amenazaba un fulano… ¿Qué me temblaron las manos? Y los pies… se frunció aquello… era el auténtico sello de los judiciales, que pagan por hacer males, y al pueblo le hablan de usted… creo que si no me cagué fue porque no había comido. Y así agarré mi camino… nunca pensé que el destino me hiciera esta jugarreta.
Creo pues que tiene muchos aspectos rescatables el relato de mi amigo Toño,  a quien saludo con afecto.

1 comentario:

  1. Felicidades por el Sr. Urbina, sin duda es el libro que muchos estabamos esperando, tuve la oportunidad de escucharlo en una de sus presentanciones en la cancha municipal y creo que es uno de los grandes personajes que tiene la costa grande de Guerrero, asi como orgullo de la nacion, felicidades!

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