ENTRE LA VERDAD Y LA FICCIÓN

Por Jorge Luis Falcón Arévalo

Opaca y prostituida la política

El presidente de México, Felipe Calderón, señaló allende las fronteras que en país, se “manejan en la  opacidad entidades y municipios”. Y remató “en una democracia, el pueblo tiene el derecho a saber lo que hacen sus gobierno”.
Como todo catedrático universitario, se manejó en la teoría con magistral soltura; pero en la práctica mordió anzuelos y reprochó a gobernadores y presidentes municipales, la opacidad; que traducido en el lenguaje de la administración, es corrupción. Fenómeno latente en las cabeceras municipales; pero también, en los funcionarios que integran esas comunas o gabinetes estatales. La designación de un inexperto en un puesto de responsabilidad, es también, motivo de corrupción.
En México, la transparencia se ha convertido en estandarte, en discurso obligado de gobernantes, políticos e intelectuales. Es actualidad, formadora de opinión, certificada por instituciones como Transparencia Mexicana, -que por cierto ésta ha colocado en los últimos lugares a Guerrero, desde la pasada administración de Juárez Cisneros y Torreblanca Galindo- consultorías y Universidades dedicadas a su investigación.  ¿Por qué las instituciones como lo es la Auditoría de la Función Pública, el Congreso local y de la Unión no actúan cuando se dan a conocer este tipo de tropelías? ¿Complicidad o es solo un protocolo más donde la justicia es letra y la corrupción es un hecho que “salpica” a los grandes esferas que detentan el poder? Si los hechos lo confirman al no haber una sanción administrativa o judicial, pues sí.
Así la transparencia se ha identificado como sinónimo de probidad. La derecha y la izquierda la reclaman y se convierte en instrumento para culpabilizar o exonerar. Aunque ambas fracciones se confunden en la terminología de derecha moderada e izquierda calcitrante; cuando los términos son y serán derecha e izquierda, lo demás es dilemas, contradicciones y palabrerío propio de gandallas y padrotes de la política.  Una transparencia que termina siendo opaca no obstante que se argumente la rendición de cuentas la gobernanza y la democracia.
La transparencia y la apertura no son sólo parte de la Constitución, sino de los principios éticos de comportamiento de cada funcionario o representante popular, que nunca han sabido asumir su principal responsabilidad actuar con moralidad; y, eso, causa severos daños en el comportamiento de proyectos y planes de desarrollo; lo mismo, si se manejan dinero, que es el punto medular de que cada empleado de gobierno, sostiene la tesis del ladrón, que cree que los dineros que manejan o deben cuidar celosamente, son de ellos y los manejan de manera discrecional y libre, para su  beneficio y en ocasiones hasta familiar. La inmoralidad, es una de las características de los obreros gubernamentales.
El gobierno del Zeferinato, ha sido catalogado como deshonesto y manilargo, las pruebas según se dice, las ha exhibido Jiménez Rumbo -mira quien habla- y Lázaro Mazón –otro, que canta rancheras y baila vals- documentos y auditorías. ¿Qué ha pasado? ¡Nada! Y nada `pasará. Pues entre gitanos no se pueden leer la mano. Sesión de cleptómanos en un gobierno ineficiente, opaco y familiar de un mitómano, como lo es Ángel Aguirre Rivero.

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