El destino que cada cual creo para si mismo

Cada día recibimos señales avisadoras que proceden de nuestro plan de vida. Todo, cada acontecimiento, cada situación que nos irrita, tiene algo que decirnos personalmente. También en un momento de reflexión podemos reconocer algunos aspectos de nuestro plan de vida. Como todo lo que nos sucede en nuestro caminar por la vida son impulsos surgidos de nuestro plan de vida, cada hora, incluso cada minuto nos exige vivir conscientemente, para captar estos impulsos, estas energías que nos muestran lo que hemos de cambiar.
Si aprendemos de ello y en adelante nos comportamos consecuentemente, entonces disolvemos poco a poco nuestro comportamiento erróneo que hemos traído. Con la fuerza de Cristo en nosotros éste se va transformando en vida espiritual, en libertad y en amor a Dios y al prójimo. Así habremos conseguido una maestría en nuestro camino terrenal y hemos cumplido nuestro plan de vida.
Cada ser humano está marcado por lo que le sucede, tanto en el aspecto positivo como en el negativo. Lo que hoy es y lo que hoy se encuentra en su camino de la vida, lo originó en el “ayer”. El “ayer” significa las encarnaciones previas. Cada uno de nosotros se encuentra en la Tierra como en una escuela para aprender de lo que la vida le muestra. Esto significa que estamos ahora otra vez en la Tierra para aprender de nuestros errores pasados, de lo que todavía no ha sido purificado por nosotros, de lo que no hemos sacado todavía las enseñanzas para nuestra vida. Deberíamos tomar conciencia una y otra vez de que sólo nos puede suceder lo que está ya presente en nuestro plan de vida. Se trata siempre de cosas que no hemos aprendido en nuestras encarnaciones anteriores o como almas en los planos de purificación.
Por lo tanto somos nosotros mismos los responsables por nuestra vida en la Tierra. Lo que sembremos también lo cosecharemos. Si nos comportamos de forma insensata actuando contra nuestra herencia divina, la ley del amor a Dios y al prójimo y la libertad, tendremos que soportar también lo que resulta de ello. Es decir, el destino de cada uno es su propio destino. Este se compone de todo su sentir, percibir, pensar, hablar, querer y hacer individual. No se graba el mero pensamiento o la palabra “adornada” sino los contenidos. Todo lo que introducimos en nuestros sentimientos, sensaciones, pensamientos, palabras y actos son los elementos que constituyen nuestro destino. Estos los almacenamos, como ya he explicado, en nuestra alma y en los astros correspondientes.(De la publicación. “El profeta. La Voz del corazón”).

Vida Universal
Ana Sáez Ramírez
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