¡PETATLÁN DE MIS AMORES!

Por Raúl Román Román
En tiempos modernos y contemporáneos, se nombra el primer presidente municipal en 1935, cuya responsabilidad recae en la persona del señor Abel Martínez, que fue el hombre que llegado desde Colima a Petatlán como telegrafista, fue sembrando las huertas de coco e impulsando su cultivo intensivo desde El Tuzal a Juluchuca;  a la vez que se va resaltando que en ese tiempo varias personas aspiraban a tener este puesto público, pues veían la oportunidad de servir a su pueblo, ya que hasta ese momento los salarios eran simbólicos, no había una sede para el ayuntamiento ni el afán de enriquecerse, como se estila en los tiempos actuales.
Se puede asentar que las personas que fungen como representantes de gobierno y otros líderes comunitarios manifiestan una visión comunitaria muy aguda, por las formas y medidas que toman con la concepción de la vida futura de la población.
Inicialmente, la presidencia era una casita de adobe y techo de teja que se cerraba mediante un simple candado, a tal grado que de aquí se deriva una vivencia:
Cuando doña Chepita Valdeolivar, de agradable recuerdo petatleco, llegó a ver a un compadre que hábilmente hacía tabiques y le dice: -¡Compadre, ten este jabón, esta ropa y ve a bañarte al río, porque mañana tomas este candado y sus llaves… tú vas a ser el próximo presidente municipal de Petatlán!
Aquí es menester informar que el pueblo era pequeño y que sus primeras y cuadradas calles son: “Nicolás Bravo”, “Matamoros”, “20 de Noviembre”, “Juárez”, que es la que va a dar al cuartel militar, y “Montes de Oca”, que está hacia el río, reconociéndose como el lugar en donde se desarrollaba todo el comercio, pues ahí llegaban de la sierra las camionetas que traían las mercancías para la vendimia, lo que va volviendo a Petatlán en el centro más importante de distribución comercial regional, pues venían a comprar desde Zihuatanejo hasta Coyuquilla, más todas las poblaciones de la sierra. Así como los apellidos que poblaron inicialmente el suelo petatleco fueron de las familias Rodríguez, Espino, Maciel, Bravo y Abarca. Sobre este pasaje de la historia, se asienta que la educación escolarizada petatleca es casi nula y muy esforzada, pues la responsabilidad de alfabetizar y escolarizar a los niños recae en la personalidad y habilidad de la maestra María Elena, que imparte clases particulares a los infantes cuyos padres pueden pagar este servicio, o bien, a sus familiares y conocidos que desean que sus hijos aprendan a leer y a escribir, seguramente bajo el antiguo sistema conocido como “La Amiga”, que es el viejo método alfabético-silábico de orden individual que se estilaba en las poblaciones grandes o pequeñas, que tenían la fortuna de que una maestra o un instructor estuviera alfabetizado, deseara extender sus conocimientos sobre todo a las generaciones infantiles.
 Poco a poco, la profesora va incluyendo y agrupando a los niños hasta sistematizar sus enseñanzas y formar la escuela nombrada como “Pablo Galeana” y en la que acuden un número considerable de alumnos, con la cooperación de sus papás.
Así y más temprano que tarde, la población reclama al estado el servicio educativo, y ante esta medida, llega un profesor habilitado como director en 1942, que inmediatamente invita a la Profa María Elena a sumarse al proyecto educativo, y en una decisión conjunta y acertada se le cambia el nombre a la escuela por el de “Cristóbal Colón”, que es el que hasta la fecha mantiene, haciendo egresar satisfactoriamente a cientos y cientos de alumnos después de 70 años ininterrumpidos de amor, instrucción y servicio público y comunitario.
 Ante todo el rosario de beneficios que se van sucediendo, existe la enorme satisfacción de que varias alumnas de esta institución educativa, más tarde llegan a colaborar como maestras en su alma mater petatleca, por lo que estas remembranzas pasan a ser un verdadero tesoro en el hermoso baúl de los recuerdos.
Mientras tanto, para el 19 de agosto de 1953 por el Decreto No. 26. Bis, la cuadrilla de Coyuquilla pasa a pertenece a este municipio y no al de Tecpan y el 11 de noviembre de 1964, por Decreto No. 73, se erige la cuadrilla de Rancho Nuevo.  
 Así, los precursores comunitarios buscan y encuentran la evolución de sus planes, don Emeterio Arroyo, el 1º de abril de 1959 inaugura el edificio del Ayuntamiento en colaboración con el gobernador Caballero Aburto.
 Y aquí nos detenemos un poquito en el camino, para recordar los sucesos con que se abaten los legendarios corredores techados con teja, adornados primorosamente con las plantas más frondosas que hubiere en el medio y manteniendo un piso permanentemente brillantísimo, para dar paso a las anchas calles que hoy tiene y disfruta Petatlán… cuando Israel Hernández Ramos, entonces presidente municipal, empieza a derribar todos los corredores y a agrandar las calles ante el rechazo de la gente que los “tiraba de a locos”:
-¿Cómo crees, y para qué vas a tirar los corredores y hacer las calles grandes, si en Petatlán apenas hay dos carros? ¿Cómo puede ser?
 Pero el tiempo dio la razón a aquellos hombres con visión comunitaria y del que se desprende su anécdota, cuando el responsable va a poner la queja ante el presidente:
-¡Señor, las señoritas Martínez se niegan a que les quitemos sus corredores!
 Acto seguido y llevando una vieja estrategia popular, el presidente se dirige a la casa de las Martínez, apelando a su compadrazgo y al firme
propósito de beneficiar a su población en un mediano plazo, fue que se desarrolla el siguiente diálogo:
-¡Comadre, buenos días!
-¡Compadre, buenos días! ¿Qué milagro?
-¡Coma, vengo a pedirle un gran favor!
-¡Dígame usted en que vamos a servir ahora?
-¡Fíjese que decidimos ampliar las calles, y sabiendo que a ustedes todos los vecinos las estiman y les hacen caso, queremos que sean las que encabecen estos trabajos y animen a los amigos a que permitan que cambiemos los corredores para hacer las calles!
-¡Síiii, compadre, claro que sí! ¡Y para poner el ejemplo, mañana mismo que vengan a derribar el de nosotros!...
 Mientras tanto, se recuerda que algunas familias confeccionaban sombreros de palma, y que las mamás enseñaban y sorprendían a sus hijas haciendo y jugando con muñecas hechas de trapo y aventando la matatena al aire, mientras los varones se entretenían con los juegos del tigre y las escondidas.
También y de esta manera está en la mente de todos los petatlecos de viejo cuño, sobre todo de las mujeres embarazadas, que primero atendían a las parturientas nuestras inolvidables parteras Narcisa y Pachita Meza, que entre otras no menos importantes, siempre se distinguieron por darle la bienvenida a la cigüeña costeña de la mejor manera en estos trances de dar la luz de la vida… hasta que llegó un boticario muy eficiente, hábil y sagaz para diagnosticar y recetar por la salud, pues Nicolás Sánchez, mejor conocido como “Chintolita”, atendía a todos sus pacientes, y aún más, sacaba muelas, preparaba jarabes, bebidas y recetas de grandes remedios, siempre al lado de su mujer Raquel Marmolejo, también enfermera… hasta que empezaron a llegar médicos ya estudiados y titulados, para atender a la sociedad petatleca, como Bernardo Betey, Salvador Herrera y Francisco López, entre otros no menos preparados.
 Y llegaba el 16 de septiembre y la Semana Santa adonde había jaripeo, pelea de gallos y algunos bailes, al tiempo que doña Chepita Valdeolivar vendía de todo para surtir a las familias costeñas, desde Zihuatanejo hasta Papanoa, y que junto a su hijo Imeldo trajeron una plantita de luz que servía y alumbraba a toda la pequeña comunidad y por la cual cada casa pagaba $5 pesotes al mes.
 Más adelante, don Máximo Tena puso el cine “Atenas” y era auxiliado por sus hijos Luis, Beto, Maxi y Mica, adonde iban a divertirse todos los habitantes del pueblo.
La historia de Petatlán sigue su curso inexorablemente… así y estando al frente del santuario el cura Herrera, las coordenadas espaciales cruzan su destino cuando se viene inevitable y sorpresivamente la erupción del volcán Paricutín, en el año de 1943, siendo que en toda el área sur-occidente se siente y se resiente el suceso natural desde el fondo de la tierra, y sus consecuencias son lamentables para gran parte de la población michoacana y un poco menos para la costa guerrerense, pues en Petatlán se abate el edificio de la parroquia, sumiendo a sus feligreses en la tristeza… tras la búsqueda de una explicación por la casi destrucción de esta parroquia, los lugareños observan y sienten el desgajamiento de su centro religioso, sin poder dar crédito a su desgracia… hasta que el obispo de Chilapa, con una visión y entendimiento sin igual, dispone y envía a la población del hermoso “lugar de petates”, a un personaje que enaltece su vocación y servicio, ya que adscribe al sacerdote Gregorio Bello Carranza, a servir a la feligresía petatleca, quien llegó acompañado de su madre doña Porfiria Carranza Deloya, el 4 de octubre de 1947, iniciando un parte-aguas, no tan sólo del catolicismo costeño, sino también en la historia local y regional de Petatlán, pues encontrando la iglesia en ruinas, acepta su convocación sacerdotal y su servicio social para erigir una nueva edificación desde sus cimientos y fortalecer la fe católica entre su grey.
 De esta forma, el viejo y milagroso pueblo petatleco recibe a un sacerdote jovencísimo, entusiasta y lleno de proyectos para agradar a las personas con las que convive y en las que difunde su fervor, pero sobre todo, a un líder moral que sólo piensa en el beneficio colectivo respetando los cánones sociales y a las instituciones de la población a la que sirvió durante décadas. Lógico es pensar que empieza por estructurar organizaciones de diversa índole, como el comité pro-construcción del templo denominado “El Guadalupano”, que se encontraba formado por las señoritas Herminia Castro Amaro, Guadalupe Sánchez Hernández, Carmela González Solís, Eva Espino Ozuna, María Luisa Espino Bravo, Ana María Maciel Espino, entre otras, así como “La Hermandad de Padre Jesús”, presidido inicialmente por don Jesús Solís, que se encargaba de la recaudación de los fondos económicos para las causas comunes de la iglesia.
 Para ese entonces, las actividades principales de la comunidad es el trabajo en el campo, sembrando maíz y ajonjolí y laborando en las huertas cocoteras que hay en Petatlán… ¡manos a la obra!… la reconstrucción del santuario inicia en el año de 1948 y se extiende arduamente los siguientes 10 años, mientras las mujeres y los niños iban a recoger “boronas” de coco que las juntaban en costalillas y las iban a vender para donar lo recaudado a la causa común de la parroquia.
 La construcción parroquial se desarrolla bajo ritmos propios de la región costeña y es dirigida por el Arq. José Pedrosa y del maestro Margarito Juárez, cuyas labores profesionales fueron de gran utilidad y decoro.
 La feligresía hace su trabajo y responde con creces al liderazgo del padre Goyo y, en un lance por demás admirable, éste convoca a su comunidad a reunir material de fierro, cobre, bronce, plata y hasta pedacera de oro, así como dinero sonante, para que el 6 de agosto de 1956 sea bendecida y se escuche la musical sonoridad de “la campana del padre Goyito”, que hoy con justa razón, enmiela los oídos de toda la feligresía estatal y nacional.
 Y llega el día esperado… luminoso, esperanzador, pleno de fe y devoción… el miércoles 22 de enero de 1958 se realiza la primera consagración que hubo en el nuevo santuario de Padre Jesús de Petatlán, que en su condición de ir “camino al calvario” con la cerviz doblada, también se le reconoce como “Padre Jesús de las tres caídas”.
 Por fin, el templo fue terminado en su obra material y solemnemente consagrado por el Dr. en Teología Alfonso Toriz Cobián, obispo de Chilapa.
 De forma continuada se conoce que el día festivo tendría que ser el viernes santo, pero la condición es determinante e inevitable, pues para la iglesia católica la humanidad está de luto por la pasión cristiana, por lo que no se podía realizar una festividad de tal naturaleza en esta fecha… Entonces, el padre Goyito congrega a su pueblo y les expone la inquietud de buscar una fecha en el que se pueda festejar al símbolo católico-cristiano. Acto seguido, escribe y se entrevista con su autoridad inmediata: el obispo Leopoldo Díaz Escudero que atento escucha, reflexiona e indica que sea el día de “La Transfiguración del Señor”, de trascendencia mundial… y el 6 de agosto se estipula y reconoce como la feria de Papá-Chuy de Petatlán.
 La algarabía es general y comprensible; el padre Goyo realiza la primera de múltiples y productivas kermess, frente y a un lado de la parroquia central, que inmediatamente le denomina “Plaza de San Pedro”, y que tiempo después el señor Javier Rodríguez cambia para construir ahí La Casa de la Cultura; se instalan puestos de antojos mexicanos, los juegos mecánicos hacen su aparición y ponen una “ola” de don Jesús Sánchez, un carrusel de la familia Mireles y el volantín de los Miralrío, y la primera feria tiene un rotundo éxito poblacional el 6 de agosto de 1948.
Ya encarrerado y en fechas subsecuentes, el sacerdote promueve la organización de una orquesta musical conocida como “La Polimnia”, cuyo nombre es en honor de la diosa griega de la música, que los músicos líricos de aquel tiempo reciben con agrado y gratitud pues se inicia una cadena de actividades culturales para toda la población, tanto así que cuando llegan a alternar musicalmente con la orquesta de los “Hermanos Chinos”, músicos coyuquenses ya legendarios y que venían año con año a la festividad, ellos afirmaban que “estos hombres, con instrumentos menos
sofisticados, tocan una música muy hermosa que alegra a sus paisanos”.
De forma paralela, el padre Goyito propone una serie de festividades para engalanar tal día y las peregrinaciones empiezan desde el 1º de agosto y se cierran el 6, primero el obispo aparta esa fecha para estar en Petatlán, cumpliendo y realizando bautizos y confirmaciones, que como eran cada año, pues todos los padres y padrinos esperaban con ansiada voluntad y se la pasaban con los ahijados todo el día, pues las bendiciones se contaban por cientos ya que todo se reservaba para festejarlo esta fecha, mientras se desayunaba, se comía y se cenaba en los alrededores del santuario con peregrinos llenos de fe que se contaban por multitudinario número.
 En la misma sintonía, el sacerdote Gregorio hace lucir la fiesta, pues trae de su tierra chilapeña los juegos pirotécnicos que lucen majestuosamente, por medio de “la quema de castillos” y “el torito”, costumbre que hasta la fecha se presenta en la feria.
  Más tarde, el día continuaba con el denominado “El Baile del Percal”, ¡donde cuidado y no fueras estrenando ropa! desde la cabeza hasta los pies, ya que era el mero día de la fiesta grande… la gente ahorraba todo el año y guardaba sus ropas durante semanas, para que ese día luciera sus mejores galas.
 Mientras tanto, las familias dormían en los corredores de las casas, en las banquetas, en la plaza pública o en las orillas del río, adonde llegaban con braceros, alimentos para cocinar, mantas y cobijas para dormir… en ese tiempo, el río era muy limpio, con seguridad pública, que no había necesidad, pues las personas eran muy respetuosas y solidarias; ayunando durante el viacrucis, se dedicaban a la oración, a la purificación del alma y el servicio al prójimo… por estos motivos se fueron ampliando los servicios comunitarios como hoteles, restaurantes y fondas, hasta que llegó la fiebre del oro que ha venido a repuntar la vida económica de esta tierra.
Ahora, 2014 años después de Cristo, sigue la tradición… ese día, la fiesta empieza a las 5 de la mañana y todas las personas, entre pueblo y peregrinos se reúnen en las esquinas de las calles 5 de mayo y Calle Nueva, y ya llega el mariachi, para de ahí salir cantando todos “Las Mañanitas”, hasta oficiarse la misa en el santuario.
 Se tiene la fiesta todo el día, a la que le agrega la tradición de elegir a una reina de los festejos cristianos en la renovada costumbre llamada “Padre Jesús rey de la Paz”, por los tiempos como se viven.
  Y en su complemento ideal se cita que ahora el reloj emite una música acompasada y agradable, que el 1º de agosto de 2009 sonó por primera vez y que fue gracias a la gestión del Arquitecto Albino Lacunza Santos, que a las 6:00 y 9 de la mañana, 12 y 6 de la tarde y a las 9 de la noche endulza con su tañer y embelesa los oídos humanos, dando gracias a dios.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario