ENTRE LA VERDAD Y LA FICCIÓN

Reingeniería de la educación, en México.

Por Jorge Luis Falcón Arévalo/ Grado Cero Press.

Tenemos los maestros que el sindicato desea para los educandos. Tras bambalinas lo mueve irremediablemente una dirigente caduca, zorra -en el sentido peyorativo del vocablo- e imprudente, para corromper cualquier indicio de nobleza en los caminos de la educación.

La única manera de valorar la educación sería construyendo colectivamente los criterios de calidad desde la propia perspectiva sociocultural y participando en la reconstrucción de la realidad.
Debe existir concordancia entre los participantes, en un solidario planteamiento en que la calidad de la educación sea entendida en cuanto ésta contribuye a una transformación social, a generar ese mundo que queremos los pueblos, en los que la libertad y la justicia, el bienestar y el progreso se repartan entre todos. Tal y como debe ser en los países de ejercicio democrático. No en las naciones de charlatanes y farsantes.
Tenemos un país de analfabetos -no por el hecho circunscrito de saber leer y escribir, ya estamos siendo un Estado de pensantes- no, no logramos realizar coincidencias a futuros, pues todos vemos nuestro reducido coto de poder, Tratamos de mantener un ficticio control de un ego de frustración. Y he aquí lo analfabeto: de sabernos indispensables o necesarios, Cuando no contamos con la madurez emocional para saber entregar lo mejor de nuestros conocimientos en aras de una mejor nación.
No se trata pues, de fijar una oposición critica al sistema educativo neoliberal por puro capricho, sino de demostrar que sus prácticas e incluso sus postulados ideológicos son incompatibles con las realidades actuales. Las nuevas generaciones están cada vez más interesadas en buscar alternativas educativas accesibles, variadas, de calidad, acordes con los tiempos que vivimos.
Los adelantos electrónicos, como lo es el internet y la computadora, en nada han favorecido a nuestras juventudes y niñez. Esto debido a que los mentores tampoco están preparados para enfrentar el uso y ejercicio; pero, más el fondo académico y educativo de esta herramienta enlazada a instituciones que otorgan conocimientos, cultura y sapiencia.
Los sindicatos en vez de convertirse en casonas de normas y revolución, tal y como dijera Schopenhauer: “así como está hecho el mundo, de voluntad”, es la misma que debe erigirse como veleta entre los hombres y mujeres inconsistentes de ese corrompido lugar. La participación de los involucrados en la evaluación de la educación, le confiere a la misma, un carácter educativo, se debe aprender de la propia experiencia, de la interpretación, reflexión y debate entre los implicados, de la toma de conciencia del conocimiento de la realidad y del desarrollo de la capacidad de la valoración, de juicio, de interpretación de los hechos.
Hagamos una escuela de futuro; no andemos buscando en la grilla las posiciones políticas o educativas que solo nos han dejado en la penuria del mediocre aprendizaje. Los alumnos del pasado, hoy son los mismos maestros, que vistos en el mismo espejo cóncavo o convexo de su existencia, nada han avanzado. Una mirada a su pasado y los ubica en el mismo estercolero.

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