MISCELÁNEA

Por Jesús Cayetano Norberto
El turista, sin amigos en Acapulco
Si usted visita el puerto de Acapulco, encontrara en diversos puntos mensajes como:”hable bien de Acapulco”, o lo que es igual “recomiende Acapulco”. Sin embargo es difícil hablar bien de algo cuando te encuentras en situaciones, donde percibes la acción latente de engañarte o de burlarse del visitante o mejor dicho del turista, por parte de quienes ahí viven.

Dios dijo: “ayúdate, que yo te ayudare”. Sin embargo, desde que llegas a la terminal estrella de oro, en la puerta te encuentras una fila de taxistas que hacen base en este sitio. Al abordar, el vehículo inmediatamente te preguntan: ¿trae reservación de hotel?, a lo que se vuelve, una respuesta y pregunta a la vez de tu parte, ¿Por qué?, a lo que responden, -porque si trae, la dejada es por 90 pesos, pero si no trae, lo llevo a un hotel y la dejada es gratis, porque el del hotel me da un bono de 100 pesos.
La pregunta obligada, ¿desde cuándo el taxista se volvió promotor turístico?, a caso no estaría bien que en este lugar donde llegan y se van los visitantes hubiera promotores turísticos de los tres niveles de gobierno, que sirvieran como orientadores para que el turista sintiera que tiene a un amigo de su lado e incluso pudieran encuestarlo sobre lo que les gusto y les desagrado en su visita al puerto; sobre todo porque sabemos que el rol principal de un taxista es de solo llevar y traer al turista.
Otro puntito negro del puerto siguen siendo sus camiones azules, con su sonido a todo lo que da, contaminante seguro, manejado por jóvenes que no tienen ninguna precaución. Lo peor es que algunos cobran los 7 pesos, cuando deberían cobrar 6. Ya existen pocos camiones amarillos, con aire acondicionado, sin música y que cobran 7 pesos, esto es lo ideal, para turistas, trabajadores y habitantes del puerto.
Del zócalo y hasta el CICI, fue notorio encontrar solo dos brigadas de ayuda al turista, que te abrían paso para cruzar de lado a lado; el primer punto en el zócalo y el otro en el parque papagayo. El resto de la travesía, el turista lo hace exponiéndose, porque la mayoría de los semáforos no sirven.
Lugares como el CICI, que está en remodelación, la entrada la cobraron en 200 pesos adultos y 100 para niños, aun cuando te expiden boletos que dicen “EL ROLLO”; Mientras que el museo del fuerte de san diego, es otro lugar que incremento su entrada a 48 pesos; pero si la visita es guiada la entrada te cuesta más. Y aquí cabe preguntarse ¿y los empleados que están en cada una de las salas, entonces para que sirven o a caso son policías?, porque si son policías, que les compren el uniforme.
Lo terrible sucede en los hoteles, quienes hacen su agosto en abril, si haces reservación en mil 300 pesos, resulta que cuando llegas la reservación se incremento a mil 500 pesos y que para el otro día estará en 2 mil. Recorres con la mirada el interior del hotel, preguntándote ¿y donde dice eso?, por la simple razón de que pocos, contados exhiben sus tarifas.
Si quieres recorrer a pie la costera, por ejemplo del zócalo al CICI, ciertamente veras mejoras en banquetas, puentes, vialidades y andadores para minusválidos que todavía está en proceso. Sin embargo, en este tramo encontraras carencia de contenedores para depositar basura, pero si encontraras cientos de vendedores ambulantes y demasía en “promotores turísticos” en los más de 50 hoteles que existe en esta avenida. Además de gente corriendo, en bicicleta, en patineta y con perros.
En resumen, el visitante o turista no tiene amigos en Acapulco, tal vez uno de ellos podría ser la PROFECO con sus módulos, desafortunadamente no vi uno solo, por la razón de que en Acapulco todo se rige por el incremento de la oferta y la demanda. La delegación federal de la procuraduría federal del consumidor en Guerrero y la secretaria de turismo en esta semana santa se fueron de vacaciones, pero en Acapulco no estuvieron. Y el Gobierno municipal, ni cómo ayudarlo.

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