(Ana Alicia Vargas López)
Sé que no escuchas mi canción,
niño lindo ángel de Dios,
cabellos de raíz del sol,
piel morena casi azul,
carita de ensueño y fascinación.
¿De qué edén veniste tú a alegrar el corazón?
Y esta canción de acordes de sillón,
no es sentida en tu cuerpo
porque éste está en otra dimensión.
Niño de África, Australia, México y el mundo,
de ojos expresivos, de manos sin motivo,
de calidez del alma.
La conciencia se quedó guardada
y la razón no existe.
Viniste como maestro a este huerto,
a enseñarnos a resucitar estando muertos,
porque tu luz es inmensa y alumbra el universo.
Enseñanza pura es lo que nos muestras en tu piel,
niños de un mundo autista donde no se piensa,
sólo se vibra y se deja ser.
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