HUELLAS DE LA VIDA

Por Raul Roman
Miguel Ángel Jaimes González “El conde de la condesa”

La tarde caía en tiempo crepuscular; esta entrevista la disfrutamos desde su etapa de planeación como un dulce sueño amistoso y la terminamos como cuando se disfruta el mango más almibarado que pueda existir en la faz de la tierra; en nombre de la amistad, pero sobre todo en la fuerza que irradia su obra pictórica, nos propusimos difundirla por el peso de la historia, por la magia del presente y el compromiso comunitario del futuro.
Toño Urbina, Miguel Ángel Jaimes, El Indio de Iguala y Sergio Martínez
 Lo vimos bajar del cerro del Embalse, donde se encuentra el centro educativo adonde expande sus conocimientos; sus rasgos físicos se suavizaron y enterado de nuestro propósito, la más sincera de sus sonrisas se dibujó en su rostro; pasamos a su habitación y ante la frescura de un jarrón de agua de mora evocó su historia personal, que así será conocida eternamente:
“Nací en Acapulco; mis padres son Miguel y Maura y mis hermanos Herlinda, Melchor, Victorino, Gloria y Salvador; en mis venas corre orgullosamente sangre costeña. Mi infancia la viví de manera normal aunque con algunas carencias que sustituíamos con imaginación y felicidad.
Era niño cuando Herlinda me regaló un paquete de pinturas de acuarelas, marca “Baco”, con una base de cartón, por lo que inmediatamente dibuje la imagen de “Emiliano Zapata”, misma que le regalé a mi padre, puesto que siempre admiró a los próceres de la historia mexicana.
Cursé la secundaria en la Federal 1, en donde jugué futbol y cada vez que podía me escapaba a la playa Condesa, en donde cruzaba a nado hasta las rocas y de ellas me echaba decenas de clavados pues quería ser salvavidas… y me subía a sus torres para contemplar el hermoso horizonte marino… pronto fui “bautizado” como “El Conde de la Condesa”.
 Y llegó el tiempo de emigrar; los estudios normalistas garantizaban una pronta paga y la incorporación inmediata a las filas magisteriales, además, ofrecían becas, con la cuales muchos estudiantes nos defendíamos de los gastos propios del estudio fuera de nuestra casa. En Iguala pasé mis años mozos y en el Centro Regional de Educación Normal, escuela ya legendaria en Guerrero, tuve mi primera exposición pictórica, en la mismísima biblioteca, para que más tarde ganara el premio de artes plásticas a nivel de normales, en la ciudad de México, cuando el hombre vivía 1980 años d.de.C. fenómeno que se repitió al año siguiente en la S.E.P. aleccionado por el maestro Adán y la profesora Marisela Zamilpa, de gratos recuerdos.
 A la par de los estudios normalistas, me inscribí en el I.R.B.A.C. dependiente del I.N.B.A., en el mero corazón de Cuernavaca. Ahí me nutrí del maestro Kraski en grabado en madera y pintura al óleo, aunque en la técnica de la acuarela me considero autodidacta; en ella me encanta el efecto y la conjunción entre pintura, agua y papel, como creación entre naturaleza y hombre; me fascinan “los accidentes” y los riesgos de la acuarela, porque no permite equivocaciones, sólo imaginación, creación y técnica, no puedes superponer colores, además que es fundamental el efecto de la transparencia que la vuelve insegura e interesante.
Ahí vendí mi primer cuadro en $300 pesos a un compañero que se apellida también Jaimes y él lo quería para enseñárselo a su padre, ya que iba al valle de Cuauhnáhuac  a pasear, pero tenía que asegurar que su papá lo siguiera subsidiando, y le presentó esta obra; por lo que más tarde le decía que si no iba a querer otro, pues que tenía tiempo “que no pintaba ningún cuadro”; ahora, yo quiero volvérselo a comprar por haber sido mi primera obra.
 Al salir de la normal, junto a Guillermo de la Rosa y Fernando Cervantes, dejamos el mural “Guerrero, hombre y Estado” que nos vistió de orgullo, pero que el sismo del 85 destruyó.
Llegó el tiempo de emigrar y lo hice al Estado de México, adonde empecé mi carrera magisterial, de ahí me vine a Murga, El Coacoyul, Las Pozas y ahora en la Col. 12 de Marzo.
Con otros compañeros fundamos El Jardín del Arte en Acapulco y en Zihuatanejo “Playa del Arte”, con Misael Hernández, Norma León, Hugo Ayvar, Armando Anzo, Martha Marisa y Armando Federico, entre otros.
Para esto, ya había participado en exposiciones individuales y colectivas, tanto en Guerrero, en el D.F., en Denver, Colorado, en las Jornadas Alarconianas de Taxco y en Toluca, así como en diferentes hoteles y establecimientos en el “lugar de mujeres”.
 Recibí un reconocimiento por la exposición “Agua, color y sentimiento” de la galería “Dolores Olmedo” y mención honorífica en el concurso nacional de acuarela en Toluca, en 1992 y el año pasado gané los premios, regional y estatal del magisterio en nuestro Estado
 Mis temas preferidos y que me apasionan son los paisajísticos, el mar, la mujer y el medio histórico, con trabajos naturalistas y surrealistas principalmente.
 En ocasiones, acompaño mi trabajo con agua fresca, refresco o cerveza, y sin querer ni fijarme, mojo los pinceles en ellos y las pinturas se enternecen, echando abajo la bebida pero causándome la risa más hermosa y gratificante, pero así es la vida.
La noche es mi tiempo, mi medio es el agua y la pintura mi pasión; enmedio de los sonidos del silencio nocturno evoco y sueño un mundo mejor, sin injusticias ni pobrezas, descontando a los que siempre quieren chingar.
 Actualmente, observó que la pintura comercial no se compromete a nada, más que a vender; lo ideal es que tus ideales hagan juego con tus pensamientos y éstos se plasmen en la obra pictórica... y si se vende, el círculo se cierra exitosamente para el artista, además que se convierte en éxito personal con cuenta a la humildad y a la modestia.
 Soy feliz y la vida me ha bendecido con mis hijos Miguelito y Chuchín y puesto a grandes amigos como Chucho, Pedro, Gladivir y mi hermano Salvador, así como un gran cúmulo de compadres y compañeros de la vida. ¡Qué hermosa es la vida, pintando!”.
Miguel Ángel Jaimes González ha convertido sus ilustraciones en un abanico de arte, conjugando colores hermosos, formas mágicas, tamaños varios, texturas incomparables, contrastes majestuosos, que se convierten en una delicia artística y en un poema plástico.
 Su familia y  sus amigos  nos sentimos orgullosos de su sangre y su amistad, pues mantiene una actitud de hijo de padres bien nacidos, con muestras de humildad y solidaridad, con un ánimo constantemente revolucionario y una rabiosa reacción contra la falta de justicia y oportunidades decorosas de vida.
Así se cerró la página histórica de este tiempo donde se juntaron la risa, la amistad y la magia de la capacidad pictórica, para deleite de sus amigos.

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